Más de 50 años hace ya que McLuhan acuñó el famoso término de “Aldea Global”, pero no por eso hemos dejado de usarlo (sí, reconozcámoslo, da una pátina intelectual de lo más interesante a cualquier artículo/conversación/debate), y si un país y una cultura ha sabido exportar mediante los mass media (fundamentalmente el cine y la tv) su modo de vida y sus iconos ese ha sido sin duda los Estados Unidos. Así, nos resultan sumamente familiares la crema de cacahuete, el béisbol o el jarabe de arce sin haberlo probado o visto en nuestra vida. Pero han ido más allá, consiguiendo que creaciones eminentemente suyas como la fiesta de Halloween (sí, lo sé, es de origen celta y la llevaron allí los irlandeses que emigraron al nuevo mundo, blablablá) sean ya parte de nuestro acervo cultural.
Algo semejante pasa con la películas y series sobre institutos. Esas taquillas con fotos dentro, esos pasillos que consiguen volverse un micromundo, los trabajos por parejas, las chicas tan guapas como frívolas (las de clase alta nunca son feas, es curioso), los chicos deportistas, los nerds y marginados sociales… vaya, mira tú por donde hemos llegado a Élite, la nueva serie de Netflix. Porque en España hemos tenido nuestra ración de series de adolescentes, como era de esperar, como aquella Física y Química, que fue un verdadero boom. Pero era otro rollo, como más cañí, más estilo cerveza Mahou. Elite da una vuelta de tuerca yéndose directamente a beber de fuentes como Pequeñas mentirosas o Gossip Girl, o incluso O.C.
Lo primero que hay que destacar es que Élite es una serie vista. Y es que reflejar un choque cultural/social es un recurso muy tentador, pero no es fácil conseguir que no se quede en un facilón barniz superficial. Tres protagonistas: chico bueno y responsable de familia desestructurada, chico divertido y guapetón y chica lista de cultura muy diferente. Pues ya lo he visto, y si no lo he visto, es como si lo hubiera hecho. Si a eso sumamos que cuesta empatizar, tanto a favor como en contra de los personajes, y es difícil sentirte dentro de la trama, pues tenemos un producto olvidable. Pues con todo y con eso es una serie que engancha, y mucho. Ves un capítulo, y pasas al siguiente, sin respiro.
Yo creo que su encanto se basa en la dirección y en la interpretación de determinados protagonistas, que han sabido sobreponerse a un guion manifiestamente mejorable. Así, María Pedraza está brillante en su papel de niña rica contestataria y con un background que la marca, al igual que Miguel Bernardeau, que encarna un papel difícil por plano y estereotipado. Pero sin duda la revelación de la serie es Ester Expósito en su papel de Carla, que sin tener teóricamente un rol protagonista en la trama consigue que su personaje sea de los más relevantes, interesantes y confusos (en el buen sentido de la palabra) de toda la muchachada.
Está claro que Élite no va a suponer un hito en los productos audiovisuales españoles, pero es una serie que con sus defectos (que son muchos) se deja ver y que consigue enganchar en base a unos jóvenes actores que se podría decir que, bien por la excelente dirección de Ramón Salazar y Dani de la Orden, o bien por su propia capacidad, están por encima del propio producto.
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