No todas las comparaciones son odiosas, algunas son útiles, aunque conviene no abusar mucho de ellas. A veces, resulta necesario comparar para poner en valor el éxito de alguien, para comprender su magnitud, y si algo se puede decir de Damien Chazelle es que es un cineasta obsesionado con alcanzar la gloria, la fama, el triunfo en la vida, o por lo menos eso es lo que ha manifestado en sus películas.
Con First Man es la primera vez que abandona la zona de confort, la música, su otra gran pasión aparte del cine, indudable protagonista en sus tres anteriores —y primeras— películas: la pequeña Guy and Madeline o a Park Bench (2009), la cual estrenó con 24 años, Whiplash (2014) y La La Land (2016).
Esta vez, Chazelle ha viajado a la Luna y ha regresado a la Tierra para contárnoslo a todos, literalmente. Ha tornado de los cielos para volver con el resto de los de su especie. Si Whiplash, quizá la mejor obra de su filmografía, y La ciudad de las estrellas se convertirán en clásicos a los que recurrir de vez en cuando y recomendar, con First Man no está obteniendo el respaldo unánime de la crítica y el público. Paradójicamente, el pensamiento de la gente es que se ha vuelto más terrenal, más humano.
Ha dejado las zapatillas de andar por casa para calzarse unas botas de montaña y explorar nuevas aventuras, pero ha demostrado sentirse igual de cómodo con una nueva exhibición tras las cámaras —es la primera vez que dirige sin ser el guionista—. First Man lo protagoniza Armstrong, pero nada tiene que ver con el trompetista y músico de jazz. El primer hombre que pisó la Luna, de nombre Neil, es su propuesta más ambiciosa y su estructura es mucho más compleja que las otras.
A quien le haya gustado Whiplash o La La Land no es seguro que esta lo vaya a hacer, el ritmo no es tan frenético, todo lo contrario, está dominada por las pausas y los silencios siderales. Es un tema propio de Hollywood llevado a cabo de la forma más intimista. Aquí no verán clavar la bandera de Estados Unidos sobre la superficie del satélite. Chazelle, natural de Providence (Rhode Island), es medio canadiense y medio francés, por tanto, en First Man no cabe lugar para el patriotismo, porque por encima de todo es una historia humana y un hallazgo universal que nos involucra a todos. También son las memorias de un héroe que nunca quiso serlo, marcado por la muerte de su hija y sus más allegados. Si Chazelle es un prodigio, Ryan Gosling, que entiende el personaje a la perfección, también es uno de los grandes actores de nuestro tiempo.
En First Man ha contado con la producción ejecutiva de Steven Spielberg, el último gran director que había deparado la industria, cuando menos hasta la irrupción de Chazelle. Los dos dominan como nadie el pulso de la narración y el nuevo, por lo que hemos visto, destaca especialmente por su sensibilidad. Puede parecer osado compararlos, pero hay motivos, cifras reales si lo prefieren, para hacerlo.
Spielberg, con 33 años, los mismos que tiene ahora Chazelle, había dirigido también dos grandes películas: Tiburón (1975), con 29, y Encuentros en la tercera fase (1977), con 31. Lo que vino después ya lo conocemos; sin embargo, su primer Óscar como mejor director no le llegó hasta los 47 años, con La lista de Schindler (1993) —cinco años después repitió con Salvar al soldado Ryan (1998)—. Chazelle, por su parte, rompió con todos los registros, lo logró con 31 (La La Land, 2016), siendo así el más joven en conseguirlo en toda la historia.
Chazelle no solo supera a Spielberg en términos de precocidad. Martin Scorsese rodó su primera gran película a los 34 años (Taxi Driver, 1976) y ganó el Óscar con 64 (Infiltrados, 2006). Howard Hawks, que no se hizo con ninguno, solo con el honorífico, filmó Scarface, el terror del Hampa, con 36. Alfred Hitchcock estuvo nominado cinco veces, pero fue incapaz de recoger dicho premio, y a pesar de que empezó a prodigarse en el oficio con 26, no estrenó Rebecca hasta 1940, a la edad de 41. David Lean, que sí lo ganó en 1957 por El puente sobre el río Kwai y en 1962 con Lawrence de Arabia, no grabó su primera película hasta los 33 y Breve encuentro (1945) no llegó a la gran pantalla hasta que cumplió los 37. Stanley Kubrick tuvo unos orígenes muy parecidos, pues rodó Atraco perfecto con 28, Senderos de gloria con 29 y Espartaco con 32, aunque pese a estar nominado, solo ganó la estatuilla a los mejores efectos especiales (2001: una odisea en el espacio, 1968).
Los méritos de Chazelle han hecho que se le compare con los mejores, capaces de hacer dos películas buenas por cada una que dirigen. Cuando se refugia tras las cámaras parece tenerlo todo bajo control. De momento, solo se pueden relacionar sus inicios, veremos si sigue el mismo camino, solo tendrá que mantener el ritmo, pero claro que puede ser el nuevo Spielberg —o mejor—.
Antes de Spielberg hubo cine, y después de Spielberg nos quedará Chazelle.
[…] Damien Chazelle es el heredero más legítimo de cineastas como Steven Spielberg. Sin ir más lejos, es el director más joven en haber ganado un premio Óscar, por La La Land en 2016. First Man es su cuarta película y su tercera gran obra. Whiplash quizá sea la mejor de su corta filmografía. La historia del primer hombre que pisó la Luna es su largometraje más ambicioso hasta ahora y el que incorpora estructuras narrativas más complejas. Un tema propio de Hollywood llevado a cabo de la forma más intimista. Aquí, no verán al protagonista, Ryan Gosling, clavar la bandera estadounidense sobre la superficie del satélite. Chazelle es pura sensibilidad, un prodigio. […]
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