I Cuando lo conoces por primera vez, el magnetismo de Fenway Park te hechiza por su vetusta mítica, pero también por su casualidad repentina. El estadio de los Boston Red Sox se integra, en altura, tonalidad y estilo, con los edificios que le rodean y únicamente sus torres de luz y el ambiente de los bares contiguos te hacen darte cuenta de que estás llegando al recinto deportivo más amado de Estados Unidos. Es, de hecho, más fácil reconocerlo desde lejos (como en el cruce entre la calle Boylston y la Avenida Massachusetts) que desde cerca. Si quieren sorprenderse, prueben, por ejemplo, este recorrido por la ciudad bostoniana: andando desde la margen del río Charles y atravesando el campus de la Universidad de Boston, desanden sus pasos en el sentido contrario de la caminata por la calle Beacon o por la Avenida Brookline (mejor, la segunda opción), con las pulsaciones aumentando al sentir cada vez más de cerca su lugar de deseo, hasta adentrarse en el epicentro del barrio Fenway-Kenmore. Entonces, una vez reposada la emoción y tras respirar hondo, tal vez se enamoren, cuando se adentren en la calle Landsdowne o en la calle Jersey, de esa estructura verde y de esos ladrillos rojos con más de cien años de historias y de cultura popular. No se preocupen: les sucede a muchas personas, más todavía si ese instante lo acompaña una luna llena en el cielo en una de las típicas frías noches del otoño bostoniano.
Hay ciudades que, a la fuerza, se describen con vaho desde nuestra memoria. En efecto, Boston es una de ellas.
II. El centenario Fenway Park que esta noche acoge una nueva edición de las World Series de la Major League Baseball entre los Boston Red Sox y Los Angeles Dodgers es también el estadio de béisbol más antiguo de todo Estados Unidos (el Dodger Stadium es, precisamente, el tercero; entre medias, el precioso Wrigley Field en el número 1060 de la calle West Addison, construido en 1914 y que acoge los partidos de los Chicago Cubs desde el año 1916). Fenway Park fue inaugurado el 20 de abril de 1912 en un encuentro en el que el lanzamiento inaugural corrió a cargo del por entonces alcalde de Boston. Se llamaba John F. Fitzgerald y era el abuelo materno de otro John Fitzgerald (añadan Kennedy a continuación) que llegó a ser el trigésimo quinto presidente de Estados Unidos hasta que alguien le disparó en Dallas el 22 de noviembre de 1963. Hay muchos norteamericanos que no están del todo seguros de que la persona que le disparó fuera la que nos han contado a todos, así que mejor omitiré su nombre. En cualquier caso, muchos años antes de ese icónico suceso, en aquel partido estrenado por el abuelo de Kennedy, los Red Sox derrotaron en once entradas a los New York Highlanders (7-6). Quizá a muchos no les suene el nombre de ese equipo, pero seguro que sí que reconocen su nombre actual: los New York Yankees, la franquicia más laureada del béisbol estadounidense y el rival más mitificado por unos y odiado por otros.
Los Red Sox y los Dodgers pertenecen, ciertamente, al segundo grupo.
III. Boston y Los Ángeles son las ciudades que mejor ejemplifican la enorme diferencia que existe entre la costa este y la costa oeste de Estados Unidos. No en vano, hay dos palabras que todo bostoniano conoce desde su nacimiento: “Beat LA!”. Los Celtics y los Lakers, los dos conjuntos más laureados de la NBA, se han enfrentado en la serie por el título hasta en once ocasiones, pero los aficionados bostonianos y angelinos en el mundo del béisbol tienen un enemigo común: los Bombarderos del Bronx. Desde el punto de vista de los Red Sox, la rivalidad se argumenta deportiva (ambos equipos comparten división) y estratégicamente (la necesidad de ser referencia de Boston, y de Nueva Inglaterra, en la parte occidental del país ante la importancia económica de New York, una ciudad que, para muchos, en su idiosincrasia, es cosmopolita, no estadounidense); mientras que, desde el punto de vista de los Dodgers, dicha rivalidad, aunque también tiene su vertiente deportiva (Dodgers y Yankees se han enfrentado once veces en las World Series), sólo se entiende desde su origen una vez que sus adversarios viraron hacia oriente (Angels y Giants): antes de aterrizar en Hollywood a finales de la década de los cincuenta, los Dodgers empezaron a destacar en el neoyorquino barrio de Brooklyn. De ahí, del otro lado del puente de Brooklyn sobre el río Este, procede también su nombre: los Dodgers, en su origen Trolley Dodgers, eran aquellos peatones que se dedicaban a esquivar los numerosos trolebuses que había en el carismático barrio neoyorquino a principios del siglo XX.
Me temo que, en el fondo, la vida trata sencillamente de eso, de esquivar todas las veces que se pueda a la muerte venga en el tipo de transporte que venga.
IV. Clayton Kershaw, el jugador más determinante de la competición (para mí, así que la opinión no puede ser más subjetiva) y pitcher titular de los Dodgers (esta noche empieza la serie, junto con otro fuera de serie, Chris Sale, en los Red Sox), nunca ha lanzado ningún lanzamiento en Fenway Park. Puede parecer extraño, pero es más que habitual: los Red Sox y los Dodgers se han enfrentado en muy pocas ocasiones. Por ejemplo, en un dato que destaca hoy The New York Times en su previa, ambas franquicias nunca han jugado en Boston en los últimos ocho años y solamente se han enfrentado en tres oportunidades en el Dodger Stadium. Fue en el año 2016, justamente cien años después de su último enfrentamiento en unas World Series. En aquel lejano 1916, los Red Sox vencieron con claridad en cinco partidos a los por entonces llamados Brooklyn Robins merced en parte a la destacada actuación de un jovensísimo zurdo nacido en Baltimore que bateaba tan bien como lanzaba. Se llamaba Babe Ruth y es una de las mayores leyendas de la historia del béisbol. Poco después, en 1919, fue traspasado a los New York Yankees para dar inicio a una de las más míticas maldiciones del deporte. La maldición del Bambino, que así se llamó, cambió el curso del béisbol para siempre: convirtió a los Yankees, un auténtico perdedor hasta entonces, en el equipo más exitoso y a los Red Sox, el gran dominador del béisbol de esos años con tres títulos en cuatro temporadas, en un conjunto que no volvió a ganar un entorchado de las Series Mundiales hasta 86 años después, en el año 2004.
El directivo que ideó la plantilla de los Red Sox que acabó con La maldición del Bambino se llama Theo Epstein y es un graduado de Estudios Americanos en la prestigiosa Universidad de Yale. Tenía 30 años cuando consiguió que la franquicia bostoniana volviera a ganar unas World Series y 42 años cuando logró un milagro todavía mayor: acabar con La maldición de la Cabra Billy. Esta maldición duraba 71 años, exactamente el tiempo que los Chicago Cubs llevaban sin clasificarse para unas Series Mundiales desde que la franquicia chicagüense no permitió entrar en Wrigley Field a Murphy, la cabra de Billy Sianis, el propietario de origen griego de la taberna Billy Goat. Pero Theo Epstein, nacido en New York y criado en Boston, derribó también esa maldición e, incluso, hizo ganar a los Cubs esas World Series del año 2016. Habían transcurrido 108 años desde la última vez que los citados Chicago Cubs se adjudicaron el título en la que ha sido por deméritos propios una de las mayores sequías de la historia del deporte mundial.
Supongo que hay gente que merece que su nombre sea recordado hasta la eternidad. Epstein es uno de ellos.
V. Es muy probable que las World Series de este año que los Red Sox y los Dodgers iniciarán esta noche desprendan a la vez aromas a pasado y presente en los textos de los analistas. Los Dodgers han disputado las Series Mundiales en 20 ocasiones; los Red Sox, en 13. Los bostonianos acumulan ocho títulos; los angelinos, 6. Los Red Sox no pierden unas World Series desde 1986 y, una vez superada La maldición del Bambino, son unos de los mejores equipos del siglo XXI con tres anillos (2004, 2007 y 2013, su último año en una final hasta ahora). Los Dodgers, por su parte, repiten presencia en las Series Mundiales después de caer el año pasado en siete partidos contra los Houston Astros y tratarán por todos los medios de acabar con su mala racha: no ganan un título desde 1988, si bien hasta la citada final del año pasado no habían vuelto a clasificarse para la serie por el título. Ambos conjuntos tienen jugadores (para los esporádicos, apunten nombres a seguir: entre otros, David Price, Chris Sale, Craig Kimbrel, Mookie Betts, JD Martinez, Kenley Jansen, Manny Machado, Justin Turner, Chris Taylor o Cody Bellinger) y argumentos de sobra para conseguir el título: los Dodgers cuentan con el citado Clayton Kershaw, el jugador que en más partidos de postemporada únicamente ha permitido a los bateadores rivales una carrera o menos y tres hits o menos (para que luego se dude de su nivel en playoffs); mientras que estos Red Sox son el sexto equipo de la historia que ha logrado eliminar en postemporada a dos equipos (Yankees y Astros) que en liga regular habían conseguido 100 o más victorias (por cierto, los últimos en lograrlo fueron… los Red Sox que ganaron el título en el año 2004). Y también, faltaría más, tienen mucho dinero: los Red Sox son la franquicia que más se ha gastado esta temporada en la nómina de sus jugadores y los Dodgers, los terceros (por si alguno se lo pregunta, los San Francisco Giants son los segundos).
En conclusión: no esperen ver un favorito y un underdog este año en el Clásico de Otoño. Cualquiera de los dos puede ganar y eso lo hace todavía más interesante.
Y más en el béisbol, el deporte más imprevisible de todos.
VI. En ese aroma a blanco y negro que destilan las World Series 2018 sobresalen de entre todos (Ted Williams y David Big Papi Ortiz, ídolos lejanos y cercanos en el tiempo de Boston, o Tommy Lasorda y Sandy Koufax, los pitchers que durante décadas buscaron los Dodgers hasta que encontraron a Kershaw) los nombres de Jackie Robinson y Pumpsie Green. El primero de ellos es de sobra conocido por todos y tiene su número 42 retirado por todas las franquicias de la Major League Baseball: nieto de un esclavo, se convirtió el 15 de abril de 1947 en el primer afroamericano en conseguir jugar en las Grandes Ligas defendiendo la camiseta de los Brooklyn Dodgers. Tras soportar insultos racistas, recibir amenazas de muerte, aguantar que lanzadores le tiraran la bola hacia su cabeza o que los rivales escupieran en sus zapatillas e, incluso, una amenaza de huelga, su lucha por la igualdad le ha convertido en los pasos de los años en una figura imprescindible: en la actualidad, en el Black History Month, que se celebra cada mes de febrero en todos los centros escolares de Estados Unidos, su memoria se sitúa al mismo nivel que activistas tan importantes como Martin Luther King Jr. Por el contrario, Pumpsie Green es menos conocido por el gran público, pero también tiene una importancia vital en la lucha por la igualdad: en 1959, doce años después que Jackie Robinson, se convirtió en el último afroamericano en romper la barrera de la raza al convertirse en el primer jugador negro de la historia de los Red Sox, a su vez, el último equipo en contar con beisbolistas negros de toda la MLB en una ciudad que muchas veces ha sido atacada por su presunto racismo estructural.
Aunque lo más seguro es que únicamente se trate de una historia de otro tiempo.
VII. Porque los tiempos han cambiado y nada mejor para demostrarlo que las World Series de este año, las primeras de la historia con dos entrenadores que pertenecen a una minoría étnica de Estados Unidos. El dato adquiere mayor importancia cuando se pone en perspectiva: únicamente cuatro entrenadores de toda la competición forman parte de una minoría étnica (los otros dos son Rick Renteria, entrenador de origen hispano de los Chicago White Sox, y Dave Martinez, entrenador de origen puertorriqueño de los Washington Nationals). Alex Cora, que debuta este año como entrenador de los Red Sox, nació hace 43 años en Puerto Rico. Mientras, Dave Roberts, que repite presencia en las Series Mundiales como entrenador de Los Angeles Dodgers, nació hace 46 años en Okinawa, fruto del matrimonio entre Waymon, un afroamericano de la Marina de Estados Unidos, y la japonesa Eiko. Alguno de los dos, evidentemente, conseguirá alzarse con el título.
El legado de Jackie Robinson fue, visto en perspectiva, inabarcable.
VIII. De todos los datos de las World Series, hay uno que llama poderosamente la atención: únicamente cuatro jugadores, dos por equipo, de las actuales plantillas de los Red Sox y de los Dodgers saben lo que es ganar unas Series Mundiales. En cambio, tanto Alex Cora como Dave Roberts, los entrenadores, sí que saben lo que es ganar las World Series como jugadores. De hecho, sus historias se entrelazan al mismo tiempo que el Clásico de Otoño entrelaza la trayectoria de los Red Sox y los Dodgers: Alex Cora debutó en la MLB con los Dodgers, franquicia en la que pasó siete temporadas antes de alcanzar la gloria del anillo en los Boston Red Sox del año 2007, mientras que Dave Roberts llegó vía traspaso desde los Cleveland Indians a los Dodgers, donde coincidió durante dos temporadas y media con Alex Cora hasta que Roberts fue de nuevo traspasado en el año 2004 a los Boston Red Sox. Y ya en Fenway, Roberts, ahora en el banquillo angelino, se convirtió en el protagonista que consiguió acabar sobre el campo (recuerden, Epstein fuera de él) con La maldición del Bambino y cambiar la historia. Apunten para buscarlo en Youtube: cuarto partido de la serie de campeonato de la Liga Americana del año 2004, novena (y a priori) última entrada, los Yankees, el máximo rival, ganando por 0-1 y a una única victoria de clasificarse para las World Series (habían ganado los tres encuentros anteriores), y Dave Roberts corriendo como un velocista para robar la segunda base y, con un single acto seguido de Mueller, anotar una carrera que alargaría el partido hasta una duodécima entrada en la que un home run de David Big Papi Ortiz dejó el triunfo en Boston e inició una histórica remontada de cuatro triunfos en los cuatro últimos partidos.
Tal vez en aquel momento no lo sabía, pero, al igual que Babe Ruth, Theo Epstein, Jackie Robinson o la cabra Murphy, Dave Roberts cambió ese día la historia.
El béisbol es, tal vez, la única película cuyo guión se escribe solo.
IX. Cuenta, más o menos, Eddie Vedder, líder de Pearl Jam y acérrimo aficionado de los Chicago Cubs, en el inicio del magnífico documental Let’s play two que la primera vez que entras a un campo de béisbol “es como pasear por el mundo de Oz” y que ya no vuelves a salir de él (en su caso, evidentemente, habla directamente de Wrigley Field). Es una buena metáfora. El pasado 29 de marzo, en el primer lanzamiento de la primera entrada del primer partido de la temporada, Ian Happ, jugador del equipo al que anima con locura Vedder, golpeó con su bate la bola lanzada por José Miguel Ureña más allá de los límites del campo, a esas gradas que simbolizan, según el cantante de Pearl Jam, las baldosas amarillas del paseo del mundo de Oz. Con un poco de suerte, si las World Series se alargan hasta su séptimo encuentro (ojalá), la temporada 2018 puede acabar en la madrugada del miércoles al jueves 1 de noviembre de una forma similar a la que empezó allá por el pasado mes de marzo: con un bateador que mande una pelota hasta las gradas del histórico Fenway, el recinto deportivo más querido de todo Estados Unidos. Y con los Red Sox o los Dodgers, dos de los equipos de béisbol más legendarios, con otro anillo de campeón en su palmarés.
No se me ocurre ningún momento mejor para entrar en el mundo de Oz y ya no querer salir más de él. “Let’s play two”, que decía el mítico Ernie Banks.
Brillante artículo amigo. Me ha encantado. PERIODISMO DEPORTIVO con mayúsculas en época de ruido y a ver quién grita más, dentro de este circo mediático en el que el deporte rey lo ha devorado absolutamente todo, arrastrando filias y fobias repartiendo a partes iguales, dependiendo de los intereses. Bravo y mis más sinceras felicidades compañero. Un saludo. Moi
Gracias, Moi. He disfrutado, he vibrado, me he divertido y me he emocionado con tus retransmisiones a lo largo de muchísimos años, así que tus palabras no me pueden hacer mayor ilusión. Un saludo.
Gracias por este magnífico artículo que nos ilustra y enriquece.
El baseball siempre tiene que estar en n y nuestras pantallas de TV.
Muchas gracias nuevamente.
Gracias, Teddy. Un saludo.
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