Hay tradiciones en la NFL que siempre se cumplen. Por ejemplo, que Ben Roethlisberger sobresalga cuando su equipo visita Cincinnati y Cleveland, ambas ciudades del estado de Ohio. El domingo, en el Paul Brown Stadium de los Bengals, el QB de los Steelers terminó el partido con 32 de 46 pases completados (69.6%), 369 yardas de pase, 100.7 de rating de pase, ninguna intercepción, ningún sack y el definitivo pase de touchdown a Antonio Brown que supuso la victoria de su equipo en el último drive del choque (21-28). Es, habrá que reiterar, pura costumbre: Big Ben acumula 60 victorias, 20 derrotas y 1 empate en sus enfrentamientos contra sus rivales de la AFC North. Y, quitando la igualdad con la franquicia de Maryland (Baltimore Ravens, 14 victorias y 11 derrotas), los números ante los conjuntos de Ohio son autoritarios: 24 victorias y 7 derrotas contra los Bengals y 22 victorias, 2 derrotas y 1 empate contra los Browns. Hay, en cualquier caso, más muescas en su revólver: contra los Bengals acumula 7 partidos consecutivos ganados, ha vencido en 10 de sus 11 últimos enfrentamientos (y en 15 de sus últimos 18) y suma 2 derrotas y 16 victorias en los últimos 18 partidos que ha disputado en el citado Paul Brown Stadium; mientras, contra los Browns acumulaba 6 partidos consecutivos ganados antes del empate de la jornada inaugural de esta temporada. La conclusión también llega en forma de números: el resumen estadístico del quarterback de los Steelers contra los equipos de Ohio es de 46 victorias, 9 derrotas y 1 empate, siendo de 25 victorias, 4 derrotas y 1 empate cuando se enfrenta a franquicias de Ohio… en Ohio.
Y eso que, en realidad, Ben Roethlisberger es un hombre nacido en ninguna parte.
Evidentemente, la anterior sentencia es falsa. Como la mayoría de ustedes habrá intuido, Big Ben nació, precisamente, en el estado de Ohio. Fue el 2 de marzo de 1982 en Lima, si bien sus primeros años de vida los pasó cerca de dos pequeños pueblos, Mount Cory y Rawson. Después se mudó a Bluffton antes de que, cuando tenía diez años (sus padres se divorciaron cuando él tenía 2 años, mientras que su madre, Ida, falleció cuando él tenía 8 años en un accidente de tráfico cuando iba a recogerlo tras un partido de baloncesto), su familia se estableciera definitivamente en Findlay, una próspera ciudad de 40.000 habitantes situada en el noreste del estado de Ohio (a poco más de 2 horas en coche de Cleveland y Cincinnati). Allí, entre habitantes blancos y conservadores (sólo el 1.4% de la población es afroamericana), y rodeado de plantaciones de maíz y de soja, Ben Roethlisberger sobresalió como jugador de football hasta conseguir una beca para jugar en la Universidad de Miami (Ohio), ser elegido con el número 11 del draft del 2004 por los Pittsburgh Steelers (los Cleveland Browns, que tenían el número 6, pasaron de él) y convertirse en una auténtica celebridad en la citada Findlay, la ciudad que el QB de los Steelers consideraba como su hogar.
No en vano, en esos años de éxitos deportivos y de reconocimiento, se puede asegurar sin miedo a equivocarse que Ben Roethlisberger no era un hombre nacido en ninguna parte, sino que era un hombre de Findlay. En sus primeros años como profesional, visitó la ciudad a menudo, hizo donaciones millonarias a la policía local, al departamento de bomberos y a los programas de football juvenil e, incluso, organizó un partido solidario de baloncesto, su deporte preferido. Por su parte, los habitantes de Findlay presumían de su paisano en todo Estados Unidos, al que definían como una buena persona. Big Ben respondió al halago de sus conciudadanos con un signo inequívoco, poderoso: en la guía de la NFL que cada temporada reciben los medios de comunicación, el quarterback decidió poner Findlay como su lugar de nacimiento en vez de Lima. Fue, sin duda, un símbolo indeleble de su amor por la localidad que le vio crecer.
Sin embargo, la tinta de aquella declaración de amor eterno se borró en 2010. Ese año, en la guía para los medios de la NFL ya no aparecía Findlay como el lugar de nacimiento del QB de los Steelers, sino que había un nuevo nombre. Y, no, no era tampoco Lima. Se trataba de Corey Rawson, una supuesta localidad de Ohio que ni siquiera existe. Lo más parecido a esa ficticia ciudad sería Cory-Rawson, pero tampoco es una localidad, sino que se trata del distrito escolar al que Big Ben fue en sus primeros años de vida, antes de mudarse con su familia a Bluffton.
De nuevo, Ben Roethlisberger volvía a ser aquel hombre nacido en ninguna parte.
El caso de Big Ben, #elquarterbackmásinfravaloradodelsigloXXI (dos veces campeón de la Superbowl en tres finales, 6 veces probowler, diez veces clasificado para la postemporada, 9º mejor QB de la historia en rating de pase, 6º mejor QB de la historia en yardas conseguidas por pase, 4º mejor QB de la historia en porcentaje de victorias, el único QB de la historia en conseguir dos partidos perfectos en el pase en una misma temporada, el QB con más partidos (y con más partidos consecutivos) con más de 200 yardas de pase en la historia de la NCAA… ¿Sigo?), destaca, sobre todo, por la precocidad. Ningún QB rookie ha conseguido más victorias que él en su primera temporada en la NFL. Ningún QB en toda la historia ha conseguido ganar la Superbowl con menos edad que él, que lo logró con 23 años. Pero, a su vez, también sobresale por unos años de excesos y de conducta inapropiada, abominable y deleznable.
Por ejemplo: en junio de 2006, cinco meses después de convertirse en el QB más joven en llevar al título de la NFL a un equipo, Roethlisberger iba conduciendo su Suzuki Hayabusa 2005 de color negro, sin casco y sin permiso de conducir, por el centro de Pittsburgh cuando colisionó con un Chrysler New Yorker. El QB de los Steelers se golpeó en el parabrisas del coche, rodó por el techo y acabó chocando con la cabeza en el suelo. Tras una operación de más de siete horas de duración en la que se temió por su vida, el resultado fue una mandíbula y una nariz rotas, además de la pérdida de numerosos dientes.
Sin embargo, la gran mancha de Ben Roethlisberger durante aquellos años, el estigma que todavía hace que su figura esté completamente polarizada dentro del deporte estadounidense, es su polémico trato hacia las mujeres, con la pátina de presuntos delitos penales de fondo.
En el año 2009, Ben Roethlisberger fue demandado por la trabajadora de un hotel que aseguró que el QB de los Steelers la había violado en un casino de Lake Tahoe (Nevada) el 11 de julio del 2008 después de que hubiera llamado a recepción para que acudiera a arreglar una televisión de su habitación que no estaba rota. Roethlisberger siempre negó los hechos y contratacó poniendo a su vez una demanda a la trabajadora de ese hotel. Finalmente, el caso de violación no llegó a ser juzgado después de que ambas partes alcanzaran un acuerdo privado fuera de los tribunales en el año 2012 (el sistema judicial estadounidense, regido por procesos costosos, favorece llegar a ese tipo de pactos).
Apenas unos meses después de esa primera demanda, el 5 de marzo del año 2010, Ben Roethlisberger fue acusado de agredir sexualmente a una estudiante universitaria de 20 años en el lavabo de un bar en Milledgeville, la capital del estado de Georgia durante la Guerra de Secesión. Él negó los hechos desde el principio y aseguró que ambos habían practicado relaciones sexuales con penetración de forma consentida. Finalmente, nunca se presentaron cargos contra él.
Incluso, Stormy Daniels, la actriz porno a la que supuestamente el presidente Donald Trump pagó dinero antes de las elecciones presidenciales para silenciar una relación sexual que ambos habrían mantenido en el año 2006, afirma en su libro Full Disclosure, publicado este año, que ella estuvo “aterrada” con Ben Roethlisberger cuando el citado Trump les presentó en Lake Tahoe, ya que el QB de los Steelers la acompañó hasta tu habitación y se quedó aporreando la puerta durante varios minutos cuando ella entró después de negarle “un beso de buenas noches” que Roethlisberger le pidió.
En la ESPN, poco después de que los casos de Lake Tahoe y Milledgeville salieran a la luz y fuera suspendido con seis partidos por la NFL por violar la política de conducta personal (le redujeron la sanción a cuatro partidos), Ben Roethlisberger aseguró que durante años pensó que él era “invencible, intocable y mejor que el resto de personas”. Eso fue en el año 2010, el mismo año en el que Big Ben dejó de amar a Findlay y decidió decirle al mundo que él había nacido en la ciudad ficticia de Corey Dawson.
“¿Dónde está su ética? ¿Su moral? ¿Qué le ha pasado? Crece, ¿sabes lo que quiero decir?”. Las palabras son de Cathy Linhart, la dueña de una zapatería en el centro de Findlay para un reportaje del periodista Jack McCallum en Sports Illustrated en el citado año 2010. Cliff Hite, el entrenador de Ben Roethlisberger en el equipo de football del instituto de la localidad, también quiso expresar su opinión en el mismo texto: “Ben tiene que decidir dónde quiere ir y quién quiere ser. Puse mi dinero en él para que hiciera lo correcto”, mantuvo. Como ellos, muchos ciudadanos de Findlay quisieron expresar su opinión sobre lo que supuestamente había ocurrido aquella noche de marzo en Georgia con aquel jugador de football al que no hace tanto definían como una buena persona. Ben Roethlisberger tampoco se quedó callado: “Mucho de lo que se ha dicho son simples mentiras, lo que es ridículo viniendo de personas con las que has jugado y crees que son tus amigos. Pensaba que la gente estaría orgullosa de mí. En cambio, creo que hay muchos celos”, le dijo a The Courier, el periódico local de Findlay. Y, acto seguido, borró la huella de la localidad en la que creció de la guía para los medios de la NFL. “Fue una especie de bofetada en la cara. Hizo que la gente se enojara. Él creció la mayoría de su vida en Findlay, practicando deportes en Findlay. Hubo mucho dolor con sus palabras”, reconoció Josh Huston, excompañero suyo en el equipo del instituto y exkicker de la Universidad de Ohio State, en otro reportaje de Sports Illustrated, esta vez siete años después, en 2017, y escrito por el periodista S.L. Price.
No se sabe si fue por la influencia de la familia Rooney, la dueña de los Pittsburgh Steelers y famosa por su preocupación por comportarse correctamente y según los principios éticos, pero lo cierto es que Ben Roethlisberger, de nuevo apátrida, cambió totalmente su forma de actuar, por lo menos en público, desde el año 2010. “Cuando me reuní con Ben, me dijo que iba a cambiar su vida. Las palabras son la parte fácil. Ben está en el camino de hacerlo mejor. Es un camino largo, pero es algo que él tiene que hacer”, le dijo al periodista Peter King, también en Sports Illustrated, Art Rooney II, nieto de Art Rooney, el fundador del club, e hijo de Dan Rooney, embajador de Estados Unidos en Irlanda con el presidente Barack Obama pese a que siempre se había dicho que los Rooney son una familia de filiación republicana. Poco más tarde, el 23 de julio de 2011, el quarterback se casó con Ashley Harlan, una asistente médica de New Castle (Pennsylvania), después de pedir el consiguiente permiso a sus dos hermanos varones y a su padre. Juntos, la pareja ha tenido tres hijos y forman una estampa de familia feliz y de postal. Ella, de profundas raíces cristianas, quizá ha influido también en su marido, que hace continuas referencias a la figura de Dios, a la Biblia y a la fe en sus comparecencias públicas. Sea como sea, lo cierto es que Ben Roethlisberger es respetado y querido por sus compañeros, que lo consideran como un líder que siempre está dando buenos consejos e instando a la gente a comportarse con rectitud.
Es decir, portándose de una forma similar a la que se habría portado aquel niño de Findlay al que sus vecinos consideraban una buena persona.
De 2010 a 2016, en la guía de la NFL para los medios de comunicación, Corey Rawson fue el lugar de nacimiento de Ben Roethlisberger. A partir de 2017 y hasta la actualidad, en la guía vuelve a aparecer otro nombre: Findlay. Después de muchísimo tiempo, posiblemente demasiado, en abril de ese año, el QB de los Steelers regresó a la ciudad en la que creció. Acompañado de su padre, Ken, que fue pitcher y QB en la Universidad de Georgia Tech, de su madrastra, Brenda, y de su hermana, Carlee, que jugó al baloncesto en la Universidad de Oklahoma. ¿El motivo? La inclusión de los dos hermanos en el salón de la fama de los deportes del Condado de Hancock y la inauguración de un campo de football para jóvenes con el nombre del jugador de la NFL. “Me dolió mucho (los comentarios de los habitantes de Findlay que aparecieron en los medios de comunicación a raíz de lo ocurrido en Georgia). Me hizo resentirme de esta ciudad. Quiero aprovechar este momento para pedir perdón a los centenares de miles de aficionados que me han apoyado desde el día uno en Findlay. Permití que unas pocas malas palabras dichas por gente nublaran el amor que estos aficionados habéis tenido siempre por mí. Estoy orgulloso y honrado por poder llamar mi hogar y el sitio en el que crecí a Findlay”, sentenció Roethlisberger, micrófono en mano, en el citado acto.
Palabras de Big Ben Roethlisberger, el hombre que nació en Findlay, Ohio, el estado del que se venga continuamente sobre un campo de football.
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