De Sitapha Savané (Dakar, 1978) se pueden decir muchas cosas, entre ellas, que es el senegalés más canario: doce años ha vivido en las Islas (tres jugando para el Tenerife CB y nueve para el CB Gran Canaria). Viniendo de Senegal, después de una mínima estancia en Menorca, Canarias era una parada obligatoria en España; más tarde visitó Badalona y, por último, Madrid. Cuando conoció a LeBron James se dio cuenta de que se había equivocado con él. Ambos comparten, también con otros compañeros como Pau o Marc Gasol, pasión por el baloncesto, pero, sobre todo, inquietudes sociales. Todos ellos son embajadores de un mismo deporte, no solo por encestar canastas, sino por los valores que transmiten. Aprovechan su condición para decir lo que piensan, pese a quien le pese, sin miedo a la polémica. Su interés por el activismo y la política le viene de familia: su madre fue funcionaria en la ONU y su padre, que llegó a estar en la cárcel, fue político de primera línea en su país natal. Más pronto que tarde a él le llegará la hora. Tras descolgarse del aro el pasado mes de mayo —es el extranjero con más partidos en la historia de la ACB—, seguirá viajando, aunque de distinta manera. Como comentarista de Movistar+ y cumpliendo una fantasía de niño y estudiante: es el primer deportista profesional que ha sido admitido en el MBA Ejecutivo del ESCP Europe, el décimo mejor máster en administración de empresas del mundo según Financial Times. Savané es mucho más que un jugador de baloncesto, no todo es lo que parece.

—¿La vida de Sitapha Savané tiene más valor como baloncestista, como deportista profesional, o como activista, como persona?

—Como persona. Desde luego, uno siempre ha sido y será persona. Doy mucho más valor a quién soy y a lo que pienso que a lo que hago en un momento determinado de mi vida. Durante muchísimos años, he sido jugador profesional de baloncesto, te da mucho a conocer. Ahora, empiezo otra fase sin ni siquiera haberla visto venir, y hay muchas otras cosas que vienen que sí tenía planificadas. También vuelvo a las aulas, empiezo a cursar un máster ejecutivo, un MBA, y tengo muchos proyectos delante unidos a mis valores, que se mantienen a lo largo de la vida.

—¿Es más importante ser embajador de un deporte o de unas ideas?

—De unas ideas. Para ser embajador de un deporte creo que uno debe tener valores que van ligados a ese deporte, no solo se trata de ser alto y meter algunas canastas. Hay unos valores ligados al deporte que hay que transmitir.

—Te sientes tan español como senegalés, ¿no hubiera sido mejor jugar al lado de Pau o Marc que defenderlos?

—Desde luego que sí, eso lo diría cualquier persona del baloncesto (sonríe). Ahora que acabo de cumplir 40 años, casi la mitad de mi vida la he vivido en España, por eso siento a esas dos culturas dentro de mí. A la hora de jugar con una selección, y, además, en el momento de elegir, lo lógico era hacerlo con Senegal, que es donde nací y donde me crié. Hasta la fecha, era donde más lógico me parecía jugar. Además, le hacía más falta a la selección de Senegal que a la de España, que ya iba bastante sobrada de pívots (ríe).

—¿La gente que se va de África sueña con volver, o no?

—Yo me marché, pero, realmente, mi sentir es que nunca lo hice. Físicamente quizás me haya marchado, pero en mi cabeza, en mi corazón, considero que aún vivo en Senegal, aunque diez meses al año, de los últimos dieciocho, los he pasado fuera. Sueño con el día en que pueda estar presente físicamente muchísimo más, pero hasta ahora no ha sido posible por obligaciones profesionales.

—¿Crees en la labor de las oenegés? Ha habido mucho fraude, y lo sigue habiendo.

—No solo creo, lo he visto. Puedo decir que he sido testigo, y lo sigo siendo, de la enorme labor que hacen muchísimas oenegés. Me parece extremadamente injusto que se ponga en tela de juicio a las oenegés por casos particulares que se puedan dar. Iba a utilizar el caso de la política, pero quizás ya no sea el mejor ejemplo, ya que los casos aislados acaban siendo bastantes más (sonríe). Cuando hablamos de oenegés, no son cientos, sino miles, las que hacen una labor enorme, literalmente salvan vidas cada día. Repito, me parece muy triste que se dude de todas en general por culpa de alguna, o de alguna persona.

—Allí, se suele ver a niños con camisetas de fútbol de equipos españoles. A nosotros, viviendo tan lejos, ajenos a su situación, nos puede parecer una imagen muy tierna, como muy entrañable. ¿Qué significa para ellos el fútbol?

—El deporte tiene esta cosa de unirnos. La imagen de esos niños africanos no me parece muy diferente a la que veo en el parque cuando voy con mi hijo, la de todos los niños españoles jugando al fútbol. A esa edad, no hay gran diferencia, por no decir casi ninguna. La diferencia viene con el paso de los años, por las oportunidades que los niños de aquí van a tener y los de allí no. Desde luego, debemos de trabajar en eso, en que las oportunidades de esos niños vayan subiendo.

—Antes, hablábamos de Pau o Marc, que pueden ser perfectamente la excepción que confirma la regla, como LeBron James. ¿Los deportistas no tienen opinión?

—Recientemente, tenía esta conversación con otros compañeros deportistas. Siempre he defendido que la inmensa mayoría, la misma proporción que en cualquier otro gremio, tiene sus opiniones y las expresa en su ámbito privado, lo que pasa es que el deportista está en el foco público y ahí muchas veces se elige no entrar a opinar para evitar muchas de las polémicas que pueden salir de ello. Yo lo he vivido muchísimo porque sí que soy de esas personas que habla, además de política (ríe), que puede ser lo más polémico que hay. Te llevas muchos palos y muchas críticas por hacerlo, pero he seguido haciéndolo, no porque me encante la polémica, sino porque creo que es muy necesario que los que tengamos el valor hagamos esto para que los que vengan después puedan, con mucha naturalidad, hablar de deporte, de política, de religión o de lo que sea. Podemos ser líderes, como Lebron James o Pau.

—Por cierto, con LeBron James coincidiste alguna vez.

—Sí, sí, con LeBron James coincidí en el Mundial de Japón (2006), el que ganó, justamente, España. Yo iba con Senegal, estábamos en el mismo grupo, nos hospedábamos en el mismo hotel y tuve la oportunidad de conocerlo. Me llevé una muy buena imagen de LeBron, muy distinta de la que quizás tenía, la del típico jugador chulo americano. Ya se le veía lo que hoy en día nos está demostrando, siendo un activista aparte de un deportista.

—Aburren los eternos clichés de los deportistas: los coches, los tatuajes, etc. Es difícil encontrarse a uno con discurso como tú, por ejemplo.

—Es muy diferente de un deporte a otro. En mi caso, en el baloncesto, de lo que más puedo hablar, hay muchísima gente formada. Los habrá con mayor formación o menos, como en cualquier gremio, pero, desde luego, no considero que en el baloncesto se aplique el cliché del deportista medio analfabeto que no se entera. Para jugar bien al baloncesto hay que tener cabeza, ser capaz, realmente, de entender el juego para llegar a cierto nivel. Repito, en todos los vestuarios en los que he estado, he hablado muchísimo de política, de cualquier cosa de relevancia para la sociedad, pero la gente está en todo su derecho, porque no han elegido ser políticos, sino deportistas, de no pronunciarse públicamente sobre temas que puedan ser muy polémicos.

—En los vestuarios, ¿hay más jugadores de derechas o de izquierdas?

—Se tira más hacia la centroderecha, pero también hay gente de izquierdas.

—¿Ambos quieren lo mejor para su país?

—Yo soy de los que piensa que cualquier político ha de querer lo mejor para su país. En mi opinión, en un principio, la diferencia está en el camino que cada uno considera que es el mejor para llegar a este punto, como político o como ciudadano. Igual soy un ingenuo, pero pienso que cualquier político decente quiere lo mejor para su país, aunque algunos están muy equivocados (ríe).

—Eres el primer deportista profesional en entrar en un MBA de este nivel. Es una vía distinta, la mayoría tendéis a seguir ligados al deporte cuando os retiráis. ¿Hay miedo a averiguar lo que hay fuera de esa burbuja?

—El miedo que pueda tener cualquiera de salir de esa zona de confort, después de casi toda una vida dedicado a una cosa. En el deporte, para llegar a profesional, la mayoría ha empezado a dedicarse en serio a esto desde los 10 o 12 años. Yo empecé tarde, con 14 o 15. Llevo más de la mitad de mi vida en este mundo y muchos compañeros me miran con miedo por el salto que voy a dar. En mi caso, muchos saben de mis intereses y llevo tiempo diciéndolo. Aun jugando he seguido educándome, haciendo cursos online y demás. Pero, para muchos, si tu pasión es el deporte, tu trabajo es el deporte y lo que has aprendido es el deporte, lo lógico es seguir en esa línea.

—De todas formas, en parte, tú también has entrado en el ruedo como comentarista deportivo, otra de las facetas en las que os soléis prodigar.

—Claro, ahí está la gracia. He acabado en un sitio que buscan muchos deportistas después de acabar su carrera.  Este era uno de los únicos trabajos ligados al deporte que me planteaba porque no supone estar dentro del día a día del baloncesto, sino hacer lo que haría como fan: comentar. La diferencia es que en vez de hacerlo con los del bar, mis amigos, o en el sofá con mi familia, pues tengo la oportunidad de hacerlo con grandes profesionales de esto y en la tele.

—¿Dónde hay más juego sucio: en el deporte, en la política o en el periodismo?

—No conozco suficiente, todavía, el mundo del periodismo, aunque tengo muchos amigos periodistas. De hecho, esto es un secreto, yo de niño quería ser periodista, siempre jugaba delante del espejo diciendo: Here, international correspondant Sitapha Savané for… (se mete en el papel). Me parecía una profesión increíble. La política la tengo en la familia, diría que es donde he visto más juego sucio. En el deporte se puede jugar duro, yo me consideraba un jugador duro, pero nunca un jugador sucio, aunque los hay, obviamente. En la política, por desgracia, hoy en día, es más la norma que la excepción.

—El año que viene son las elecciones municipales, ¿ha hablado contigo Pablo Iglesias?

—(Ríe) No, Pablo Iglesias ahora mismo está haciendo una gran labor como padre, estoy encantado de saber que les va muy bien a él y a Irene Montero. No, todavía no hemos hablado de ningún tema de candidatura ni nada parecido. Mi futuro, a corto plazo, es cursar este MBA y, en el camino, la tele se ha cruzado y ya me lo ha llenado bastante.

—Con vistas al futuro, ¿planteas meterte en un partido político como Podemos?

—Yo nací en la política, por mi familia me he criado con la política, por eso siempre me he sentido involucrado de forma más activa o menos. Me ha llegado la posibilidad de presentarme, todavía no lo he hecho, pero no descarto que en un futuro pueda ser.

—Una vez te dijeron que no estabas capacitado para hacer carrera en la ACB, ¿te lo han dicho también en el terreno político?

—Pues fíjate, parece mentira, pero en política todos me han dicho que tengo que entrar, así que me habrán visto mejor para la política que para el baloncesto, es un poco triste (ríe).

—Para ser deportista de primer nivel hay que dejar de lado muchas cosas, la vida social. Si en algo se parecen la política y el deporte es en eso, es muy sacrificada.

—Sí, además, no es solo sacrificio de tiempo, son trabajos que te afectan a ti y a tu familia porque estás en el ojo del huracán. El escándalo por el que pasa un político afecta también a su familia. Yo lo viví como hijo de un político de primera línea en Senegal. El deporte te quita por partida doble: físicamente te aleja muchísimo de tu familia y cuando perdía partidos y estaba de mal humor, sinceramente, no era el mejor padre o el mejor marido en aquel instante.

—Ahora que inicias una nueva etapa, ¿la ambición que tienes es comparable a la de aquel chico que soñaba con jugar alguna vez en la NBA? Los principios son muy ilusionantes, luego hay que demostrar.

—Honestamente, me hace muchísima ilusión empezar esta etapa, esta vuelta a las aulas. Este MBA es algo que llevaba mirando desde hace tiempo. Era un objetivo bastante difícil de alcanzar, entrar en un sitio que está arriba en el ranking mundial, seguramente va a determinar muchísimo mi futuro. La tele se ha cruzado y ha sido una cosa que me llamó la atención, soy una persona muy curiosa, me encanta aprender cosas nuevas. Además, como te mencioné antes, siempre tuve esa cosa con el periodismo, de niño, es como vivir una fantasía.

—¿Dónde te ves dentro de diez años: de presidente de Senegal o de comentarista deportivo?

—Seguramente, en la política, en diez años, estaré muy involucrado, lo tengo clarísimo. A estas alturas, no sé si estaré en Senegal o en España, lo que me mueve para entrar en política es contribuir a mejorar la sociedad. Como me siento tanto español como senegalés, no descartaría hacerlo por ninguna de las dos partes.

4 COMENTARIOS

  1. […] Sitapha Savané, el extranjero con más partidos en la historia de la ACB, Guille Giménez, narrador, y Amaya Valdemoro, que es considerada como la mejor jugadora española de baloncesto de siempre, comentan la temporada para Movistar +. Los tres analizan la actualidad de dicho deporte para A LA CONTRA a falta de, aproximadamente, un mes para el comienzo de la NBA y la Euroliga, mucho menos para la Liga Endesa. Se mojan en cuál será la franquicia revelación de este año, además del ganador del anillo, la retirada de Manu Ginobili y el papel que tendrá Luka Doncic en los Dallas Mavericks. Eligen entre LeBron James y Stephen Curry, y entre Pau y Marc Gasol. Dan su quinteto ideal, el mejor equipo de la historia, así como el mejor partido que recuerdan haber visto o vivido. […]

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