Julen Lopetegui ha declarado en conferencia de prensa que no está a favor del partido que disputarán en Miami el Girona y el Barcelona. Su argumento es que no favorece la igualdad de la competición, dando a entender que el Barça sale beneficiado del cambio de campo. Los gerundeses ya no serán locales y eso les causa un teórico perjuicio que es ventaja para su adversario.
Personalmente, me parece hilar muy fino. Pensar que se altera la igualdad de la competición por el hecho de jugar un encuentro en el extranjero es bastante exagerado. El Barcelona ganó 0-3 el pasado año en Montívili y, aunque no niego la importancia relativa del factor campo, me cuesta creer que sea algo fundamental entre rivales de tan diferente rango. Del mismo modo, podría decirse desde Barcelona que el viaje a Estados Unidos supone un cansancio añadido para los jugadores del Barça que altera la igualdad competitiva con respecto a otros contendientes por el título. Si hay ganas de enredar nunca faltan justificaciones.
Me queda suponer que Lopetegui sostiene una postura institucional; las tiranteces entre Florentino y Tebas son conocidas. Entiendo la oposición a Tebas, pero dejo de comprender a quien se opone también a los intereses de la Liga. Esa identificación entre el presidente y el organismo que preside es absolutamente perniciosa. Tebas no es la Liga, aunque le gustaría, y tampoco lo es el Real Madrid, aunque lo crea. Por encima de ambos está la totalidad de los clubes profesionales, al menos en los márgenes del campeonato nacional de Liga.
Los recelos del Real Madrid hacia el partido de Miami delatan una susceptibilidad superlativa que se instauró ya hace muchos años cuando alguien denunció la existencia de una malvada quinta columna sin otro objeto que mangonear en el club. Nunca existió más allá de alguna fobia personal, pero permitió considerar las críticas como actos de sabotaje. Al grito de “¡Nos atacan!” se ha construido un escudo antimisiles que no encaja con el liderazgo natural y relajado que debería ejercer el club más laureado del continente. Si alguien ha perseguido al Real Madrid a lo largo de su historia es por la única razón de que suele marchar por delante.
En el caso de Tebas, el presidencialismo es la enfermedad. El máximo responsable de la Liga debería ocupar un segundo plano para que fueran los clubes los que disfrutaran del centro del escenario. Al no hacerlo, los enemigos de Tebas disparan sin discriminar y así ponen en duda un partido en el extranjero que es fundamental para una expansión internacional de la que se beneficiarán todos. Unos y otros.
Pues si todo nos da igual, dejemos de hilar fino…que se juegue el Barsa-Madrid, Atleti-Madrid o el Barsa-Atleti en US…