Dos larguísimos años de espera han pasado antes de que Le Golf National, en los alrededores de Versailles, acoja a partir de mañana una nueva edición de la mítica Ryder Cup, la competición bienal de golf que enfrenta a Europa contra Estados Unidos. El campo francés, de 6.703 metros y con un par de 71 golpes (será también la sede de las pruebas de golf en los Juegos Olímpicos de París de 2024), dirimirá la disputa de un legendario torneo que se decanta claramente a favor de los europeos en las últimas dos décadas (desde 1995, Estados Unidos ha vencido en tres ocasiones y Europa en ocho, incluida la espectacular remontada cosechada entre gritos de “Seve, Seve” en el campo de Medinah, Illinois, en 2012, en la primera Ryder celebrada tras el fallecimiento del golfista cántabro), pero en el que los estadounidenses, que no repiten entorchado desde el año 1993 (su último triunfo en terreno europeo), defienden título tras su incontestable victoria de hace dos años en Minnesota (17-11).
A priori, los jugadores capitaneados por Jim Furyk (después de Phil Mickelson, el estadounidense con más presencias en la Ryder) parten como claros favoritos (si es que esta impredecible competición puede tener un favorito) gracias a un equipo pleno de actuales campeones de Grand Slam (Brooks Koepka y Patrick Reed, si bien 9 de sus 12 jugadores saben lo que es ganar un major), seis top ten del ránking mundial (Dustin Johnson, el propio Koepka, Justin Thomas, el cada vez más estrella Bryson DeChambeau, Rickie Fowler y Jordan Spieth) y la experiencia y la calidad de los recuperados Mickelson y Tiger Woods (aunque la Ryder suele ser un torneo esquivo para el tigre, donde ha padecido más que disfrutado), que este año han vuelto a vencer un torneo del PGA Tour tras un lustro sin conseguirlo. Mientras, el danés Thomas Bjorn, que nunca perdió una Ryder Cup como jugador, capitaneará un equipo europeo que no tiene el extenso palmarés de los golfistas estadounidenses y que quizá no ha logrado en 2018 tan buenos resultados como los norteamericanos (en el PGA Tour, únicamente han conseguido alzar algún trofeo Justin Rose, en dos ocasiones, Jon Rahm, Paul Casey, Rory McIlroy, Ian Poulter y Francesco Molinari, que también se adjudicó el Open Británico), pero que cuenta con suficientes jugadores imbuidos por ese espíritu Ryder que tan bien le ha venido siempre en este torneo a esa Europa caracterizada durante décadas por el liderazgo del inigualable Severiano Ballesteros. De ese modo hay que entender que Bjorn se haya decantado en sus elecciones de capitán por jugadores como el citado Poulter (especialista en torneos de match play), Paul Casey, Henrik Stenson o Sergio García: puede que estén lejos de su mejor momento de forma, pero son golfistas Ryder (sobre todo Poulter y el español, que acumula 22.5 puntos en todas sus apariciones) y experimentados que deben contrarrestar la bisoñez del cuadro europeo (Tommy Fleetwood, Tyrrell Hatton, Alex Noren, Thorbjorn Olesen y Jon Rahm debutan en la competición). La tranquilidad de Molinari y el talento de Rose y McIlroy serán los otros apoyos sobre los que Europa tendrá que cimentar su posible triunfo.
Porque la espera ha terminado y la Ryder Cup ya está aquí. Disfruten. Ojalá este fin de semana no se terminara nunca.
Postdata: Voy a olvidar incluir a propósito unos cuantos acontecimientos importantes de deportes mayoritarios (Mundial de Fútbol, Final NBA, Final UEFA Champions League, etc.) y seguro que no están todos los que deberían estar (la lista preliminar era mucho más amplia que una decena), pero aprovecho la llegada de la Ryder Cup para destacar los diez acontecimientos deportivos que, bajo mi humilde opinión, un obseso del deporte no debería perderse nunca. Mi lista para esos frikis que no salen de su casa en todo el fin de semana y que se pasan las horas sentados en el sofá viendo cualquier tipo de deporte por televisión es la siguiente:
– Ryder Cup: Cada dos años y durante tres únicos días, doce golfistas europeos contra doce golfistas estadounidenses. El viernes, cuatro partidos de la modalidad foursome (por parejas alternando golpes) y otros tanto de la modalidad fourball (cada jugador juega con su propia bola y en cada hoyo puntúan los mejores resultados de cada pareja). El sábado, otros cuatro partidos de foursome y otros tantos de fourball. El domingo, doce partidos individuales en la modalidad match play (por hoyos ganados, no por golpes totales). Posiblemente, pocos acontecimientos deportivos producen mayor emoción que este torneo, un continuo ejemplo de imposibles remontadas. Y, sí, lo que ocurrió en 2012 en aquel campo de golf de Medinah (Illinois) es el paradigma.
– Clásicas de Ciclismo: Estamos en la semana del Campeonato del Mundo y la prueba de ruta podría ser una opción tan válida como el Tour de Francia (que sería la opción más obvia), pero me decanto por las Clásicas. Y, todavía siendo más concreto, por los cinco monumentos del ciclismo: Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, Lieja-Bastoña-Lieja y Giro de Lombardía. Cinco carreras míticas y una única forma para definirlas: épicas.
– Superbowl: Puede que no te guste el football y que, incluso, tengas pereza a la hora de acercarte a él (no deberías, ya que no conozco un deporte que haya creado más adición que este a decenas de personas cuando lo han conocido), pero la final de la NFL, allá por el primer domingo de febrero, la tienes que ver de forma obligada. ¿Por qué? Por una razón muy fácil de entender: nadie retransmite deporte mejor que los estadounidenses y la Superbowl es un espectáculo inigualable a nivel visual.
– Torneo VI Naciones: Si alguna vez hubiera que elegir un torneo que sirviera para ejemplificar todos los valores más clásicos del deporte, seguramente mucha gente se decantaría por el Torneo VI Naciones. Tradición, respeto y nobleza en un torneo legendario. Y, sobre todo, rugby de gran nivel.
– Final 100 metros Juegos Olímpicos: Dura 10 segundos, pero se disfruta durante muchísimo tiempo, quizá toda una vida. Si no, piensen en Jesse Owens delante de Hitler en Berlín 1936, en Carl Lewis en la década de los ochenta o en Linford Christie en Barcelona 1992, los Juegos Olímpicos que lo cambiaron todo. Si no, piensen en Usain Bolt en Pekín, en Londres y en Río de Janeiro. Probablemente, esos 9,69, 9,63 y 9,81 segundos del atleta jamaicano son de los mejores recuerdos que el deporte les haya regalado nunca. Porque, de hecho, no hay absolutamente nada en el deporte mejor que unos Juegos Olímpicos.
– World Series MLB: Esta elección está muy bien traída, ya que se esta acabando septiembre y, con la llegada de octubre, como cada año, llegan también los playoffs de la Major League Baseball y, especialmente, las World Series (Series Mundiales) a siete partidos entre el campeón de la Liga Americana y de la Liga Nacional. Para los estadounidenses, el béisbol es su pasatiempo nacional (y el deporte que mejor define, precisamente, su manera de consumir deporte), pero hay dos razones que convierten al béisbol (y a las World Series) en un deporte que merece estar en esta lista. Primero, porque, salvo el boxeo, no hay mejores historias para la cultura popular que las historias de beisbolistas (Babe Ruth, Lou Gehrig, Jackie Robinson, etc.). Segundo, porque posiblemente no hay ningún deporte que mejor defina la esencia del deporte, la emoción más pura, que el béisbol: pese a su lógica, en apenas unas milésimas de segundo, todo puede cambiar. No hace falta irse muy lejos para comprobarlo: únicamente tienen que revisar las World Series de 2016 entre los Chicago Cubs y los Cleveland Indians. ¿Milagroso? No, simplemente béisbol.
– Wimbledon: Podría haber elegido esa Copa Davis que expira este año, ya que se trata del torneo con el ambiente más competitivo dentro del mundo del tenis, pero Wimbledon es sencillamente único, singular y diferente. Su hierba, el bote irregular de la bola, sus costumbres, sus tradiciones, el hecho de que sea un torneo que existe prácticamente desde el inicio de la época moderna del tenis… Wimbledon es el TORNEO.
– Grand National: Que me perdonen Jessica Lawrence y su acento por no elegir La carrera por las rosas (el Derby de Kentucky, “Los dos minutos más excitantes en el mundo del deporte”, como dicen en Estados Unidos, y primera, en el sábado inaugural del mes de mayo, de las tres carreras de la Triple Corona estadounidense) y también los faranduleros nobles que se dan cita cada mes de junio al amparo de la familia real británica en la Royal Ascot (en Estados Unidos, la NBC hace una cobertura especial de la tradicional cita británica, con sus periodistas vestidos con levitas, sombreros, pamelas y tocados), pero el Grand National es la prueba clásica entre clásicas de las carreras de caballos, si bien, en este caso, sea en modalidad de obstáculos. Velocidad y resistencia en una carrera de cuarenta caballos con un recorrido de poco más de cuatro kilómetros de trazado. Inigualable y bello.
– March Madness NCAA: El gran baile de la División I de la NCAA de baloncesto universitario masculino de Estados Unidos es un homenaje, en particular, al baloncesto y, en general, al deporte. Decenas de partidos, siempre eliminatorias directas, en apenas unas semanas hasta llegar a la Final Four por el título nacional. Y lo mejor de todo es que cada año, absolutamente todos los años, alguno de los equipos máximos favoritos queda eliminado en las primeras rondas ante uno de los conjuntos denominados underdogs (es el término con el que describen los anglosajones a esos conjuntos que no tienen ninguna posibilidad de ganar, pero que acaban dando la sorpresa). Sin ir más lejos, pregunten el año pasado por la Universidad de Loyola Chicago y por lo que consiguió.
– Regata Oxford-Cambridge: Vamos a imaginar. Primero, están en Londres. Segundo, pasean por la orilla del Támesis. Tercero, es domingo y es primavera. Entonces, quizá puedan disfrutar de una regata que se inició en 1829 y que cuenta con poco menos de 7 kilómetros de recorrido, pero que te atrapa con su emoción hasta el punto de verte, de repente, animando a los de azul claro de Cambridge o a los de azul oscuro de Oxford.
Y de regalo:
– Copa América de vela: Cuenta con dos de los condicionantes más importantes para ser emocionante: el mar y el viento. Pero es que encima para que se celebre un club tiene que retar al defensor del título y el trofeo que se le da al campeón recibe el nombre de la Copa de las Cien Guineas. Sencillamente, insuperable.
– Triple Corona de Automovilismo: Gracias a la ambición de Fernando Alonso, la Triple Corona del Automovilismo ha generado un mayor interés entre el público. Y no es para menos: el asfalto del Gran Premio de Mónaco se convirtió en mito elegante gracias a pilotos como Graham Hill, Michael Schumacher, Alain Prost y, sobre todo, Ayrton Senna, ídolo entre ídolos; y pocas cosas son más imprevisibles que las que ocurren en el óvalo de las 500 Millas de Indianápolis con coches circulando a más de 350 kilómetros por hora, aunque, tal vez, la gran competición de las tres sean Las 24 horas de Le Mans. Velocidad, resistencia, habilidad, talento… Lo tiene todo.
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