Novak Djokovic, 31 años, ganó su tercer US Open y ya suma 14 títulos del Grand Slam, los mismos que Pete Sampras, tres menos que Nadal y seis menos que Federer. Su victoria ante el argentino Juan Martín del Potro (29) por 6-3, 7-6 (4) y 6-3 confirma la fabulosa resurrección del jugador serbio, que ya venció en Wimbledon después de una temporada y media en blanco por culpa de una lesión en un codo. Al final, los tres mejores jugadores de la historia —opinión personal y dato estadístico— se han repartido los Grand Slam de 2018 en orden celestial, no casual: Federer (Australia), Nadal (Roland Garros) y Djokovic (Wimbledon, US Open).
Hace nueve meses, a finales de enero, Djokovic fue operado del codo derecho, una vieja lesión que le lastró en 2017. Su puesto en el ránking era el 13º. Volvió en Indian Wells, pero todavía estaba muy lejos de parecerse a sí mismo. En mayo era el 22º del mundo. Sin embargo, si algo distingue a los genios es su capacidad para superar las dificultades. Djokovic arrancó la temporada de hierba siendo finalista en Queens (dispuso de una bola de partido ante Cilic). Ya en Wimbledon necesitó una victoria épica ante Nadal en semifinales (6-4, 3-6, 7-6, 3-6 y 10-8) para convencerse de que había regresado a lo más alto. Por fin había recuperado el tenis y la memoria.
Su triunfo en Cincinnatti ante Federer (6-4 y 6-4) fue otra señal y otra mención honorífica: primer jugador que completa el Golden Masters en su carrera (victorias en los nueve Masters 1.000). La última prueba del resurgir de Djokovic es su victoria ante otro tenista renacido, Del Potro. El argentino estuvo al borde de la retirada en 2015 por sus lesiones crónicas en las muñecas (esa temporada fue operado tres veces en quince meses). El revés a dos manos de la Torre de Tandil destrozaba sus tendones cubitales. Por fortuna para él, Del Potro también es un genio. Y volvió.
La final era una batalla con un claro favorito. Para Djokovic era la 23ª de Grand Slam. Para Del Potro, la segunda. Hace nueve años venció a Federer en Nueva York (3-6, 7-6, 4-6, 7-6 y 6-2); nunca había transcurrido tanto tiempo entre la primera final y la segunda de un jugador en la Era Open (desde 1968). Los enfrentamientos directos también señalaban la superioridad del serbio: 14-4.
Si nos ceñimos al torneo, es cierto que ambos llegaban en perfectas condiciones. Esa aparente igualdad se deshizo en el octavo juego del primer set, cuando Novak rompió el servicio del argentino y se adelantó 5-3. No perdonó luego con el saque propio. Fue la primera dentellada de un tenista superior, la señal, para Del Potro, de que ha nacido en el momento equivocado. Hace 20 años hubiera sido uno de los grandes; ahora es justo el que va después.
Con el techo cerrado por la lluvia en Nueva York y con el ruido atronador de las últimas dos semanas, Del Potro se resistió al destino. La mitad del partido se disputó en un solo juego, el octavo del segundo set, 4-3 para Del Potro y servicio de Djokovic. Tras ocho deuces, se lo llevó el serbio. En el tie-break (4-4 en los antecedentes entre ambos) volvió a imponerse la experiencia… y la calidad: 7-4 para el europeo. Para del Potro, la cuesta arriba se había convertido en el Everest.
Deportivamente, la final no tuvo mucha más historia. Djokovic se llevó 3,8 millones de dólares por la victoria y Del Potro 1,85. Al margen del juego y del dinero, y para mediar en el debate del machismo tan en boga en el US Open, conviene destacar que Allison Hughes fue la juez de silla, la segunda mujer que dirige una final en Nueva York. A diferencia de lo que sucedió en la final femenina con Carlos Ramos, el juez de silla al que Serena llamó «ladrón», Hugues sí fue homenajeada antes de la entrega de premios.
Los 14 Grand Slam de Djokovic plantean un debate apasionante: ¿será capaz de dar alcance a Nadal (32), o incluso a Federer (37)? Si está en forma todo es posible. Entre 2015 y 2016, acumuló cuatro títulos consecutivos (Wimbledon, US Open, Australia y Roland Garros). Es lógico pensar que Sampras quedará muy pronto atrás en la relación de mitos, igual que lo ha hecho Borg. El sueco consiguió once Grand Slams, aunque nunca sabremos los que habría sumado de no haberse retirado a los 26 años. Por cierto, Borg perdió cuatro finales del US Open (dos contra Connors y dos frente a McEnroe), se dice que porque no veía bien con la iluminación artificial de Flushing Meadows.
Hará falta tiempo para tomar perspectiva y valorar el prodigio al que estamos asistiendo. Desde 2004, de los 60 títulos de Grand Slam que se han disputado, 50 los han ganado Federer, Nadal y Djokovic. Sólo han dejado tarta para Gaudio (Roland Garros 2004), Safin (Australia 2005), Wawrinka (Australia 2014, Roland Garros 2015, US Open 2016), Murray (US Open 2012, Wimbledon 2013 y 2016), Del Potro (2009) y Cilic (US Open 2014). Y otro dato demoledor: Del Potro y Marin Cilic, ambos con 29 años, son los únicos tenistas menores de 30 que han ganado un Grand Slam y ninguno volverá a repetir antes de la treintena (ambos cumplen en septiembre). La historia es cruel con los humanos cuando proclama a sus dioses.
???@djokernole defeats Del Potro 6-3, 7-6, 6-3 to win his 3rd title in Flushing Meadows!
He now ties Pete Sampras for third place all-time on the Grand Slam singles titles list with 14.#USOpen pic.twitter.com/xwzzmr22E0
— US Open Tennis (@usopen) 9 de septiembre de 2018
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