El pasado jueves, en Cleveland, la ciudad conocida en Estados Unidos como “El error junto al lago”, los Browns derrotaron a los New York Jets (21-17) y volvieron a vencer un encuentro oficial después de 635 días sin conocer el triunfo, desde que derrotaron a los Chargers el 24 de diciembre de 2016 (20-17). La victoria es ya de por sí importante para una franquicia acostumbrada al desastre (tres ejemplos: son, junto los Detroit Lions de 2008, el único equipo de la NFL que ha acabado una temporada con 0 victorias y 16 derrotas, en 2017; muchos de sus aficionados acudían a su estadio con bolsas de papel puestas en la cabeza para ilustrar su vergüenza ante el juego desplegado por sus jugadores y la empresa Budweiser llegó a prometer cervezas gratis para sus hinchas cuando por fin llegara una victoria que nunca, pese a estar cerca muchas veces, terminó de llegar), pero aumenta exponencialmente su significado por la forma en la que sucedió: a falta de 1 minuto y 42 segundos para el descanso, con 0-14 a favor de los Jets en el marcador, Tyrod Taylor, QB de los Browns, abandonó el encuentro por culpa de una conmoción cerebral, dejando su lugar en el campo a Baker Mayfield. Y el número 1 del pasado draft, que estaba siendo reclamado de forma unánime por su afición desde el primer cuarto, guió a su equipo hacia la victoria a base de pases (201 yardas en 17 de 23 intentos, para lograr un rating de 100.1) y convicción. Bueno, y también gracias a sus compañeros de la defensa, en realidad, el elemento más desequilibrante del choque.
En cualquier caso, que lo anecdótico del corto plazo no os prive de ver lo trascendental: Baker Mayfield ya está aquí. Ámenle. U ódienle.
Nacido en Austin (Texas) el 14 de abril de 1995, hay un adjetivo que nunca verán asociado a Baker Reagan Mayfield, el hijo de James y de Gina, el hermano de Matt: desapercibido. Para algunos, el QB de los Browns es un quarterback moderno, con movilidad, resistente a los tackles, con capacidad para crecerse ante las adversidades y marcar una exitosa era en la NFL. Los que piensan así encuentran razones en los datos: Mayfield terminó su última campaña en la Universidad de Oklahoma con más de 250 yardas de pase y al menos 2 touchdowns en cada partido, es el jugador con las dos mejores marcas de rating en una temporada entera en la historia de la NCAA y sus logros le llevaron a alzarse con el Heisman Trophy del curso pasado al mejor jugador de football universitario. En cambio, para muchos otros, Mayfield no es más que un fanfarrón, un chulo, un jugador amante de los problemas y de las polémicas. Estos últimos también encuentran razones para defender su tesis.
Por ejemplo, con lo que sucedió el 28 de octubre de 2016, en el partido que la Universidad de Oklahoma disputó contra la Universidad de Texas Tech, la universidad en la que militó en primer lugar Mayfield hasta que fue transferido a los Sooners en 2014. Ese día, el QB saltó al campo con una camiseta en la que venía estampada una palabra, “Traidor”, la misma palabra con la que le habían recibido en sus camisetas los aficionados de Texas Tech un año antes.
O, por ejemplo, con lo que sucedió el 9 de septiembre del 2017 después de que la Universidad de Oklahoma ganara a la Universidad de Ohio State: nada más terminar al encuentro, Mayfield empezó a recorrer el terreno de juego con una gran bandera de los Sooners que plantó, animado por sus compañeros, en la línea de 50 yardas. Días después se disculpó por su comportamiento, aunque más tarde manifestó que nunca se arrepentiría de esa celebración. En cualquier caso, la mejor contestación se la dio al periodista Jack Dickey unos meses después en un reportaje en Sports Illustrated: “Así es el juego, las emociones están rodando. Habíamos estado esperando ese partido por mucho tiempo. Sucedió. Lo que sea. No creo que sea algo tan importante como otros están haciendo que sea. Y creo que al menos hice felices a algunos aficionados de la Universidad de Michigan”, aseguró. El veneno de esas palabras se entiende al explicar el contexto: la rivalidad entre los equipos de la Universidad de Michigan y de la Universidad de Ohio State es brutal, hasta el punto de protagonizar cada año The Game, uno de los grandes partidos de la temporada de la NCAA, sino el que más.
O, por ejemplo, sobre todo, con lo que sucedió el 18 de noviembre de 2017 en la aplastante victoria de la Universidad de Oklahoma contra la Universidad de Kansas (41-3). Primero, los cuatro capitanes de Kansas le negaron el saludo en el sorteo inicial, a lo que Mayfield respondió riéndose y aplaudiéndoles. Después, las cámaras de ESPN pillaron al QB de los Sooners girándose a las gradas y gritándole a los aficionados de Kansas: “¡Vuestro equipo sólo lleva una victoria! ¡Id a animar al equipo de baloncesto!”. Por último, tras un touchdown de su equipo, Mayfield se quitó el casco, se llevó la mano derecha a su entrepierna y, mientras se agarraba el pene, les dijo tres veces a los jugadores de Kansas: “Fuck you! (¡Qué os jodan!)”.
Ese último día, Mayfield llegó tan lejos que tuvo que ser castigado: su entrenador, Lincoln Riley, le retiró la capitanía y le dejó en el banquillo en el último partido de la liga regular contra la Universidad de West Virginia. Pero lo verdaderamente importante de lo que ocurrió no fue eso, sino los gestos y las palabras que acompañaron a esas decisiones. Por un lado, que el resto de capitanes llevaran la camiseta del ausente Mayfield al sorteo inicial del partido entre Oklahoma y West Virginia. Por otro lado, que Lincoln Riley dijera lo siguiente al anunciar su castigo en rueda de prensa: “A pesar de esto, no importa cuánto tiempo siga entrenando, dure lo que dure mi carrera, no sé si alguna vez tendré un jugador que sea tan especial para mí como él (Mayfield). Es el mejor jugador de football de Estados Unidos”, sentenció.
Porque, por mucho que haya gente que le compare hasta el hartazgo con Johnny Football (Mayfield también es de Texas y fue seleccionado en primera ronda por los Cleveland Browns), el QB de Austin está muchísimo más cerca de Russell Wilson o de Drew Brees que del fracasado Manziel. Al igual que Wilson y Brees, Mayfield es un quarterback bajo, con un brazo fuerte y con capacidad para ser líder. El típico jugador al que sus compañeros honran llevando su camiseta al sorteo inicial cuando ha sido castigado. El típico jugador que se agranda cuando más hostil sea el ambiente contra él. “Eso es lo que soy: un tipo emocional, fogoso, que siempre juega al límite”, le resumió Mayfield a Dickey en Sports Illustrated.
Quizá, para entenderlo, haya que volver al oeste de Austin, a la etapa final de Mayfield en el instituto Lake Travis: pese a proclamarse campeón estatal con su high school como QB titular, la Universidad de Oklahoma, la única universidad en la que Mayfield soñaba con jugar desde que era pequeño y recorría en coche junto con sus padres y su hermano las seis horas de viaje hacia el norte desde Texas hasta Norman por la I-35 para ver jugar a los Sooners (su padre James había coincidido en el instituto con un entrenador de la línea ofensiva del equipo de Oklahoma en los años ochenta, de ahí la filia de la familia Mayfield con los Sooners), le rechazó por su escasa altura (185 centímetros). La misma razón por la que también le rechazó TCU (Texas Christian University) y por la que únicamente universidades más menores como Florida Atlantic, New Mexico, Rice o Washington State se interesaron por él. Pero Mayfield no desesperó: sus padres le pidieron que jugara en la Universidad de Texas Tech y, en su año freshman, ya disputó ocho partidos y llevó a su equipo hasta la Holiday Bowl. El paso necesario para, ya en enero del 2014 (ese año no pudo jugar debido a las reglas universitarias para los jugadores transferidos), ahora sí, cumplir su sueño: jugar en la Universidad de Oklahoma, en la universidad que le rechazó, hasta convertirse en leyenda de un programa que ha ganado siete veces el título nacional.
Porque, no se equivoquen, Mayfield engaña a primera vista y no hay mejor manera de explicarlo que contando la anécdota que sucedió una mañana de febrero del año pasado en Fayatteville (Arkansas). Ese día, Mayfield fue detenido por intoxicación pública, conducta desordenada, huida y resistencia a la autoridad. Poco después, salió a la luz un vídeo del arresto en el que dos policías intercambiaban impresiones en el siguiente diálogo:
– “Por cierto, él es el quarterback de la Universidad de Oklahoma. Eso es lo que dice su novia”, explica uno de ellos.
– “¿Seguro que es él? No es muy rápido”, le contesta el otro.
Sí, sí que lo era. Como ahora ya es el nuevo quarterback de los Cleveland Browns. Porque esa es la realidad: Baker Mayfield ya está aquí (si es que no estaba desde hace ya tiempo). Si quieren, ámenle. Si lo prefieren, ódienle. Pero no se queden en la mitad del camino, indecisos. Porque en la nueva época de Baker Mayfield no existe la indecisión.
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