Le dijo el otro día Trashorras en una entrevista a mi compañero Emmanuel Ramiro que jugar en el Estadio de Vallecas “es muy especial, diferente a los demás” y, con sus palabras, el excapitán rayista definió como insularidad lo que, en realidad, es ordinario: en pocos campos de la Liga el fútbol alcanza su plenitud (vértigo, emoción, intensidad, calidad, ambiente) como lo hace sobre el reducido césped vallecano. Bajo el calor estival del otoño madrileño en este planeta que ha perdido el almanaque de las estaciones, el Rayo y el Alavés honraron en el vermú sabatino a esa tesis de partida con un partido de nivel sublime, ritmo apasionado y desenlace aleatorio, sobre todo en su primera mitad. Que lo ganara, finalmente, el conjunto entrenado por Abelardo Fernández únicamente se explica con una palabra, generalmente la más importante en el balompié: eficacia. La explicación se complementa con otra acción habitual en el fútbol: una expulsión determinante, en este caso la del rayista Ba.
Antes del primer cuarto de hora, Kakuta había regalado al espectador dos túneles e Ibai Gómez un taconazo. Lo reseño para hacer constatar que, a pesar de lo que os cuente cualquier visionario de nuestra era, el talento no está obligatoriamente unido a la influencia, ni siquiera en el mundo virtual. A veces, incluso, son términos antagónicos. En esos quince minutos, el Rayo puso las ocasiones (Pacheco abortó la aproximación de Álvaro García, Álex Moreno lanzó fuera su disparo cruzado y Raúl de Tomás no llegó en boca de gol al pase del citado Kakuta) y el Alavés, el gol: Ximo Navarro se adelantó en el primer palo para rematar a la red una falta lateral botada por Jony (0-1 minuto 8). Debimos tomarnos ese tanto como el indicio de lo que ocurriría al final, pero ninguno lo supimos en aquel momento: el encuentro era tan vertiginoso que necesitábamos adrenalina, no quirománticos.
Los goles pudieron continuar llegando en cualquier dirección, pero fue Raúl de Tomás el que igualó el encuentro después de aprovechar un balón muerto tras un lanzamiento de Álvaro García que Laguardia bloqueó (1-1 minuto 30). Pese al maltrato recurrente, el esférico ama a los rematadores, tanto o más de lo que ama a los futbolistas imaginativos: cuatro minutos después, Ibai Gómez, más cerca de los segundos que de los primeros, disparó a la escuadra desde fuera del área tras recortar hacia el centro (1-2 minuto 34). El gol fue especialmente bello, pero el valor de esa jugada lo puso la tecnología: el árbitro Cordero Vega consultó con el VAR y decidió expulsar a Ba con roja directa por un codazo previo a Calleri. No hay inspiración que resista sin ciencia, ni miembros de la hermandad que puedan esconderse de las cámaras del Gran Hermano. La última referencia quiere ser al libro de Orwell, no al programa de televisión, aunque, a día de hoy, supongo que ya cualquier cosa sirve para ambos.
Volviendo a Vallecas, la segunda mitad quiso ser un duplicado de la primera parte que terminó convirtiéndose en una falsificación: la inferioridad numérica del Rayo fue el problema y la causa. Los de Míchel quisieron, pero no pudieron (De Tomás disparó alto, Velázquez cabeceó al larguero) ante un Alavés que terminó goleando a la contra. Primero, Calleri cabeceó a la red un centro desde la derecha de Guidetti (1-3 minuto 56). Después, Ibai Gómez culminó desde dentro del área una jugada de Jony prolongada de cabeza por Sobrino (1-4 minuto 77). Por último, Burgui superó a Alberto con un lanzamiento desde fuera del área (1-5 minuto 95).
El arranque de temporada del Alavés es inmenso y así lo dicta la clasificación: tercero, a la espera de lo que suceda en esta jornada. No menos bueno es el juego que está mostrando el Rayo Vallecano, si bien su clasificación nos cuenta lo contrario: los vallecanos continuarán una jornada más en descenso, con sólo la victoria cosechada ante el Huesca. Quizá, al final, los rayistas puedan echar en falta estos puntos que el Alavés está acumulando de forma glotona en su zurrón para cuando llegue la escasez del frío del invierno, si es que llega. O, tal vez, no. El Estadio de Vallecas es especial: hoy se lesionó Gorka Elustondo tras una carrera en la segunda mitad y el Alavés renunció a sacar el saque de esquina al entender que el balón había acabado en córner porque el jugador rayista lo había tenido que enviar fuera por culpa de la lesión. Hay otra vida diferente ahí fuera, más allá de la absurda normalidad, de la mayoría dirigida. No saben lo que se están perdiendo.
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