Abrazada a su cuaderno de apuntes, Ruth Turner, de 92 años, sigue el mismo camino que lleva recorriendo ya 25 años. Abandona su apartamento ubicado en el Upper East Side, entra en el metro, se sienta, sonríe, e intercambia chascarrillos con otros aficionados de los Yankees que calientan el ambiente. «No hay otra manera de llegar a un partido de los Yankees», confirma. Ruth disfruta del tiempo que le lleva llegar al Yankee Stadium en el Bronx como la primera vez. Mientras, en las ventanas, se dibujan reflejos fantasmales que le recuerdan a Ruth que el tiempo es un verdugo demasiado cruel. Hace un año, le diagnosticaron un cáncer de apéndice que se ha extendido rápidamente. «Mi doctor ve que tengo una vida muy especial y me dice que la disfrute», comenta Ruth en una entrevista con el NYTimes.
Turner ha llevado las estadísticas en los encuentros de los Yankees durante más de un cuarto de siglo y recita con precisión de cirujana los promedios de bateo, los nombres de los jugadores, las posiciones en el campo y los marcadores. La memoria de Ruth es la historia viva de los Yankees. «Para mí, el béisbol es vida. El ritmo, la lógica, la imprevisibilidad, el factor humano. Es mágico». Sin embargo, en un alarde de deportividad, Turner también sigue a los Mets y los Knicks con entusiasmo. Ruth admite que no grita durante los partidos de sus Yankees porque no tiene tiempo de hacerlo. Ella no es ese tipo de mujer.
Ruth encierra mucho más dentro de su cabeza. Pertenece a tres juntas directivas, la del Cosmopolitan Club, la del Park Regis Apartment Corporation y la del Smith College Club de Nueva York. Además, es asidua a la ópera y al ballet. «Cuando me siento en la ópera, pienso: ‘¿Quién más estará aquí que haya estado hace rato en el estadio de los Yankees?’», dice al tiempo que suelta una carcajada. La vida de Ruth está perfectamente construida desde los 64 años, después de renunciar a un matrimonio en 1990 que la había tenido ocupada 40 años. Ha criado a cuatro hijas en los suburbios de Westchester y trabajó en Consumer Reports. Según sus propias palabras en una entrevista concedida a Women´s Voices For Chance, su esposo había dejado el matrimonio psicológicamente varios años antes de abandonarlo fisicamente. «Y entonces me regalé a Nueva York».
«Mi entusiasmo por la vida… creo que nací con eso… también es impulsado por los años que pasé desperdiciados en los suburbios, en los que conscientemente sabía que, a excepción de educar a mis hijas, mi vida era limitada», dijo en la entrevista. «Quería aprovechar el medio ambiente que tanto me emociona. Odio dejar ir las cosas. A menudo reservo las noches para hacer dos o tres cosas, solo consiste en tomar decisiones». Ella misma cuenta que cuando su último esposo le propuso matrimonio en el año 2000, decidió que cada uno seguiría viviendo en su apartamento. Ruth veía a su marido dos veces por semana, todo un matrimonio de conveniencia. Una opción perfecta para mantener el espacio, la emoción y el amor hasta que él murió en 2015. Ruth respetó el luto, pero había aprendido hace mucho tiempo que la vida es corta. «Salgo todas las noches”, reconocía. “Tengo una agenda de locos, llena de actividades», le contaba al NYTimes.
En el reportaje para el prestigioso periódico neoyorquino, puede verse a una Ruth llena de vitalidad. A pesar del cáncer, no ha renunciado a que se le marquen los hoyuelos cuando habla abiertamente de su enfermedad con los amigos que comparten más glorias que penas en el Yankee Stadium. «Cada vez que vengo a un partido, Ruth dice: ‘Sigo aquí’», declara Graceann Flaherty, una de las personas que se sientan al lado de Turner. «He visto cómo regresan los Yankees después de estar ocho carreras abajo», menciona ella. «Uno simplemente no se da por vencido». Parece imposible que Ruth cambie una forma de vida que le hace tan feliz. Seguirá registrando los marcadores y ocupando su posición en la sección 105 del Yankee Stadium, mientras le queda una gota de fuerza en su cuerpo menudo. «Será lo último que deje de hacer».
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