En el partido que servía para celebrar con su afición su reciente título en la Supercopa de Europa, un gol de Griezmann en la segunda mitad permitió al Atleti sumar su primera victoria liguera de la temporada ante un notable Rayo Vallecano que mereció mucho más que esa derrota, como mínimo el empate, posiblemente la victoria.
De hecho, nunca se sabe en un equipo como el Atleti, tan cómodo en la sumisión, si es dominado por iniciativa propia o del rival, pero lo cierto es que el primer cuarto de hora fue para un superior Rayo, mejorado la última semana en refuerzos y en decisiones tácticas, especialmente en la parcela defensiva. No en vano, Míchel fortaleció su medio del campo con Trejo y Comesaña al lado de Elustondo y dispuso en las bandas al recién llegado Álvaro García y a Kakuta. Embarba, como falso delantero centro, fue el enlace ofensivo de un conjunto que supo replegarse, esperar y aumentar la velocidad tras robo para protagonizar las primeras ocasiones de gol, todas ellas interpretadas por el versátil atacante azudense. Primero, con un flojo cabezazo fuera tras un centro de Álex Moreno desde la izquierda. Después, con un centro desde dentro del área que no encontró rematador tras superar a Godín con un sutil autopase y aguantar la embestida de Saúl. Y, por último, con un centro-chut que se acercó el palo de Oblak. La enumeración de oportunidades es de por sí suficiente para que Embarba reclame también en estas líneas el liderazgo que ya parece tener sobre el terreno de juego.
Mientras, sin encontrar la aceleración necesaria en la ejecución de decisiones para desarmar al Rayo (más allá de la verticalidad mostrada por Correa y Lemar), el Atleti, como suele ser habitual, no se precipitó. Son demasiados años ya dentro del molde de Simeone para que la forma resultante no sea la esperada. Más todavía si se tiene en cuenta que la estampa del argentino le ha hecho pasar de un club sufridor a uno campeón, del que llora en el Tartiere a un equitativo contendiente con los transatlánticos del fútbol actual, Madrid y Barça al timón. La lesión muscular de Juanfran (Thomas le relevó) únicamente fue un contratiempo en el guión de los rojiblancos y sus aproximaciones a gol llegaron también, principalmente en un centro de Lucas que Diego Costa no llegó a cabecear y, sobre todo, en un disparo frontal de Lemar que Alberto García desvió con una estirada.
Un posible penalti no señalado por mano de Trejo en el tiempo descuento cerró la primera mitad e hizo que González González, el árbitro del encuentro, fuera despedido con bronca por el público congregado en el Wanda Metropolitano. Hay tradiciones que ni siquiera el progreso puede romper.
Con la llegada de la segunda mitad, la única perspectiva que cambió fue la del paso del tiempo, la de la noche que reemplaza a la tarde. El Rayo continuó placentero en el repliegue y el Atleti en el alambre. El esperado paso adelante de los rojiblancos en ataque aumentó su peligrosidad (Lucas disparó fuera desde dentro del área con su pierna izquierda en el minuto 53) y concedió espacio a los vallecanos (Savic evitó el mano a mano de Álvaro García en el minuto 56 y, apenas tres minutos después, el ex del Cádiz lanzó fuera una asistencia de Álex Moreno). Trejo, acto seguido, pudo decantar el encuentro a favor del Rayo con un lanzamiento frontal, pero se le marchó alto.
Conviene recordar que la última vez que los rayistas vencieron a domicilio a los colchoneros el siglo XXI todavía no existía (fue en otro mes de agosto, pero de 1999) para poder explicar lo que sucedió después, ya en el minuto 63. Griezmann empaló al borde del área pequeña un córner que había cabeceado con anterioridad Savic para poner el 1-0 en el marcador. Dicen que el reciente Mundial fue el ejemplo que demuestra que el fútbol ha cambiado, que el físico ha desplazado a la técnica, pero el síntoma es el mismo allá en Rusia y aquí en Madrid: el balón parado es la excepción a lo común, el factor definitivo más allá del talento. Es la manera más sencilla de explicar que, en ese momento y a la postre, el Atleti fuera ganando y el Rayo perdiendo.
De ahí al final, ambos técnicos refrescaron sus alineaciones (Koke y Gelson por Correa y Griezmann, Pozo, Medrán y Sergio Moreno por Kakuta, Comesaña y Álvaro García) y el Rayo hizo méritos de sobra para merecer, al menos, el empate. Advíncula envió su lanzamiento al exterior de la red tras un saque de esquina y Oblak apareció para salvar el triunfo rojiblanco en una falta frontal de Embarba, en un mano a mano de Pozo que el jugador rayista no supo concretar después de girar sobre sí mismo y, sobre todo, ya en el minuto 90, en un lanzamiento desde el punto de penalti de Sergio Moreno tras una jugada en banda derecha. El arreón vallecano fue suficiente para que el Atleti se inmutara según aumentaron las dudas de sus aficionados en las gradas, pero no para lograr la igualada. Casi siempre lo más importante es mantener la paciencia con la filosofía del juego, aunque los resultados no acompañen. De eso, el Atleti sabe un rato: aquel equipo que perdió con el Rayo en el cénit del siglo XX acabó descendiendo a Segunda División, pero esta escuadra de Simeone regala un triunfo a su hinchada para celebrar la suma de un nuevo trofeo a sus vitrinas, la Supercopa de Europa. La marca de impronta siempre se consigue con un mismo molde.
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