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Pino: «Si me dan a elegir entre un Tour y la Vuelta que gané, me lo pensaría»

Empieza por ‘P’ y no es Perico, aunque también ha ganado la Vuelta a España y los dos compartieron pelotón y una generación. Álvaro Pino Couñago (Ponteareas, 1956) no tuvo ningún Tour de Francia a su alcance, aunque terminó octavo en la general en dos ocasiones. Más rabia le da no haber ganado allí una etapa, quizá por eso se fue al Tourmalet la semana pasada. Tiene carné de moto, pero nunca tuvo una Vespino, por mucho que Antón Reixa lo cantara. Las cuestas las sube con el motor de las pedaladas —todavía monta tres o cuatro veces por semana—, con más fuerza que maña, según propia definición, y así fue como consiguió tan buenos resultados, capacidad de sacrificio le sobraba. El ciclismo desde entonces ha cambiado, es «mejor»; sin embargo, insuperables siguen siendo ídolos como Miguel Indurain o Eddy Merckx. Pero lo que es seguro es que vendrán otros nuevos, España siempre ha sido un país de grandes vueltómanos, la vida continúa, hasta puede que la tiranía del Sky no dure para siempre.

—¿Disfruta más ahora saliendo en bicicleta que antes?
—La verdad es que sí, ahora no tengo la necesidad de sufrir, es diferente. Cuando eres profesional, en momentos puntuales también disfrutas, aunque no son muchos.

—Ganó en uno de los puertos míticos del ciclismo, en Lagos de Covadonga. ¿El sufrimiento que se tiene encima de una bicicleta es comparable a algún otro?
—(Suspira) Encima de una bicicleta se pasan momentos muy muy complicados, muy difíciles. Ahí entra no solo tu condición física, entra tu parte psicológica, la capacidad de sufrimiento, muchísimas cosas. Lo pasas muy mal durante muchos días, pero tiene una parte muy positiva: un solo momento bueno te hace olvidar todos los malos.

—¿El ciclismo para ser bonito tiene que ser duro?
—Es un componente. Si no hay dureza, no hay diferencias, no hay ataques. Perdería parte de su esencia, todo el mundo quiere ver épica. No por eso se debe descuidar que son humanos los que están encima de la bicicleta, no se los puede someter a situaciones inhumanas.

—¿Sigue siendo igual de épico?
—Quizá ahora ya no se hacen las etapas tan largas, esto lleva, a lo mejor, a que la fatiga no sea tanta. Cuando yo corría tampoco eran tan largas como en la época de Bahamontes. Si son menos kilómetros, también se va más deprisa desde el inicio. La parte épica no va a faltar nunca, esos momentos de agonía en la que entra la capacidad de sufrimiento de cada ciclista.

—¿Hay alguien parecido a Álvaro Pino en el pelotón?
—Hay corredores con muchísima clase. Yo no era un corredor de mucha clase, sí que tenía una capacidad de sufrimiento que no era muy habitual. A través de esa capacidad de sufrimiento conseguí buenos resultados. Siempre soy de los que digo que el ciclismo ha evolucionado muchísimo afortunadamente, en infraestructuras, en métodos de entrenamiento, en alimentación, en todos los sentidos. El ciclismo de hoy es mejor que el que yo conocí y el que yo viví como aficionado antes de ser profesional. Igual no llama tanto la atención porque hay equipos que dominan con poderío económico, como en el fútbol, pero no por eso hay que restarle méritos. Ese dominio lleva a que no se vea tanto espectáculo, pero eso a veces también va en el planteamiento de los demás equipos, aunque sean pequeños. No puedes quedarte en que el Sky tiene un grandísimo equipo. Es complicado desarmarlos, pero si no lo intentas, no hay posibilidad ninguna.

—La Vuelta que ganó en el 86 lo hizo frente a corredores como Robert Millar, Sean Kelly, Laurent Fignon o Pedro Delgado. ¿Se siente menos valorado que otros ciclistas de su generación?
—En esa época se me valoró mucho, creo. No tanto económicamente, aunque en los 80 el ciclismo empezaba a estar bien en ese sentido. Desde el apartado mediático creo que sí se me valoró. Fue una época en la había grandísimos corredores como Lejarreta, Cabestany, el propio Kelly, Parra, Herrera, Fignon…

—A la larga, o ganas el Tour o no eres nadie.
—Sí, eso puede ser así, pero no por eso la gente deja de valorar. Vas a sitios y ves a gente que te sigue conociendo, que vienen y te saludan. Por descontado el Tour es el más grande y lo seguirá siendo. Es lógico que se le dé más chance, como pasa en el fútbol con la Champions, al Real Madrid en los últimos años. Al que gana el Giro o La Vuelta no se le da quizá tanta importancia, pero eso, repito, es en el entorno mediático, en los medios de comunicación. Dentro del pelotón, entre los propios ciclistas, sí se valora. Evidentemente, a todos nos hubiera gustado ganar un Tour. Pero con lo que viví en esa Vuelta a España, si me dan a elegir ahora entre haber ganador un Tour o esa Vuelta, me lo pensaría. De hecho, me lo paro a pensar a veces y te digo que en la Vuelta que gané estaban prácticamente los mejores ciclistas de esa época. En aquel entonces, la Vuelta a España era la primera que se disputaba de las grandes y el Tour la última. Llegábamos a Francia en reserva, al límite de condición física.

—En una entrevista que le hicieron en el 88, días antes del Tour, se le veía especialmente convencido en que podía alcanzar el podio, incluso más. ¿No haberlo conseguido fue una decepción?
—Siempre me marqué metas muy a corto plazo. Sí que pude. En el año 88, anduve muy bien en la parte final de la Vuelta, pero cuando llegas al Tour pasa lo de siempre. La primera parte la hice bien, pero la última ya me costó mucho más. Me quedó más mal sabor de boca por no haber conseguido una victoria de etapa. Me quedé con la miel en los labios en una que terminaba en Pau, que quedé segundo. El Tour no lo vi en ningún momento al alcance de la mano estando en carrera, no digo en las entrevistas. Soy una persona optimista, lo fui siempre y lo sigo siendo. Siempre aspiras al máximo y piensas que puedes conseguirlo, otra cosa es la realidad.

—En su época el salto de La Vuelta al Tour de Francia era muy grande. Ya no lo es tanto.
—Sí, porque entonces la participación era por invitación. ZOR o BH eran equipos de primera línea y aun así teníamos que rendir en la Vuelta para que después nos pudieran invitar al Tour. Eso suponía un esfuerzo muy grande. Recuerdo la etapa que hice segundo, que me marché solo, pillé toda la caravana publicitaria antes de llegar a meta. Al final, uno de los hermanos Simon me cogió a la entrada de Pau y me ganó. Allí monté en cólera con toda la organización y Mínguez, el director, me decía “gallego, cállate, que si hablas así no nos vuelven a invitar”. No se podía abrir la boca más allá de lo que te marcaban. Ahora, gracias a que la Vuelta se celebra en septiembre, aunque nunca fui partidario, está teniendo buena participación, no siempre. Como en la universidad, los que no aprueban en julio tienen que ir a septiembre.

—¿Ganadores de la Vuelta como Chris Horner o Juanjo Cobo son poco creíbles?
—(Suspira) Fue una época difícil, pero no me atrevería a apuntar a nadie que pasó controles antidopaje. Los que están como ganadores en el palmarés los doy por buenos.

—Contador se ha retirado y parece que nos hemos quedado sin ciclistas que opten a las carreras de tres semanas. Todo el mundo se pregunta cuándo volverá a ganar un español.
—Pasó cuando se retiró Perico y venía por detrás Indurain. Después aparecieron Sastre y Pereiro, la vida continúa. Soy optimista, hay corredores con una proyección muy buena, pero no podemos someterlos a cierto grado de responsabilidad que todavía por la edad y la experiencia no les pertenece. El crecimiento de un ciclista no es el de un tenista, por poner un ejemplo, que suelen ser bastante prematuros. La tradición en España dice que siempre hubo grandes vueltómanos.

—¿Apuesta por Landa?
—Sí, por supuesto. Ahora mismo es el corredor con más peso de cara a las grandes vueltas. En 21 días, aparte de una buena condición, tienes que tener suerte y él no la tuvo en este Tour. La avería fue mayor de la que pensábamos y no ha podido estar en esta Vuelta a España.

—¿Quién es el mejor ciclista español de la historia?
—Sin lugar a duda, es Miguel, con muchísima diferencia. Tuve la fortuna de compartir con él seis o siete años de mi carrera deportiva siendo rivales, fue un portento.

—¿El más espectacular?
—Merckx, Hinault y el propio Miguel son los tres mejores de la historia hasta ahora. Froome empieza a estar ya en este grupo. A nivel mundial, el corazón me diría que Indurain fue el mejor, pero siendo lógicos, lo fue Eddy Mercks, por su palmarés, porque ganaba en todos los terrenos y por su forma de correr. Hinault, que también fue mi rival, fue otro de los grandes. Para mí el orden sería Merckx, Miguel e Hinault.

—¿Debió ser sancionado Chris Froome?
—Los jueces consideraron que la cantidad del producto que utiliza para el asma, que por lo que dicen está más que justificado, era mayor. Si no lo hicieron, estoy seguro de que vieron que no era sancionable.

—Para el aficionado es casi inevitable compararlo con otros casos como en su momento el de Contador.
—Yo viví casos reales como el de Ezequiel Mosquera. A Ezequiel no le llegaron a sancionar porque no aparecía absolutamente nada. Tenía el contrato de su vida firmado cuando estaba en Xacobeo para irse a un equipo holandés y se quedó sin contrato, sin dar positivo y sin poder decir que quedó limpio. Ese sí que fue un caso flagrante. Lo de Contador me pareció absurdo, insignificante. Hay que utilizar el sentido común, los científicos decían que no ayudaba al deportista a tener un rendimiento mayor. No se debería de haber sancionado.

—¿Crees que a los ciclistas se les mide con distinto rasero?
—No, pero si tú tienes los mejores abogados, pues evidentemente te puedes defender mucho mejor. Tener un equipo detrás con el que gastarte un montón de dinero en irte a todos los sitios para presentar todo tipo de pruebas ayuda, pero tampoco quiere decir que a Froome no se le haya sancionado por eso. Contador lo hizo, luchó muchísimo, pero al final lo sancionaron. A Ezequiel cuando le dieron la razón habían pasado varios años, ya se había quedado sin contrato. ¿A quién reclama?

—Primero fue Wiggins, después Froome y ahora Thomas. La mayoría eran ciclistas especializados en pista, ninguno había nacido para ganar una gran vuelta, no como Contador, Quintana o Nibali. Sus clasificaciones en la general siempre eran muy bajas. ¿El dominio del Sky es sospechoso?
—(Se queda en silencio y después suspira) Ese tema es muy muy complicado. No tiene nada que ver que esos corredores no tuvieran palmarés. Por ese lado, rotundamente digo que no. Con la maquinaria y los técnicos que tiene el Sky, cuando llegan allí los cambian y mejoran muchísimo, no quiero pensar que estén utilizando métodos prohibidos. Yo creo que es a base de mucho trabajo, sus cocineros, todo. Ahora, hasta es un sacrificio el tema de la alimentación, te pesan cada gramo. Va en beneficio, pero es una tortura también, eso no lo ve nadie, ni lo cuenta nadie. Yo terminaba la etapa del Tour y lo que me apetecía era llegar al hotel para comer mi bocata de jamón o queso, te sabía a gloria aquello. Ahora, para recuperar, ya van en el autobús con sus cucharadas de cereales o su táper de pasta, nada más terminar. Jugar con eso ya es una ventaja grandísima. Si tienes una base y unas condiciones mínimas y te dan los medios, todo se puede conseguir, independientemente de que alguna gente utilice métodos prohibidos.

Marcos Martín Reboredo
Marcos Martín Reboredo
Periodista vigués. No trabaja en el Daily Planet, ha estado en el decano de la prensa nacional y ahora va A la Contra, buscando siempre la mejor opción. Colabora con Radio Marca. Su debilidad no es la kryptonita, sino la Cultura y el Deporte, pero en el buen sentido. No vive en Smallville. Su nombre no es Clark Kent, tampoco es Superman, solo es periodista.
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2 COMENTARIOS

  1. La progresión continúa imperterritamente.Me gusta porque abordas los temas ahondando en lo más escabroso.Eso es propio de los inteligentes.Enhorabuena.

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