Los Angeles Chargers es una de las doce franquicias de la NFL que nunca han ganado la Superbowl. De hecho, el conjunto californiano, al igual que los Titans y los Cardinals, únicamente ha estado una vez en el partido por el título (peor lo tienen los Browns, los Lions, los Texans y los Jaguars, que nunca han llegado al gran encuentro): fue a finales de enero de 1995, pero el espectacular ataque de los 49ers de Steve Young y Jerry Rice no les concedió ninguna opción de victoria. Conviene recordarlo porque hay franquicias que se definen mejor por lo que (hipotéticamente) pudieron ser que por lo que son. O también por lo que algún día fueron. Por ejemplo, los Chargers fue una franquicia que se fundó en Los Angeles, pero que se trasladó a San Diego al año siguiente y que, la campaña pasada y a pesar del malestar de casi todo el mundo en una y en otra ciudad, regresó de nuevo a Los Angeles para jugar en un estadio, situado en Inglewood y compartido con los Rams, que no estará disponible hasta la temporada 2020. Hasta que eso ocurra, el conjunto angelino disputa sus partidos como local en la población de Carson, en el StubHub Center, el hogar de Los Angeles Galaxy con capacidad para 27.000 espectadores. Es, por supuesto, el estadio con menor capacidad de la NFL. La indeterminación no es buena compañera.
A priori, el conjunto entrenado por Anthony Lynn, con el debido permiso de los Kansas City Chiefs (y eso son palabras mayores con Andy Reid, Mahomes, Hunt, Kelce y compañía de por medio), tiene que ser favorito para adjudicarse el título en la AFC West y comprar boleto para la postemporada, pero hay cargas que son intangibles. La suerte o el legado, entre ellas. Philip Rivers, más de 4500 yardas y 28 pases de touchdown el año pasado, es un excelente y experimentado quarterback con capacidad demostrada para convertir a cualquier conjunto en un equipo ganador. Melvin Gordon, más de 1100 yardas en carrera en 2017 y 8 touchdowns, es un corredor que también aparece para recibir. Keenan Allen, 102 recepciones, casi 1400 yardas y alrededor de 14 yardas por recepción para 6 touchdowns, es un receptor sólido. Russell Okung, uno de los seis probowlers del equipo en 2017, es un seguro en la línea ofensiva para el lado ciego de Rivers. Y eso en la parcela ofensiva, ya que en defensa los mimbres son todavía mejores. Joey Bosa y Melvin Ingram son una pareja de defensive ends que garantizan 23 sacks y 5 fumbles. Casey Hayward y Trevor Williams son dos cornerbacks veloces que suman intercepciones y dinamismo. Hemos citado a ocho jugadores, cuatro de la parcela defensiva y otros tantos de la parcela ofensiva, que parecen suficiente argumento para creer que este año puede ser el año en el que los Chargers vuelvan a ganar la AFC West. Y podría ser que sí, pero también podría ser que no. Porque hay cosas intangibles. Como la suerte o el legado.
- Entrenador: Anthony Lynn (2ª temporada).
- Jugador estrella: Philip Rivers.
- Otros jugadores determinantes: Melvin Gordon, Keenan Allen, Russell Okung, Joey Bosa, Melvin Ingram.
- Balance 2017: 9 victorias, 7 derrotas, segundo de su división.
- Objetivo 2018: Ser campeón de su división.
- El pronóstico de Luis Bustos: No alcanza los playoffs.
- El pronóstico de Sergio Alberruche: Eliminado en la Divisional Round.
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