Una de las imágenes del Mundial es, sin duda, la que han protagonizado Mbappé y Modric al recoger sus galardones individuales tras la final. Una foto que representa el choque generacional del veterano y del novel, la alegría y la tristeza del campeón y el derrotado, y el paso del testigo del que está, probablemente, ante su último Mundial al que da sus primeros pasos en la competición.
Luka Modric se ha convertido en un símbolo en Croacia. El abrazo con la presidenta, Kolinda Grabar-Kitarovic, fue el abrazo de todo un país a uno de los jugadores que más influyó para que todos ellos pudieran disfrutar de una gran final. La cabeza bien alta. El juego desplegado por la selección de Dalić se ha llevado el aplauso de todos los amantes del fútbol. Y ese estilo, es el estilo Modric. Si hace unos años España plasmaba un modelo con la firma de Xavi Hernández y Andrés Iniesta, esta lleva la del jugador del Real Madrid.
Posiblemente sea su último Mundial, por encontrarse cerca del ocaso de su carrera. Pero sus 32 años no han pesado para convertirse en el hombre del torneo. Fiel reflejo al de Messi hace 4 años donde, tras perder, recogía el mismo galardón. Un consuelo que no sirve para evitar las lágrimas de la derrota. Cuanto más cerca estás de la victoria, más duele el resultado.
Una tristeza, la de Modric, que contrasta con la alegría de Mbappé, que recogía su galardón, el de mejor jugador joven, con la mayor de las sonrisas. Solo la que te puede proporcionar ser campeón del Mundo con 19 años y un futuro tan brillante como el que se proponga. Las comparaciones son odiosas, pero si te comparan con el jugador más importante en toda la historia del campeonato, es señal de que algo bien estás haciendo. Solo Pelé le supera como el más precoz en marcar en una final. No hace falta añadir más a un talento innato. Lo tiene todo por delante, una hoja en blanco para escribir lo que sus pies se propongan. La velocidad, y no sólo física, con la que ha comenzado Mbappé en el fútbol da vértigo.