Los retos que tiene cualquier entrenador se resumen en tres: ganar, ganar y ganar. Ya lo dijo Luis Aragonés. Es lo que se le pide a cualquier equipo. Pero la victoria, curiosamente, tiene muchos matices. Existen muchos condicionantes. Más todavía, parece, si se trata de Luis Enrique. Si fuera otro, enumeraríamos una lista más o menos objetiva de los deberes que tiene el nuevo seleccionador. Pero por precisamente llamarse así, y a pesar de haberlo ganado todo y haberse roto la nariz por España, tiene el doble de deberes. Ser sincero en exceso es lo que tiene, levanta asperezas. Si a veces las formas te traicionan, todavía más, sobre todo en la capital. Por eso, para empezar esta nueva etapa con buen pie, os recomiendo que leáis a Jane Austen, que dice que del pasado tenemos que recordar nada más que lo placentero. Su entrega como jugador para con la Selección y nada menos que sus éxitos como técnico, porque no había ningún otro libre con mejor currículum. ¿O eso también lo vamos a discutir?
Ir de la mano. Diría que ese es el gran desafío que tiene Lucho por delante. Ir de la mano de los jugadores, ir de la mano de la Federación, ir de la mano del “estilo”, ir de la mano de la prensa, ir de la mano de los aficionados del Real Madrid y del Barcelona… ir de la mano de todos. Por lo menos, es lo que se le exige. Con ello no me refiero a que tenga que ser la reencarnación de Del Bosque. Eso es lo que le gustaría a muchos, pero es exactamente lo que tenemos que evitar, refugiarnos en el pasado. Lo que tenga que hacer lo hará bajo su fórmula. Para volver a conseguir los éxitos de entonces, no digo que haya que olvidaros, pero sí superarlos. Los cambios no son malos si se hacen en el sentido correcto. Luis Enrique ha demostrado otras veces que es capaz de hacerlo. Ser el seleccionador nacional era, tarde o temprano, uno de sus objetivos. Don Vicente ya lo ha avalado públicamente (¿a quién no?). Es el elegido, en principio hasta la Eurocopa de 2020.
Llegó al banquillo del Barça después de que el Tata Martino perdiese La Liga en el Camp Nou en la última jornada. Tras una mala temporada, en su primer año logró el segundo triplete para el club azulgrana. La situación de la Selección es más o menos parecida. Lleva sin ganar desde 2012. Pero lo peor no ha sido no levantar ningún trofeo, sino las sensaciones que ha ido dejando campeonato tras campeonato, incapaz de superar la barrera de los octavos de final. El reto es volver a sentirse campeones. Pero no lo va a conseguir a cualquier precio, de eso podemos estar seguros. Para Luis Enrique es importante ganar, pero no jugando al patadón. Su estímulo será recuperar la identidad perdida, y para ello tendrá que rejuvenecer al equipo, que ha envejecido desde 2010. Porque dejar ir significa dejar llegar. El 31 de agosto, cuando de su primera lista, veremos si convence a Piqué, si cuenta con Ramos o si llama a nuevos como Laporte. Siempre ha ido de frente con los jugadores.
El anuncio de Luis Enrique se hizo oficial el 9 de julio. Este martes llegó a la Ciudad del Fútbol de las Rozas con una sonrisa (veremos cuánto le dura). Lo hizo con todo su cuerpo técnico, el que lo acompañó en el Celta y después en su aventura en la ciudad condal. No estaría mal que viniese también con él su característico andamio. Porque otra batalla tan o más importante que las anteriores supone defender su filosofía, su visión, que no traicione su manera de entender el fútbol, sus métodos. Digan lo que digan. Solo así podrá transmitir seguridad y ganarse la confianza del grupo.
Por ser quién es, tendrá que demostrar más que ningún otro candidato. De hecho, aún no ha empezado y, en una costumbre muy española, ya está siendo dinamitado. Pero no nos equivoquemos. Por todo lo que tenemos por delante, no se necesita mano dura, sino ir de la mano. Todos juntos.
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