Bronceado torrefacto, traje de corte italiano (obvio), gloss en los labios y dos pendientes del tamaño de Cerdeña, diamantes con toda seguridad. Así se presentó Cristiano Ronaldo ante los medios de comunicación como futbolista de la Juventus de Turín. Sonriente y refulgente. Decorado mínimo. Sala Gianni Umberto Agnelli. Los patrocinadores, en el led trasero (Jeep y Adidas); ningún otro anuncio, ni refrescos burbujeantes ni agua mineral. Los periodistas en primera línea y los directivos en retaguardia. La intimidad del acto no estaba dictada por la proverbial elegancia italiana, sino por las protestas de los trabajadores de la FIAT, con el sueldo congelado desde hace diez años.
No hizo falta llevar la cuenta. La palabra más repetida por Cristiano fue “desafío” en diferentes variantes idiomáticas. “Soy joven, me gusta el fútbol. Me gustan los desafíos. Mi carrera ha sido estupenda, tanto que no lo hubiera imaginado. Es un reto y estoy listo. Me siento tranquilo y con mucha confianza. Ha sido una decisión importante, pero una decisión fácil. Aquí encuentro un gran entrenador, un gran presidente y una gran sociedad”.
La edad fue otra cuestión recurrente, 34 años en febrero. “Los jugadores de mi edad se van a China, pero yo no soy como ellos. Para mí es una felicidad estar aquí y agradezco a la Juventus la oportunidad. Será una gran etapa para mí tanto en la Juve como en la selección portuguesa. Nunca le daré la espalda a mi selección”.
“Es un momento muy emotivo. He ganado en el Manchester y en el Real Madrid, por qué no puedo ganar aquí. No es un paso atrás, sino un paso adelante. La Juventus está preparada para ganar los títulos. Quiero dar respuestas en el campo”.
Ningún reproche al Real Madrid, todo lo contrario, síntoma de agradecimiento y de insospechada madurez. “Como he dicho antes, he hecho una historia brillante en el Real Madrid, un club que me ayudó en todo, pero esta es una nueva etapa en mi vida. Parece que estoy empezando a jugar al fútbol, estoy motivado y concentrado para mostrar a los italianos que soy un jugador top. Aunque no tengo que demostrar nada a nadie, porque los números no engañan. Me encantan los desafíos, no me gusta estar en un territorio cómodo. Ayudará si además me acompaña la suerte, pero la suerte también se procura”.
“Sé que esta es una liga difícil, táctica, pero me gusta probar cosas nuevas. Asumo que será difícil, pero nada ha sido fácil en mi carrera, no quiero estar sentado en una silla en casa. Soy consciente de que la Champions es un trofeo que todos los equipos quieren ganar. Y hay la posibilidad de ganarla, la Champions y todos los torneos. La presión puede ser mucha y hay que estar tranquilos. Es difícil conquistarla y espero poder ayudar. La Juventus se ha quedado muy cerca en los últimos años. Hay que dejar que las cosas sigan de forma natural”.
Cuando las preguntas de los periodistas comenzaron a ser respuestas se dio por concluida la conferencia de prensa y Cristiano posó con la camiseta de la Juventus, número siete. Fue la última escena de una presentación que no guarda parentesco alguno con la que le dispensó el Real Madrid en 2009, cuando los trabajadores de la FIAT disfrutaban de su último aumento. Entonces, el Bernabéu se llenó con 75.000 espectadores y el jugador estuvo acompañado de Florentino Pérez, Alfredo Di Stéfano y Eusebio. Ese día Cristiano dijo que intentaría demostrar que lo que habían pagado por él (95 millones) iba a «merecer la pena». Y cumplió.
No hace falta más perspectiva: él necesitaba marcharse y el Real Madrid tenía que dejarlo ir. Se le querrá más desde lejos y lo admirarán mejor quienes le tienen cerca, incluidos, probablemente, los trabajadores de la FIAT.
No pero tu te vas a Italia, huyendo de la quema. Los que se van a China o a Estados Unidos por ejemplo, a parte de lograr unos sustanciosos ingresos se van a enseñar algo que tu lo tienes imposible, por bobito.
Los que se van a china, son honestos jugadores que van a «hacer caja» sus últimos años de vida deportiva. Tu ya la has hecho a costa de todos los españoles, así que paga y no des clases chavalín egocéntrico.