Mi vida cambió para siempre el día en que comencé a hacer voluntariado en segundo de Periodismo. Nada ha influido tanto en mi desarrollo personal como convivir, disfrutar, viajar, querer… a los chicos con discapacidad intelectual a quienes, en teoría, era yo la que iba a ayudar.
Ahora que muchos de nuestros jóvenes creen jugarse el futuro en lo que los más antiguos conocemos como Selectividad, alguien debería confesarles que la vida no va de eso.
Los millennials se quejan, y con razón, de que la sociedad les ha vendido el paraíso Disney. Un trampantojo del que no saben salir.
Sobrecualificados, tal vez como ninguna generación anterior, se dan de bruces con empleos precarios, sueldos más lánguidos que los de sus padres y unas expectativas que nunca se hacen realidad.
Y la inercia parece no tener fin. Se lanzan a los dobles grados, hablan varios idiomas a la perfección y, sin embargo, el mundo profesional les da la espalda. Porque la formación académica ya no los define sino que los iguala.
Los expertos ya han hablado y lo han hecho claro: “Se buscan Iniestas”. Se buscan valores. Incontestables cualidades humanas que singularicen. Personas que marquen la diferencia.
Así que siendo honestos habría que descubrirles a nuestros veinteañeros que el futuro no es el que creen. Que deben arriesgar la piel en lo que hacen, que han de lanzarse a la piscina para zambullirse en otros mundos y que será justamente eso lo que les otorgue la felicidad personal y el éxito profesional. Lo saben bien en Recursos Humanos. Lo saben y lo persiguen con ahínco.
No tengo absolutamente ninguna duda de que soy mejor periodista gracias a la mirada diferente que me regalaron los chavales con discapacidad con los que he compartido tantos años de mi vida. Personas genuinas que te resitúan en el mundo, que te ensanchan los horizontes más que ningún mapa.
Uno de ellos, Puchi, al que adoraba con toda mi alma, falleció hace unas semanas. Madridista de pro, su amigo Paco acudió al funeral con la equipación correspondiente para rendirle el homenaje que merecía.
Puchi no tenía lenguaje, pero se hacía entender y querer con sus menos de diez palabras en las que englobaba lo importante: Madrid (para su equipo del alma y para cualquier noción espacial); seis (para todas las cosas referidas a números o fechas); maya (por amarilla, cuando algo no le gustaba y sacaba “tarjeta amarilla”); niña…
Un día, un colchonero probó suerte. Sin contarle a sus amigos que Puchi solo sabía contestar “seis” cuando se le interrogaba acerca de algún aspecto de cantidad, les dijo:
—Escuchad, escuchad… Puchi, ¿cuántas copas de Europa ha ganado el Atlético de Madrid?
Y Puchi, aunque ante cualquier otra pregunta (¿cuántos años tienes?, ¿cuántos hermanos sois?, ¿cuándo es tu cumpleaños?, ¿cuántos jugadores hay en el campo?) hubiera contestado: “seis”, lo miró y, muy decidido, soltó:
—Buuuuuu. Otra de las expresiones de su maravilloso catálogo léxico.
Si analizo por qué una persona con la que jamás mantuve una conversación ha influido tanto en mi vida, vuelvo al comienzo. Puchi, al igual que tantas otras personas con discapacidad, me obsequió con valores.
Que no lo olvide nadie: se buscan Iniestas. Desesperadamente.
Genial Terry
Impresionante como siempre , insuperable Las lecciones de vida q siempre nos presentas ????
Los primeros en entender este nuevo mundo somos los padres que les exigimos más estudios y estudios y como dices.. Olvidamos los valores… Tienen que tener más experiencias que es la mejor enseñanza en la vida.. Genial Terry
Muy verdadero querida Terry
Totalmente de acuerdo querida Terry . Los valores tienen que ser prioritarios en la educación y en la formacion de los jovenes y a veces se nos olvida.
Gracias
Totalmente de acuerdo contigo. Creo que hay que volver a potenciar los verdaderos valores entre nuestros niños y nuestros jóvenes.
A la larga, esto les ayudará en su futuro y les hará sentirse más satisfechos.
Totalmente de acuerdo. Hay que volver a ilusionar a niños y jóvenes con los verdaderos valores que nos hacen crecer interiormente. A la larga, se sentirán más satisfechos.