Son esas dos fotografía las que gobiernan este relato: la del futbolista de ayer, la mística del blanco y negro, el mediocampista que se comía la hierba al que Héctor Del Mar, el popular periodista radiofónico de esos años, denominaba Ángel de los pulmones. La del futbolista de ayer frente al hombre de hoy, que ya ha cumplido los 65 años y al que la Seguridad Social envió hace días una carta en la que autorizaba su jubilación. “He cumplido ya 25 años y seis meses cotizados, pero voy a esperar a que pueda jubilarse mi mujer. La saco cuatro años y no tendría sentido que me fuese yo y se quedase ella. Tenemos una asesoría fiscal en la calle Crespo Rascón de Salamanca y trabajamos juntos desde hace tantos años que el día que lo dejemos lo haremos los dos”. Y Pilar, su mujer, asiente: “Él podría hacer lo que quisiera, pero tiene la misma motivación del primer día. Sin ir más lejos, hoy se ha ido desde Salamanca a Valladolid a realizar un curso. Ha ido por la mañana y ha vuelto en el mismo día. Siempre está renovándose. No hay día en el que deje de estudiar. Así que no estoy convencida de que la motivación se pierda con los años”.
Quizá sólo sea la metáfora del futbolista que fue, uno de los tres mediocampistas del Madrid que empezó y terminó aquella final de la Copa de Europa frente al Liverpool en mayo del 81 y que, como si fuese el mayo del 68 de París, le traslada a otra época “en la que sólo había dos extranjeros por equipo”. El Madrid era “el Madrid de los García” en el que no se veía ni un frasco de gomina por el vestuario. “Los futbolistas éramos casi ciudadanos como los demás. Yo recuerdo que vivía en un piso de tres habitaciones en una urbanización de Las Rozas, donde tenía una plaza de garaje que era un lujo en aquella época, sí, pero no te aislaba del mundo. No te subía en un Porsche. Es más, si hubiésemos ganado esa Copa de Europa del 81 no se hubiesen organizado estas fiestas por las calles que se hacen ahora. El encargado hubiera llevado la Copa a la sala de trofeos y poco más. Entonces el fútbol era importante, porque siempre lo ha sido. Pero no iba mucho más allá de lo que pasaba en el césped”. Y allí, en el césped, Ángel era Ángel de los Pulmones, el futbolista cuyo kilometraje podría haber dado la vuelta al mundo en 80 días.
“Yo corría mucho, sí”, reconoce hoy, “pero tenía algo más. En el Madrid no sólo se juega por correr, porque entonces Mariano Haro hubiera sido titular muchísimos años. En ese sentido el otro día leía una entrevista con Felipe Reyes en la que dejaba claro al periodista que “con solo garra no se puede aguantar en la élite” y estoy de acuerdo. Yo mismo tenía que tener algo más que mis pulmones”, ironiza hoy al regresar a aquellos años ochenta, a ese mundo que ya no existe o a esa final de París frente al Liverpool en la que no recuerda “lo que nos dijo Boskov, el entrenador, pero sería algo sorprendente, seguro. Él, por encima de todo, era un hombre sorprendente. Un señor capaz de separar a los jugadores en los entrenamientos por su edad, porque decía que cada edad necesita un trabajo distinto. Y de una cosa sí estoy seguro: los entrenamientos del día después de la derrotas siempre eran más divertidos, porque decía que entonces era cuando hacía falta subir el ánimo y que lo que probaba el valor de los entrenadores era la derrota. Cosas obvias que te invitaban a pensar, porque Boskov era así: una cabeza privilegiada”.
También Ángel era un tipo que ya pensaba mucho y que, como recuerda Pilar, su mujer, cuando llegó de Salamanca a Madrid, con 23 años, “no tenía ni el BUP. Y aquí no importó que fuese jugador del Madrid porque se puso a estudiar. Y luego, cuando sacó la Selectividad, se matriculó en Económicas en la Universidad de Somosaguas». “Yo no quería ser el ejemplo de nadie”, añade Ángel. “Me bastaba con ser el ejemplo de mí mismo, con estar a la altura de lo que luego le iba a pedir a mis hijos. Por eso tampoco le vi un gran mérito a eso de empezar a estudiar. Tenía tiempo. Tenía las tardes libres y recuerdo que me matriculé en una academia de la calle Fuencarral en la que, incluso, me encontraba con chavales jóvenes de las categorías inferiores y no pasaba nada”.
Fueron seis años los que aguantó Ángel en el Real Madrid, el precio de fotografías como esta en blanco y negro que acompaña este texto. “Ser jugador del Madrid ya estaba muy bien, pero entonces los futbolistas no éramos dioses. Al cambio, yo creo que ganábamos menos de lo que ganan ahora los juveniles. Tenías que pensar en el futuro y, en mi caso, sabía que algún día debería entrar en el mercado laboral. Pero tenía tiempo para prepararme. El problema hubiese sido no tener tiempo”.
Hoy, sin embargo, se impone la fotografía del hombre mayor, dueño de su propio negocio. Un día más, a las ocho de la tarde, acaba de llegar a casa. “Al principio, llevé la gerencia de una empresa constructora. Pero entonces me di cuenta de que prefería ser independiente y abrí mi propio negocio”, añade hoy, padre de dos hijos, de 37 y 33 años, que tal vez fueron su gol por la escuadra. “El mayor fue el número uno de su promoción en las oposiciones a inspector de Hacienda que las sacó con 25 años. Tiene su plaza en Madrid, pero ahora está en París. Y el pequeño opositó a funcionario internacional como economista del Estado y hoy vive en Washington. Y, en fin, qué puedo decir de ellos… A su edad, ya tienen un buen trabajo para toda la vida y no sé si esto es producto del ejemplo que vieron en casa”. Pero es verdad que él, Ángel de los Santos, o Ángel de los Pulmones, nunca dejó de pensar en el futuro, quizá porque, antes de que lo dijese Woody Allen, ya lo había sentido él: “El futuro es el sitio en el que vamos a pasar el resto de nuestra vida”.
Evidentemente, un tipo muy inteligente
[…] de los Santos (Huelva, 1952), que también ha charlado con A LA CONTRA, era, junto con Del Bosque, uno de los veteranos de aquel vestuario. También compartía la misma […]
Lo que se dice un parto bien aprovechado
[…] más fiel está en esa fotografía y en lo que uno hubiese dado por vivirla en directo: Mariano Haro. El atleta español que peleaba con los mejores del mundo en esa última vuelta de una final […]
Conoci a Angel en un bar en la calle Fuencarral de Madrid..concretamente bar La Criolla..siempre con sus libros encima..una gran persona y un gran profesional..un abrazo muy fuerte
Fernando Mompean