En la primavera de 2005, la selección española de fútbol todavía no era campeona de Europa o del mundo, Fernando Alonso aún no se había coronado en la Fórmula 1 (lo hizo en septiembre), no existía el iPhone y Youtube era un canal en pruebas (nació en febrero). Ese año, Rafa Nadal ganó por primera vez el Godó al superar en la final a Juan Carlos Ferrero. Tenía 18 años y venía de imponerse en Montecarlo, de modo que al mundo del tenis no le había dado tiempo a cerrar la boca por el asombro. Trece años después, Nadal ha conquistado su undécimo título en el Godó frente al finalista más joven desde que él mismo se estrenó en Barcelona.
A diferencia de lo que sucedió en 2005, esta vez no hubo sorpresa. El veterano aplastó a la promesa por 6-2 y 6-1 en la final más corta del Godó —desde 2007 se juega al mejor de tres sets—, una hora y 18 minutos sin más incógnita que el tamaño de la paliza. “Ha sido un comienzo un poco extraño entre la lluvia y el viento, pero luego el tiempo se ha equilibrado… Tsitsipas es un jugador fantástico que necesita, como todos los jóvenes, un proceso de maduración. A partir del segundo o tercer juego he visto cómo le podía hacer daño y me han salido las cosas”.
Después de su victoria en Montecarlo, en Barcelona no había más favorito que Rafa, aunque no deja de maravillar su dominio total de los rivales. Ya son 46 los sets que ha ganado de forma consecutiva sobre tierra desde que el pasado año perdió con Thiem en cuartos del torneo de Roma. “Al final lo difícil es mantener un nivel alto semana tras semana, pero tengo experiencia en esta parte del año. El primer día no jugué muy bien —contra Carballés, 6-4 y 6-4—, pero venía de una buena dinámica y sé que estas cosas pueden pasar. Lo positivo es que las dinámicas, si son buenas, ayudan. Ahora me tomaré un par de días de descanso en casa porque esta no es una época para resetear, sino para disfrutar. Después de jugar en torneos tan importantes para mí como Montecarlo y Barcelona, la semana que viene llega Madrid, donde también juego en casa y las sensaciones son únicas. Cuando haya terminado Roland Garros y, sobre todo, cuando finalice Wimbledon, ya habrá tiempo para tomarse un descanso”.
Tras atender las preguntas de Alex Corretja para Televisión Española y ver en el marcador un vídeo en el que se repasaban sus once triunfos, Rafa tomó parte en la ceremonia de entrega de trofeos. Su undécima Copa la recibió entre una lluvia de confeti azul, color corporativo del Banco Sabadell, primer patrocinador del torneo. Primero agradeció en catalán, como suele ser costumbre. Acto seguido, habló “en castellano para que nos entiendan también los otros…”. “Esta es una semana inolvidable para todos los tenistas españoles, felicidades por hacernos sentir así… la mejor demostración es que hay muchos jugadores que pierden y se quedan aquí entrenando porque están a gusto”.
“Se ha visto un vídeo y es emocionante. Es el reconocimiento de una carrera que no hubiera podido imaginar. Pero es el segundo vídeo que me ponéis en dos años, lo que significa que ya tengo muchos años, que soy viejo. Ojalá pueda seguir muchos más… No sabéis lo que significa jugar en un club que prácticamente me ha visto crecer, es difícil describir las sensaciones, gracias a vosotros por todo. Y gracias a mi equipo. Llevamos dos semanas fantásticas, pero antes pasamos unos meses complicados que no hubiera sido posible superar sin el apoyo de todos vosotros”.
Title #11 in Barcelona for @RafaelNadal!#bcnopenbs pic.twitter.com/Fu0bT0IzXY
— Tennis TV (@TennisTV) 29 de abril de 2018
Con esta victoria, Nadal se embolsa un premio de 501.000 euros (96 millones en el total de su carrera) y asegura una semana la primera posición del ránking mundial (la hubiera perdido a favor de Federer en caso de no vencer). A Tsitsipas le corresponde un cheque de 226.000, que es un tercio de lo que ha ganado hasta ahora como tenista profesional (lo es desde 2016). A partir de mañana subirá del puesto 63 al 51.
No es poco consuelo para el griego, a pesar de su decepcionante papel en la final. Nunca sabremos si le pudo el cansancio de una semana intensa (Schwartzman, Ramos, Thiem, Carreño) o la impresión de tener delante al mejor tenista de la historia sobre tierra batida. Nadie le quitará, eso sí, la hazaña que supone volver a colocar a Grecia en el mapa del tenis mundial. Hasta el momento, Nicholas Kalogeropoulos (Nick Kalo), nacido en Costa Rica y de padres griegos, era el único referente del tenis heleno. Fue otro junior formidable que en 1962 ganó Roland Garros y Wimbledon. Formó parte del equipo griego de Copa Davis entre 1963 y 1981 y acumuló durante su trayectoria profesional la nada despreciable cifra de 18 títulos, además de la medalla de bronce en los Juegos Mediterráneos. Medio siglo después, Grecia volverá a ser protagonista porque el chico ganará pronto y ganará mucho.
Lo siguiente es la enumeración de las medallas de Rafa. Ya suma 401 victorias sobre tierra batida, 55 títulos sobre arcilla y 77 en el total de su carrera. Sólo Guillermo Vilas (659), Manuel Orantes (502) y Thomas Muster (422) han ganado más partidos sobre tierra, aunque ninguno se aproxima, ni de lejos, a su porcentaje de triunfos: 92%.
El próximo desafío será conquistar en Madrid su sexto título (el primero lo ganó en 2005 y en indoor). Luego llegará Roma, donde le espera su octava copa (el año pasado allí levantó el pie del acelerador) y la travesía sobre tierra se culminará en Roland Garros, otro título que ha ganado diez veces. El reto sería descomunal, casi sobrehumano, si no habláramos de Rafael Nadal, aquel muchacho que entró a formar parte de nuestras familias en 2005.
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