El cine es la memoria de la humanidad, la historia de una evolución, un álbum al que acudir para recordar y sentir emociones. Los hechos más noticiosos y trascendentales de la existencia se han contado, de una forma u otra, a través de la imagen. A partir de 1850, la fotografía se hace presente y la pintura pierde su principal función: representar la realidad. Pero más tarde, a finales del siglo XIX, Thomas Edison inventó el kinetoscopio, precursor del moderno proyector de películas, y en 1895, los hermanos Lumière patentaron el cinematógrafo, la primera máquina capaz de filmar y exhibir películas de cine (en Francia, cómo no, que siempre ha ido un paso por delante en la producción cultural).
El hallazgo de estos dos franceses, que comenzaron rodando cortometrajes que apenas duraban unos segundos, ha cambiado la vida de muchos, y también la de una ciudad que no estaba predestinada a destacar más que por sus balnearios. Hablo de Cannes. Pero lo que es Cannes hoy, pudo no serlo.
Louis Lumière cofundó junto a otros cineastas un certamen que pretendía estar alejado de cualquier represión política, a diferencia de la Mostra de Venecia, condicionada por los fascistas, y, finalmente, la localidad costera de Cannes, aunque en un principio iba a ser Biarritz, fue la escogida para albergar el Festival Internacional du Film.
Desde entonces, la transformación de la muestra solo se puede contar cronológicamente a través del cambio estético de sus afamados carteles (ya que la Palma de Oro, el principal galardón del festival, tardó en llegar hasta 1954), incluso el de 1939, primera fecha prevista de Cannes que no se pudo celebrar por culpa del inicio de la Segunda Guerra Mundial (se habían entregado alrededor de 2.000 invitaciones para el estreno y la Metro-Goldwyn-Meyer cruzó el océano con un trasatlántico cargado con las grandes estrellas de Hollywood). Pero volvió con fuerza inmediatamente después del conflicto bélico, en 1946, y en sus ya setenta ediciones, la de 2018 será la setenta y uno, se ha convertido en la cita cinematográfica más prestigiosa y en uno de los eventos culturales más importantes del año.
Jean-Gabriel Domergue firmó el cartel de 1939, el que nunca fue, que enseña que las primeras fechas de Cannes no fueron en mayo, sino en el mes de septiembre. Hasta 1951, el festival se celebró a finales de verano y no se trasladó a las fechas actuales hasta un año después. Leblanc, autor del anuncio de 1946, con su dibujo advirtió en lo que se convertiría posteriormente el festival. Retrató a una pareja vestida de gala surcando el mar Mediterráneo en medio de una pantalla decorada por las ramas y hojas de una palmera.
El festival continuó progresando, también sus rótulos, cada vez más contemporáneos. Pero en 1980 y 1981 el desarrollo se detuvo. Por presupuesto o por inspiración (el motivo todavía es desconocido), el cartel exclusivamente vio modificada su fecha. Fue la única vez en la historia que se repitió. Su diseñador fue Michel Landi. Entonces, es como si una modista de la talla de Coco Chanel repitiese colección en la semana de la moda de París dos años seguidos. Que lo descrito se produjese, sorprendería, y mucho. Eso pasó con Cannes, que es mundialmente conocido por la meticulosidad para con su imagen.
En la última década, la calidad de los bocetos ha mejorado indudablemente. En 2007, por el sesenta aniversario, vio la luz uno de los pósteres, hasta ahora, más icónicos. El fotógrafo italiano Alex Majoli, el encargado de dicha reproducción, se fundamentó en la obra de todo un referente como Philippe Halsman (retratista de Salvador Dalí, Albert Einstein o Woody Allen). Majoli juntó en la misma postal a algunos de los rostros más conocidos del cine. Desde los españoles Pedro Almodóvar o Penélope Cruz hasta Bruce Willis, Samuel L. Jackson o Juliette Binoche, entre otros.
En el de 2018, aparecen un hombre y una mujer que se besan. Pertenece a un extracto de la película Pierrot, le fou (Pierrot, el loco), del director Jean-Luc Godard. El autor de la imagen es Georges Pierre (fundador de la Asociación de Fotógrafos de Cine), y la grafista Flore Maquin, colaboradora de Universal Pictures o Paramount Channel, firma su diseño, especialmente colorido y cercano al estilo pictórico al que es difícil no caer rendido. Pasará a los anales como uno de los más bellos. Pero, probablemente, no sea mejor que sus predecesores. El arte nunca es peor, es simplemente diferente, rompedor, y pertenece a su época. La belleza tiene muchos nombres. Esto es lo interesante. Está comprobado que el arte no cambia el mundo, pero sí cambia a las personas. El trabajo de Maquin con la fotografía de Pierre demuestra que artista es aquel capaz de combinar más de un arte (en este caso, cine, fotografía y pintura). A esto también se le puede llamar talento.
[…] en el mito, como la película dirigida por Grigori Kozintsev, Don Kikhot, presentada en el Festival de Cannes en 1957 (que llegó a España en 1966, siendo el primer film ruso estrenado en el país desde el […]
[…] actores Javier y Carlos. De Bardem se conserva el mural de La venganza (1958), cinta exhibida en el Festival de Cannes de ese mismo año y candidata al Premio Óscar a la mejor película de habla no inglesa, con Carmen […]
[…] nacido en Brooklyn que amaba el cine sobre todas las cosas y que convirtió el diseño de la cartelería de cine en un verdadero […]
[…] que se recuerdan sobre la transexualidad, dura, pero brillante. Girl, tras salir respaldada del Festival de Cannes, es la candidata belga para el premio Óscar a mejor película de habla no inglesa, empresa […]