Vayamos al grano: el Madrid no puede rajarse en París. Y no se rajará porque le distingue, entre otros valores, el temple para sacar la muleta ante toros en puntas. Ni los ultras, ni el PSG acalorado, ni nadie será capaz de amedrentar al doce veces campeón de Europa. ¿Entonces? Entonces la clave para salvar esta eliminatoria está en el propio Real Madrid. Está en no cometer errores absurdos, en cumplir estrictamente cada cual con su trabajo, en no buscar escondites en la hierba, en definitiva, en ir a por el partido con el tempo exacto que el balón y la dinámica exija. Ni muy deprisa, ni muy despacio; ni muy arriba ni muy abajo. Este partido es para saberlo jugar.
Sea cual sea la alineación, con Kroos y Modric o sin ellos, nos equivocaremos si pedimos al Madrid que presione arriba a la salida del PSG. Recordemos, el Madrid va ganando. Y nos equivocaremos porque los de Zidane no saben hacerlo con precisión de reloj suizo, lo que traería errores fatales de superioridad en la medular. Tampoco esto es pedir al Madrid que se acochine atrás, metido en su campo, esperando un contragolpe ganador. Eso sería una ruleta rusa, pues no es preciso enumerar la pólvora que con nombre propio tiene Emery ahí arriba, incluso con Neymar en Brasil. Dar una sola bala a los parisinos sería letal.
¿Cuál es el punto justo? El punto del trabajo colectivo. Cristiano, Benzema y Bale han de quitarse los galones y ponerse a currar. Evitar la salida cómoda del PSG, achicando los pasillos, para favorecer el robo de balón de segunda línea. Al París hay que enjaularle en la medular, por dentro y por fuera, cuidando que los laterales no se vayan arriba en funciones de extremos. Enjaular al PSG, ahogarle sin líneas de pase, sin llegar a meter balones al área de Keylor. Mejor será capturarlo en la red del centro del campo que ir arriba abriendo líneas de manera temeraria. El marcador del Bernabéu no exige ningún tipo de machada táctica.
Zidane ha dicho que esto se gana jugando al fútbol. Pero no es jugando sólo a la pelota. Es cabeza, corazón y piernas. El fútbol que necesita el Madrid no será sólo el brillante, el vistoso, el eléctrico, el del gol. Precisa lo que sería fútbol inteligente: mezcla de saber mandar, poner bravura y estar rápido de reacciones. Por suerte para el Madrid y el madridismo, si hay un equipo maduro para no arrugarse en París es el blanco, el que consigue un nivel competitivo propio de la categoría de sus jugadores. Eso sí, formando un bloque solidario en el trabajo sin que falte esa chispa de calidad que ha llevado a tanta gloria a este club.
Sin mencionar nombres, sin entrar en alineaciones, sin cambiar una sola palabra juegue quien juegue hoy en París, el partido será lo que quiera que sea el Real Madrid. Lo puede amarrar apoyado en su inmenso crédito europeo, pero también se le puede ir de las manos (menos probable) si de pronto se olvida de que hoy en París tiene que demostrar quién es el «puto amo» de Europa.