Ahora nos parece lógico, casi una obviedad aplastante, pero no lo era. El PSG llegaba mejor a la eliminatoria y hasta lo parecía en términos generales. Así estaba admitido sin demasiada discusión. Lo tenía todo, más dinero y menos años, además de un par de futbolistas por los que suspira el Real Madrid en las noches de luna. Después de arrasar en la liga francesa y en la fase de grupos, el PSG presentaba, por fin, su candidatura para dominar Europa. Nuevos tiempos y nueva época.
Es asombroso cómo se han ido evaporando las certezas de hace un mes. En el Bernabéu desapareció el ogro de azul marino. Después Neymar y a continuación todo lo demás. Por influencia del Madrid, no lo negaré, pero no sólo por influencia futbolística, sino por la inercia de la historia, del escudo y de la tradición. Tengo la impresión de que este gigante en el suelo cayó antes de recibir el primer impacto, nos lo dirá la autopsia.
Supongo que la historia pesa más que el dinero. No digo que los billetes no importen, claro que sí, el Real Madrid es una buena demostración, pero la historia tiene un poder que no alcanza la acumulación de monedas, al menos en primera instancia. Y es bueno que así sea. Lo sé, el Real Madrid es un equipo rico. La novedad, en este caso, es que el PSG lo es más. Es por eso que retiro los presupuestos de la ecuación. La explicación es otra, y tampoco tiene relación con los momentos de forma, o con el talento de las plantillas. No hace falta hacer repaso de los resultados recientes para descartar del análisis el factor momento. Es otra cosa. Es la historia, insisto, pero no la historia entendida como concepto vaporoso, sino la historia encarnada en una señora oronda con el mandil blanco manchado de harina que solo necesita levantar el rodillo de amasar para espantar a los invasores. Con esa ayuda juega el Real Madrid. Después de tantos éxitos y de tanta obsesión, le defiende la matrona del destino y el movimiento de rotación de la tierra. Luchen contra eso si pueden, porque el PSG no pudo.
Se advirtió desde el primer instante. En la primera parte no sucedió nada de lo imaginado. Se esperaba fuego y sólo hubo bengalas, un ejemplo más de la estupidez humana sin más efecto que cegar la grada donde habita el tonto pirotécnico. Es tradición que los anfitriones en desventaja jueguen su primera carta en los primeros cinco o diez minutos. Un acelerón, un anticipo del asedio, un par de patadas y alguna camisa rota. El PSG se abstuvo, o se vio incapaz. Habrá que pensar que el Real Madrid también ayudó a congelar el ambiente. Su colocación, su disciplina y su cara sin miedo. No hubo drama, ni tensión excesiva, ni demasiadas ocasiones. Las mejores las tuvo el Real Madrid: un remate de Sergio Ramos (17’) y un mano a mano que Benzema no supo resolver ante Areola (37’). El PSG no chutó a puerta hasta el minuto 42.
Benzema (horrible) le quitó la razón a Zidane hasta que Asensio y Lucas se la dieron; entre los dos propiciaron el primer gol, rematado a la red por Cristiano. Ahí se terminó la intriga, en el minuto 51, un mundo por delante que de pronto quedó deshabitado, aun más con la expulsión de Verratti. El gol del PSG fue una anécdota y el de Casemiro un símbolo. Tenía que ser él, debía serlo. Casemiro es la mano que agarrarías para atravesar un bosque oscuro. Para su equipo es la artería y para el contrario el colesterol. El mismo papel juega el Real Madrid si pasamos de lo individual a lo colectivo. Si no quieres ser aplastado por un rodillo de amasar, vístete de blanco. Y confía.
Pero te queda mucho para entender el fútbol, solo lo ves en la tele y sigues al balón, el fútbol se juega el 90% del tiempo sin balón y un. 10% o menos con balón, debes ir al campo, para…aprender d fútbol, ya si eso…
Benzema horrible, vease el primer gol del Madrid y fijese en el movimiento de arrastre de Karim y como se lleva al central a la banda, se llama abrir huecos y jugar sin balon y nadie lo hace mejor que él.