El género sátira subgénero dictadores suma a la lista —El gran dictador (Charles Chaplin, 1940), El dictador (Larry Charles y Sacha Baron Cohen, 2012), Ha vuelto (David Wnendt, 2015) o The Interview (Evan Goldberg y Seth Rogen, 2015)— otro título que cumple con las premisas de esta subcategoría: que denuncie las injusticias de un régimen dictatorial, que ridiculice al tirano hasta llevarlo a límites estratosféricos del patetismo y que meta el dedo donde más duele y, a ser posible, reciba una respuesta en forma de censura o prohibición. Con esta sátira sobre la muerte del dictador soviético Josef Stalin basada en un cómic de Fabien Nury se han alcanzado los tres propósitos, ya que pone de relieve con un humor negro a veces más que dudoso los crímenes indiscriminados de bigotudo dictador, lleva las situaciones sobre su fallecimiento y la lucha por su sucesión hasta unos límites esperpénticos, y ha tenido la suerte de que haya indignado a Vladimir Putin, prohibiendo su exhibición en Rusia.
Título: La muerte de Stalin
Dirección: Armando Iannucci.
Reparto: Steve Buscemi, Jeffrey Tambor, Olga Kurylenko, Andrea Riseborough, Jason Isaacs, Paddy Considine.
País: Reino Unido.
Duración: 106 min.
El comienzo de La muerte de Stalin no deja pistas falsas de por dónde va a transcurrir la película. En un ambiente de terror donde el déspota mandaba al paredón a todo el que se movía —incluidos muchos galenos judíos tras el llamado ‘complot de los médicos’ que supuestamente conspiraban para envenenarle—, Stalin sufre un derrame cerebral que deja su cuerpo bañado en su propia orina en el suelo de su despacho, donde agoniza sin recibir ayuda debido a que nadie se atreve a entrar a ver si se encuentra bien.
A partir de ahí, se desata una lucha grosera por ocupar el puesto del dictador donde entra en juego la nutrida nómina de cómicos encabezados por Steve Buscemi como el refinado Nikita Khrushchev, el ex Monty Python Michael Palin como el funcionario Molotov, o Jeffrey Tambor como el estúpido Malenkov, entre otros miembros del politburó a cual más trepa, sociópata y descerebrado. Hay que reconocer que el escocés Armando Iannucci es un director dotado para la sátira feroz, como ya demostró en In the Loop (2009), y en esta cinta realmente no deja títere con cabeza deambulando entre el gag salvaje a costa de la brutalidad del régimen y en ocasiones de las víctimas del estalinismo —siendo estos pasotes los más cuestionables de un humor que no se fija límites— y el vodevil teatral de trazo grueso y vocación chanante.
Eso sí, lo hay que reconocerle es que 65 años después de la muerte de Stalin, la cinta haya removido los cimientos del Kremlin e incluso Putin la haya considerado como parte de un complot para derrocarle. De hecho, el Ministerio de Cultura ruso publicó un comunicado donde hablaba así de su estreno: “El lanzamiento de la película en vísperas de las celebraciones que conmemoran el 75 aniversario de la batalla de Stalingrado es un escupitajo para todos los que murieron allí”. Posiblemente sea esta censura y el consiguiente Efecto Streisand la mejor campaña de marketing para una película con clara vocación de levantar ampollas.
CERVEZA RECOMENDADA
Meantime Chocolate Porter. Alcohol: 6,5 %. Amargor: N/F.

La cervecera inglesa ubicada en la localidad de Greenwich (de ahí su nombre, de las siglas GMT, Greenwich Mean Time) está especializada en la elaboración de cervezas sofisticadas, como esta Baltic Porter con chocolate. El estilo original viene de la evolución de las Porter inglesas influenciadas por la potencia de las Imperial Russian Stout, con la particularidad de que las Baltic Porter se fermentan con levaduras Lager a bajas temperaturas. En este caso, además, lleva cacao, lo cual no es producto de una moda, pues en el siglo XVIII, cuando Gran Bretaña expandía su imperio por medio mundo, ya añadían a las recetas café y chocolate provenientes del Nuevo Mundo.
Esta cerveza, que no es negra, sino de un opaco color marrón oscuro con pequeños brillos ámbar, posee una cremosa espuma pensada para coronar con elegancia la pinta y retener su carbonatación. El chocolate aparece en cuanto la aproximamos a la nariz, donde también hay aromas a maltas tostadas y a frutos secos. Con un cuerpo alto, en boca es sedosa y en su sabor dominan las notas a toffee y, sobre todo, el cacao añadido al final de la fermentación. Una birra ideal para tomarla como postre después de una buena comida en estos meses de frío casi siberiano.