El cantautor malagueño El Kanka, un torbellino lleno de energía que acudió a la cita en la oficina de A la Contra repartiendo sonrisas y buen humor, acaba de publicar El arte de saltar, un nuevo álbum de 13 canciones empapadas de influencias sureñas y folklore sudamericano y unas letras, aunque en este disco quizá más poéticas, que siguen reflejando el peculiar estilo y manteniendo las «pullitas sutiles» del autor de Lo malo que estoy y lo poco que me quejo.
Autoeditado bajo su propio sello, A Volar Music, El arte de saltar cuenta con la colaboración de Jorge Drexler y de la comparsa Martínez Ares de Cádiz y ha sido grabado en Tercero Estudios de Barcelona con Carlos Manzanares como productor.
Juan Gómez, El Kanka, vuelve a ofrecer canciones que caminan por distintos estilos, entre las que se aprecian ritmos sureños (hay tres rumbas, aunque una de ellas catalana) y tonadas con aires de chacarera que recuerdan al estilo de grandes artistas sudamericanas como Natalia Lafourcade, Mercedes Sosa o Violeta Parra.
—¿Hay que tener mucho arte para saltar?
—Pues sí, supongo que sí. Yo creo que al final, en la vida, van surgiendo pequeños socavones, charcos y demás y uno tiene que ir aprendiendo a sortearlos o a superarlos si quiere llegar al otro lado. De eso va un poco el título de este nuevo trabajo. Hay algún tema del disco que contiene este mensaje, sobre cómo aprender a superar el vértigo saltando.
—En tu caso, ¿saltar es escapar o ir hacia adelante?
—Siempre hacia adelante.
—¿Cuál es la principal diferencia entre este disco y los anteriores? ¿Cómo lo sientes tú, personalmente?
—Pues es una pregunta que siempre me cuesta mucho trabajo responder. Porque yo no concibo los discos como obras completas, yo no digo, venga, ahora voy a sacar un disco porque estoy en esta peli y voy a hacerlo de esta manera. Nunca me lo he planteado así. Yo voy haciendo canciones por el camino, según me salen y, en este caso, después de dos años de mi último disco, tocaba sacar uno nuevo y me dije: Tengo quince o dieciséis temas, voy a elegir unos cuantos y vamos a ver qué onda. Después, a posteriori, a veces me toca reflexionar sobre lo que quiere decir el disco. Y ahora te diría que El Arte de saltar es un disco más serio o al menos con más contenido y quizá más poético que los anteriores. También creo que digo más cosas, hay más declaraciones de intenciones y hay alguna que otra pullita también, metida con un poquito de gracia, pero pullita al fin y al cabo. Lo que sí te digo es que una de las cosas de las que me siento más orgulloso es que creo que he conseguido deshacerme de todos los qué dirán y demás, porque ya es el cuarto disco, ya no estoy empezando, aunque espero que me quede mucho camino por delante, y creo que la experiencia me ha dado ese punto de decirme: no me voy a rallar nada, quiero hacer canciones, quiero decir cosas, quiero decir lo que me apetece y así creo que lo he hecho.
—En este último disco has contado con la colaboración de Jorge Drexler ¿Qué otros cantautores te interesan o con cuáles te gustaría colaborar?
—Pues me gusta mucho Robe Iniesta, de Extremoduro, que lleva un par de discos en solitario. Yo es que soy extremodurero de siempre. Y me encantaría poder hacer algo con él. Lo veo difícil, porque estilísticamente estoy más cerca de Drexler que de Robe, pero por intentarlo que no quede. Me gustan muchos, la verdad, desde gente más de mi mundillo, con los que ya he colaborado, como El Niño de la Hipoteca, Antílope o Rozalén, u otros como Rubén Blades o Juan Luis Guerra, porque son gente que no tiene nada que ver en principio conmigo, pero me encanta lo que hacen y me fliparía cantar con ellos. Pero vamos, hay muchísima gente con la que me gustaría hacer cosas
—¿Krahe o Sabina?
—Qué difícil. Me he sentido más cerca de Sabina, desde siempre, pero es verdad que lo de Krahe era una cosa muy especial. Para mí Krahe es insuperable, es el mejor. Creo que Sabina lo admiraba profundamente porque no se puede escribir como ese tío, creo que su inteligencia era casi marciana. Soy muy de Krahe, lo he escuchado a muerte, pero con Sabina tengo un cariño muy especial, quizá porque lo escuchaba de pequeño. Creo que Sabina es más cancionista y hace temas más redondos, musicalmente hablando. Pero lo de Krahe era una cosa para quitarse el sombrero y ponerse de rodillas.
—¿Prefieres a los cantautores críticos o a los sentimentales?
—A mí me gusta un poco de todo. Yo creo que en mis discos se ve. Me gusta meter mis pullitas, mis morcillitas, que digo yo, mis declaraciones de intenciones y demás, pero las canciones de amor a mí también me tocan, yo también me enamoro, el amor mueve el mundo. Hay muchos momentos en tu vida que piensas más en el amor que en la paz mundial. Y además el tema sentimental conecta con el inconsciente colectivo de una manera más inmediata. Aunque me gusta que haya un poquito de todo. Creo que una mezcla de Krahe y Sabina daría un equilibro muy bonito entre las dos cosas. No me gusta tanto un cantautor que sea solo sentimental, o solo protesta, me gustan más los que integran bien las dos cosas.
—¿Te estás cortando a la hora de componer canciones? Vivimos una época dura en la que ya no es raro que secuestren un libro, encarcelen a un rapero o retiren una exposición.
—A lo mejor me toca a mí ahora, porque está la cosa como para tenerle miedo. Yo no me corto nada, aunque también es verdad que mi lenguaje, en general, suele ser más sutil, y también creo que soy bastante conciliador. Yo no digo algunas de las barbaridades que se escuchan por ahí, que aunque lo sean, no me parecen motivo suficiente como para encerrar a nadie en la cárcel. Eso por supuesto. Pero sí, estamos en una época en la que sería muy lógico tener miedo a escribir según que letras. Por desgracia estamos en ese momento, y espero que lo pasemos pronto porque en general hay bastante miedo y bastante rabia. Me parece que hay medidas completamente pasadas de tuerca y una reminiscencia del pasado muy fuerte. Y casualmente me parece que siempre son los mensajes que tiran más hacia la izquierda que hacia la derecha los que acaban siendo condenados. Mucha casualidad me parece, también te lo digo.
—A lo largo de tu carrera has tenido años en los que has sumado 80 o 90 actuaciones ¿Qué te gusta más, el estudio o escenario? ¿Está el futuro de la música en los escenarios, actuando más que grabando?
—Sí, pero creo que esto ha pasado siempre. Es verdad que antes se vendían muchos más discos, aunque también es cierto que lo que se lleva el artista después es irrisorio. Creo que para todos los artistas el directo es clave y ahora más que nunca, claro. Y creo que es algo que nunca morirá, aunque pueda pecar de ingenuo, creo que nunca morirá ese contacto en directo, de verdad, entre el público y el artista subido a un escenario. Al final es lo más auténtico. Cuando pienso en cantarle a la gente pienso en cantarle de verdad. Luego, todo lo demás, lo de grabar discos y eso está muy bien, tiene su punto creativo y divertido, está guay buscar el mejor sonido, pero es un poco falseado, es un trámite, una carta de presentación del disco para decir esto es lo que voy a llevar ahora al directo. Pero la más importante y bonito, donde todos los artistas nos sentimos a gusto y realizados, es en el cara a cara del directo.
—¿Cómo viviste tu participación en Operación Triunfo?
—Yo, que soy un admirador del lado surrealista de la vida, pues lo viví un poco así. De entrada hay que tener claro lo que es Operación Triunfo, que es un formato de la tele que busca lo que busca y tiene las restricciones que tiene, un concurso que a veces ha tenido mucho poder dentro del mundo de la música, como está pasando ahora y como pasó antes en la primera y quizá en la segunda edición, y como llegaron a copar el mercado. Yo no era seguidor del programa y además resultaba grotesco imaginarse a una concursante de Operación Triunfo, que es una cosa tan asociada al mainstream, con una canción mía de por medio. Y sin embargo esta chica al final lo ha conseguido. Amaia es carismática, canta fenomenal, me parece fantástica, tienen un talentazo indudable y además es simpatiquísima.
Me colé en OT primero en forma canción, porque ella llegó a cantar cinco o seis temas míos. El primer sorprendido fui yo, porque no había visto nada de OT, vi la primera edición, claro, pero no demasiado, y de pronto me llega por Twitter que hay una tía que ha cantado una canción mía en el programa. Pero no sabía que eso iba a llegar a que me invitaran a la academia. Además había otra chica en el concurso, Ana Guerra, a la que ya conocía porque coincidimos en Tenerife, que también cantaba algunos de mis temas y se ve que entre las dos contagiaron al resto de concursantes con la película mía y se decidió en algún momento, y de forma muy extraña, que yo fuera allí. Y para allá que fuimos. Me lo tomé como una oportunidad para enseñar mi rollo y también para hacer un poco de abogado del diablo y contarles mi película, que es tan distinta. Lo dije allí, que yo nunca me hubiera presentado a eso, que cada uno es libre, pero que mi carrera va un poco por otro lado. Y estuvo guay. Y me parece que hay que aplaudir que se abran y de repente inviten a un tío que es más independiente que una liebre, como es mi caso, sin ponerte ningún tipo de condiciones, de trabas ni nada. Haz lo que quieras, canta lo que quieras, di lo que quieras. Pues voy a aprovecharlo, que es un altavoz de puta madre. Y así lo hice.
—¿Prefieres mantener la independencia o buscar el refugio de gran sello discográfico?
—Yo publico con mi propio sello. Y no soy el típico que dice que jamás en la vida fichará por una gran discográfica, porque nunca se sabe. Si me proponen un trato bueno, que me parezca aceptable, que me dé libertad, que eso para mí es muy importante, la libertad creativa, estoy abierto, pero de momento no se ha dado el caso y estoy muy bien haciendo las cosas a mi manera.
—En la huelga feminista del 8M se escuchó muchísimo un tema de Chicho Sánchez Ferlosio, A La huelga, escrito en 1963 ¿Tienen los cantautores la capacidad de trascender en el tiempo? ¿Más que otros géneros?
—Creo que las grandes canciones trascienden más que el sonido. Quizá el grupo que más ha trascendido ha sido The Beatles y es porque tienen grandes canciones, más allá de que sean un grupo de Rock o de Pop. Quizá las bandas o los artistas, y me parece muy respetable, que se fijan más en el sonido, en la potencia o lo que sea, igual no trascienden tanto porque al final el poder de la canción es muy fuerte venga de donde venga, porque hay grandes canciones en el Rock y en cualquier género. Y también ha habido algún cantautor encubierto, como John Lennon, porque aunque fuera un Beatle era un cantautor también, de alguna forma. Yo creo en el poder de la canción como bandera de palabras, que eso es al final lo que se nos queda.
—¿Qué canción les pondrías a las manifestaciones de los jubilados?
—‘A Desobedecer’ (El Kanka, de su disco ‘El día de suerte de Juan Gómez’). Aunque creo que esta vale casi para cualquiera.