Es lunes y probablemente la noticia de la muerte de Davide Astori ya sea sólo un eco entre el tiro libre de Messi, los goles de Cristiano y la lesión de Neymar. Mañana martes no será más que una brisa. Así es el fútbol, como la vida misma, pero, como sostienen muchas tradiciones, la verdadera muerte es el olvido. Y el capitán merece ser recordado.
Davide Astori tenía treinta y un años. Era zurdo, flaco y alto. No era particularmente guapo, ni muy rápido, ni demasiado técnico. Era un defensor nacido para hacer su trabajo. Formado en las divisiones inferiores del Milán, su carrera empezó a despegar en el Cagliari, donde sus cualidades defensivas comenzaron a cuajar. Era un defensor sobrio, con buena salida y un liderazgo que se plasmaría recién en el 2016, hace un par de años, cuando fue nombrado capitán de la Fiorentina tras pasar un año en la Roma.
El año pasado, el equipo de Florencia sufrió una especie de revolución técnica y futbolística. La gran mayoría de sus referentes fueron vendidos o sus contratos vencieron, con lo que la directiva y el cuerpo técnico tuvieron que armar un equipo casi desde cero. Casi, porque, según Pantaleo Corvino, el director deportivo del club, habían elegido a Davide Astori y Federico Chiesa (un jugador consolidado y un joven con mucho futuro) para liderar el proyecto de la nueva Fiorentina. Astori era el capitán de ese barco que buscaba evitar un naufragio que parecía inminente. Y, de alguna manera, lo logró.
El nuevo entrenador de la Fiore, Stefano Pioli, es un tipo pragmático, muy italiano en sus formas y en su fondo: un técnico que prioriza la solidez defensiva al juego vistoso, para lo cual la figura de Astori era indispensable. De hecho, a pesar de ser un cuadro irregular, una suerte de edificio en escombros en medio de una ciudad que emana belleza, la Fiorentina ha logrado mantener uno de los mejores rendimientos defensivos de la liga, aunque, combinado con sus pésimos registros ofensivos, no ha podido librarse del incómodo confort de la media tabla. Iremos viendo cómo reacciona ese grupo humano ante la muerte de uno de sus grandes líderes. No será nada fácil recuperarse.
Suele suceder que las personas, cuando mueren, son idealizadas y sólo se habla de sus virtudes, pero todo parece indicar que Davide Astori era un tipo querido y respetado. Lo han despedido desde todos los rincones del mundo, aunque quienes lo conocieron más —sus compañeros de club y de selección, donde disputó catorce partidos— hablan de un líder ejemplar, simpático y profesional. Deja a una hija de dos años y a su joven esposa.
El mundo del fútbol, esa burbuja más bien frívola en la que vivimos quienes nos dedicamos a esto, parece reducirse a nada cuando se producen estos episodios. Por el momento, nadie encuentra palabras, explicaciones, respuestas. La suspensión de toda la jornada de la Serie A parece una decisión sensible y respetuosa, pero, a partir de mañana, se comenzará a hablar, probablemente, de quién reemplazará a Astori en la zaga violeta. Aunque estoy seguro de que la defensa de mi equipo, por más buenos jugadores que fiche, estará siempre huérfana.
Hasta siempre, capitano.