El violento paso de la niñez a la adolescencia y de ésta al mundo adulto se puede hacer en forma de amable transición, de fascinante y paulatino proceso de aprendizaje, o como lo hizo Miley Cyrus, que en pocos meses pasó de ser la dulce e inocente teen Hannah Montana a una deslenguada, insolente y a veces obscena estrella del pop, para terror de las madres y los padres de criaturas adolescentes. Pues ahora la actriz Jennifer Lawrence ha dado uno de esos triples saltos mortales donde ha pasado —Madre! de Darren Aronofsky mediante— de heroína millennial en las sagas de X-Men y sobre todo en Los Juegos del Hambre, a protagonizar esta película que en Estados Unidos se ha estrenado como clasificada R, o sea, no apta para menores de 17 años no acompañados por un adulto.
Título: Gorrión rojo.
Dirección: Francis Lawrence.
Reparto: Jennifer Lawrence, Joel Edgerton, Jeremy Irons, Charlotte Rampling, Mary-Louise Parker, Matthias Schoenaerts, Joely Richardson, Nicole O’Neill.
País: Estados Unidos.
Duración: 139 min.
Y es que Gorrión rojo no es una película sobre espías en la Guerra Fría al estilo de las historias de John Le Carré (El espía que surgió del frío), Frederick Forsyth (El cuarto protocolo) o Graham Greene (Nuestro hombre en La Habana), ni tampoco una cinta de acción con coreografiadas peleas de artes marciales o exhibiciones de gadgets tecnológicos al estilo de las franquicias de James Bond, Jason Bourne o del Ethan Hunt de las misiones imposibles. La cinta del realizador Francis Lawrence, que ya dirigió a la actriz en la saga de Los Juegos del Hambre, es un sorprendente thriller de espionaje ambientado en la actualidad donde la violencia directa y el nada sugerido contenido sexual sorprenderán a los espectadores que esperen ver en el personaje de Jennifer Lawrence algo parecido a la Angelina Jolie de Salt (2010), a Scarlett Johansson como la Viuda Negra o a la rubia Charlize Theron en Atómica (2017).
La película, que arranca con un soberbio montaje en paralelo, cuenta la historia de Dominika, una atractiva y joven bailarina del Bolshói que, tras la muerte de su padre, es reclutada a través de una trampa por los servicios secretos rusos para ser convertida en un gorrión, una mezcla de Mata Hari y Nikita que utilizará su cuerpo, su capacidad de seducción y su retorcido entrenamiento para las artes sexuales como arma para sacar información de agentes enemigos.
Su primer objetivo es Nate Nash (Joel Edgerton), un funcionario de la CIA que dirige una operación de infiltración de la agencia en la inteligencia rusa. Ambos agentes caerán en una oscura espiral de engaños, dobles juegos y abrasivos encuentros sexuales que pondrán en riesgo tanto sus vidas como la seguridad de sus países. En Gorrión rojo, aunque esté lastrada por un minutaje excesivo, hay atmósferas heredadas de Hitchcock, hay intrigas dignas de la serie The Americans y, sobre todo, hay una puesta en escena rotunda con unas complejas secuencias de violencia y sexo donde Jennifer Lawrence —que da el perfecto perfil de eslava con sus pómulos sobresalientes, su recto flequillo rubio y su gélida mirada felina— no se anda con mojigaterías a la hora de desnudarse y poner toda la carne en el asador como una actriz de primer nivel, aunque ella después haya confesado que su rodaje la supuso «una pesadilla». La cinta, en resumen, es una arriesgada mirada al mundo del espionaje que se culmina con un poderoso final y donde, aunque haya pasajes que funcionan con menos precisión, el conjunto se ve con enorme interés, de hecho, ya se habla de que habrá secuela, y así lo esperamos.
CERVEZA RECOMENDADA
Arriaca Imperial Russian Stout. Alcohol: 10,1 %. Amargor: 60 IBU.

La cervecera artesanal de Guadalajara tiene en este oscuro petróleo el buque insignia de la marca. Los excelentes cerveceros de Arriaca se han colgado varias medallas al cuello con su Imperial Russian Stout que, entre otras condecoraciones, se llevó el primer premio absoluto del certamen internacional World Beer Idol 2017. Este estilo, evolución de las Stout británicas, fue puesto de moda en Rusia por el emperador Pedro el Grande, después de que en 1698 viajase a Inglaterra y se quedase fascinado por sus birras. De esta manera, para asegurar la estabilidad de las cervezas en su largo camino desde las Islas Británicas a Rusia, se les elevaba el grado alcohólico y la cantidad de lúpulo agregado, consiguiendo el perfil característico de las Imperial Russian Stout que también enamoró a Catalina la Grande.
Hablando ya de este birrote, se trata de una cerveza completamente negra y opaca que se corona con una densa espuma de color canela. Sus complejos aromas van de café al chocolate negro, pasando por los toques torrefactos y las especias. En boca es una cerveza sedosa y muy agradable de beber, con notas a vainilla y a madera que finaliza con un suave amargor y un toque cálido y licoroso debido a su contenido alcohólico. Una cerveza hecha para zares.