No hay palabras, pero las volcaremos aquí con la esperanza de que alguna combinación sirva para explicar lo ocurrido. No hay nada que justifique salir tan vivo después de parecer tan muerto. No hay razones y, probablemente, no haya justicia. Hay quien salva un punto que debió perder y hasta se dan casos, rarísimos, de quien ganó sin merecerlo. Pero sólo se conoce un equipo que, enfrentado al destino, sea capaz de retorcerle el brazo y doblegarle la voluntad. Sólo hay un equipo en el mundo que pueda pasar del 1-3 al 3-1. Y sólo se tiene noticia de otro que pierdan ventajas con idéntica facilidad que las gana el contrario. Ambos coincidieron sobre el césped del Bernabéu.
Disculpen el asombro, no consigo recuperarme. Aunque odio las representaciones textiles que cubren al público, pienso ahora que no estaba tan mal traído el tifo que aludía a Rafa Nadal. Al igual que le sucede al tenista, el Real Madrid se toma cumplida venganza de cada una de nuestras dudas. Bien lo sabe el mundo y bien lo sufre París.
? FP: #RealMadrid 3-1 @PSG_espanol
(@Cristiano 45′ (p), 83′, @MarceloM12 86′ ; Rabiot 33′).#RMUCL | #Emirates pic.twitter.com/bprRe6CVFU— Real Madrid C.F. (@realmadrid) 14 de febrero de 2018
Sin más dilación, toca honrar al herido, que no muerto. Era verdad. Son como el Real Madrid cuando corría. Se tienen que acordar, no ha pasado tanto tiempo. Son jóvenes y entiendo que jode admitirlo. Son jóvenes y no hace falta añadir más. Contradicen a sus padres, devoran la comida y faltan al respeto a sus maestros. Lo dijo Sócrates el filósofo y lo hubiera firmado Sócrates el futbolista. Los jóvenes sólo se detienen cuando se estrellan contra un muro.
Es verdad que al principio se vieron perdidos, abrumados por la leyenda del campeón y el estadio de paredes verticales. Imagino que el Madrid debió marcar entonces, pero es muy fácil decirlo y no quiero ofender a nadie. Se hizo lo que se pudo. La actitud es cuestión de sacrificio, pero no funciona igual con la inspiración. Juraría que funciona al revés. Las musas se espantan si les gritas y Cristiano se pasa los partidos vociferando.
No hubo víctimas en los primeros minutos porque el león de la Metro nunca se ha comido a ningún explorador. Fue después, superado el tramo inicial, cuando el PSG se comenzó a estirar y le llevó varios minutos. Se confirmaron entonces todas las leyendas que lo acompañan. Hasta el medio campo son un equipo del que no querrías un autógrafo. A partir de Rabiot y Verratti son un espectáculo fascinante; rápidos, verticales y, a pesar de la prisa, profundamente elegantes. Supongo que el azul noche es un color que estiliza.
Rabiot marcó por un descuido en la marca de Modric, pero sería injusto dejar ahí la reseña del primer gol. La jugada era el viaje de un camión cargado de dinamita por una carretera con curvas. En cualquier momento tenía que caerse una caja. O la camioneta entera.
La analogía del boxeador groggy es recurrente pero no hay mejor imagen para describir la precaria situación del Real Madrid en los minutos posteriores al gol. El peso de una mariposa hubiera desmoronado al gigante. Aguantó, pese todo. Sostenido por el orgullo propio y por la inocencia del PSG, que todavía no distingue la sangre del ketchup.
En cuanto se descubrió vivo, el Madrid lo celebró con rabia y gracias a ese impulso consiguió empatar; los resucitados tiene un despertar violentísimo. También hay que dar las gracias a Lo Celso, buen muchacho. Marcharse al descanso con el marcador igualado era más de lo que se podía soñar diez minutos antes.
La cosa se volvió a poner negra en la reanudación. Keylor salvó la primera y el árbitro la siguiente; Ramos interceptó con el brazo un disparo que iba camino de la portería con alevosas intenciones. El PSG dio un paso adelante sin oposición y continuó avanzando sin encontrar resistencia. El Madrid boqueaba y quedaba un mundo por delante. Estoy convencido de que el madridismo comenzó a hacer ofrendas a la virgen y al coro celestial. En apariencia no había manera de salir con vida de aquel asedio. Perder era cuestión de tiempo y para terminar goleado sólo había que aguardar unos minutos más.
Hasta que alguien alteró el fluir natural de los acontecimientos. En el minuto 66, Emery sentó a Cavani, su nueve, para dar entrada a Menier, lateral derecho. Al poco, Zidane relevó a Casemiro e Isco para incorporar a Asensio y Lucas Vázquez. Era un concurso de locos. Quien debía sentenciar se desarmaba y quien tenía que protegerse se descubría aún más. Pero vivan los locos.
La flor de Zidane hizo el resto. Asensio se internó por la izquierda y Cristiano marcó con la rodilla, después de un rebote providencial. Lo lógico hubiera sido firmar ese resultado con sangre. Por fortuna nadie lo hizo, al menos en el campo. Otra internada de Asensio la remató Marcelo con parte indeterminada de la tibia, de tal modo que el balón se llenó de efectos y se convirtió en pulga que acabó en la red. 3-1. Increíble. Y maravilloso. Pero, sobre todo, increíble. Insisto. No hay una explicación salvo que recurramos a los fantasmas de guardia, al peso de la historia y al romance apasionado entre un equipo y la competición que se inventó.
¡Buenas noches Juanma! Excelente crónica, como siempre. Solo un apunte, <>, laísmo impropio de un mago de la palabra como tú. Seguro que fue un despiste fruto de la euforia del momento 😉
Un abrazo
Una vez más mis ojos cuando no puedo verlo ???
Siempre he admirado tus crónicas y te llevo leyendo muchos años. Pero…. tanto cuesta decir y reconocer q el Real Madrid gana justamente?
Hola Juanma, me encanta como escribes y siempre leo tus crónicas. Me puedes informar si tienes publicado algún libro y como adquirirlo?, he intentado informarme a traves de las redes pero no lo consigo, por ej. ¿has publicado cronicas mundanas?. Gracias y saludos.
El partido fue todo lo que ha sido el Madrid este año, el ultimo cuarto de hora a la torera últimamente era mas un mito que una realidad, pero por una vez salió todo como al Bernabéu le gusta. Lo mejor de la eliminatoria era jugar la ida en casa, porque la laguna de juego durante buena parte del partido habría sido mortal en Paris, pero el Bernabéu y su historia amortiguaron el golpe.
Divina, prodigada por un gallego en tierras del realismo mágico. Un beso impostor.