Según la teoría psicológica propuesta por Abraham Maslow, los seres humanos desarrollamos necesidades y deseos cada vez más elevados a medida que vamos satisfaciendo los más básicos. Imagino que eso debe ser lo que está ocurriendo al entorno del Atlético de Madrid. Desde la llegada de Simeone, el equipo rojiblanco no sólo se ha clasificado todos los años para disputar la Champions League (con relativa facilidad, además) sino que ha tenido la desfachatez de pelear casi todos los títulos que ha jugado y hasta de ganar alguno. Es difícil recordarlo ahora, pero hubo un tiempo, no hace tanto, en el que la parroquia rojiblanca festejaba como un auténtico trofeo el simple hecho de entrar en la repesca de la máxima competición europea. Sí, la misma parroquia rojiblanca que hoy está de mala leche por seguir segundos en la Liga y haber ganado al Málaga sin jugar ni a la taba.
Es lícito y humano aspirar a más. Crecer. Evolucionar dentro de un mundo en constante evolución. Es incluso sano hacerlo. Especialmente cuando crees tener potencial para ello y cuando tus necesidades vitales más básicas parecen cubiertas. Pero es muy peligroso perder la perspectiva, confundir los términos y distorsionar la realidad. Tiene mucho riesgo hacer un ejercicio de ese tipo desde la histeria, la superstición o la inmediatez. Alentados por el enemigo (algo que debería hacernos sospechar) y mezclando en la misma coctelera los sueños, los sentimientos individuales, las aspiraciones, los gustos particulares, las leyendas y las opiniones de vendedor de crecepelo. Es incluso absurdo tener que abrirse la venas pudiendo discutir relajadamente con la tranquilidad que debería dar el dormir a seis puntos del líder, a trece del Real Madrid y a quince de perder los puestos de Champions League.
El Atleti ha obtenido tres puntos en el estadio del Málaga realizando un partido horroroso. Negarlo es abrazar los terrenos de la ciencia ficción. Justificar el juego es algo que sólo puede sostenerse desde la situación de poder que te da el haber ganado el partido. De otra forma sería imposible. Sin embargo, a diferencia de esa creciente cohorte de odiadores de Simone, mi queja no se fundamenta en factores estéticos o de nivel de diversión. Se fundamente en el fútbol. En el juego, pero en un sentido amplio del concepto. No ese que encumbra los tacones imposibles y las botas de colores. Me refiero al que estudia la mejor forma de dominar los partidos, de gestionar las virtudes de tu plantilla y de superar al rival.
Personalmente no tengo ningún problema con la opción de agrupar las líneas del equipo y de minimizar los riesgos cuando el marcador está a favor. Se puede jugar muy bien al fútbol de esa manera y el Atleti es un buen ejemplo de ello. Sí, lo es. Lo siento. Es un estilo lícito y lucido (cuando se hace bien) que sirve para que tu rival juegue fuera de tu área, para que las posibilidades de sorpresa se reduzcan y para que cada recuperación se convierta en una ocasión de gol. El problema surge cuando lo que haces se parece más bien poco a esa fórmula y se limita a agrupar jugadores en torno a tu portero. No funciona cuando el balón se convierte en tu enemigo y tu máxima aspiración es que pasen los minutos. Cuando cada ataque estático es un drama renacentista y cuando cada recuperación acaba en una pérdida inmediata. O peor, cuando todo se reduce a un patadón hacia tierra de nadie. Esto es lo que hizo el Atleti en Málaga. Lo hizo frente a un equipo diezmado y en crisis que ayudó bastante a que el encuentro acabase en algo para olvidar y no en tragedia que hubiésemos catalogado de absurda y evitable.
El Atleti no juega siempre así, seamos serios y evitemos los titulares maximalistas. Es cierto, sin embargo, que esta temporada es algo que se repite más de la cuenta. Algo difícil de entender cuando da la sensación de que la configuración de la plantilla invita a pensar que no tendría por qué ocurrir tan a menudo.
No sé por qué se ha llegado a esta situación pero, con calma, habría que hacer un diagnóstico y tratar de recuperar las buenas sensaciones sin perder la capacidad de ganar puntos (fundamental esto último). Resucitar ese equipo rocoso pero también dinámico y letal del que nos enamoramos. Hay que potenciar las posibilidades que ofrecen Vitolo, Carrasco o Correa, porque son jugadores que se hacen irrelevantes en partidos así. Hay que aprovechar la cantidad de espacio que cubre Diego Costa en la delantera pero dotándole de balones de calidad y no de constantes globos aerospaciales. Hay que cuidar a Griezmann. Hay que arreglar el problema del medio del campo y que probablemente sea la clave de todo. Esa velocidad en el desplazamiento de balón impropia de un equipo en la elite y esa incapacidad para superar con solvencia una presión avanzada.
Creo sinceramente que hay que dejar trabajar a Simeone y su cuerpo técnico. Limpiar el espacio de francotiradores y no colaborar con aquellos que quieren transformar al actual cuerpo técnico en algo que no es. Si no lo hacemos se generará precisamente una reacción contraría, poco saludable, que nos hará enrocarnos a todos. Abrazarse al error a modo de reivindicación. Sacar pecho en el 1-0 como forma de soltar el codo. Elogiar el juego espeso como bofetada a los que constantemente cuestionan cualquier éxito del entrenador argentino. Dejémosle trabajar con tranquilidad. Eso que parece que nunca existe en este equipo.
Palabras sensatas. Yo también asisto preocupado al crecimiento de la histeria de los aficionados atléticos. Espero que sea algo pasajero.