Al final hasta se echó de menos la nieve para poder construir un relato aún más épico del vivido en el Metropolitano. ¡Qué partido! Al menos del lado del Atlético de Madrid, que firmó un encuentro sobresaliente, siempre adelante frente a un Valencia que anda con las musas de vacaciones, que diría Serrat. Los de Simeone se lo dejaron todo sobre el césped en un ejercicio encomiable de juego, solidaridad y compromiso. Savic se dejó un músculo a la media hora, Godín varios dientes 15 minutos después y Correa un golazo de los de portada del desaparecido El Gráfico.
Entre bromas y veras ahí anda el renacido Atlético, segundo en la tabla a nueve puntos del Barcelona y con los mismos por delante del Valencia. Diez sobre el Real Madrid, quizá lo que más pone a los aficionados rojiblancos a la espera de que Messi pille un resfriado que derive en gripazo azulgrana y alguien en el Cerro del Espino piense que sí, que hay Liga.
Era un partido clave y así lo dibujó Simeone. Con Diego Costa recuperado para la batalla –todo es una guerra para el hispanobrasileño-, el técnico argentino despertó una nueva actitud en su equipo con Gabi en el banquillo y Koke y Saúl en el eje de la medular más Carrasco y Correa en las bandas, Griezmann a su aire y Costa en la mejor versión. Cuánto se nota al de Lagarto en el campo y cuánto se le echa de menos cuando por lo que sea no está.
No se vio más en el partido que al Atlético frente a un Valencia que anda en tierra de nadie. No apura en la Copa pensando en la Liga y no muerde en la Liga mirando a la Copa. No dio señales de vida en el Wanda salvo cuando el Atlético reguló y le permitió ciertas licencias. Suma ya cinco derrotas consecutivas. Para hacérselo mirar.
Sin mucho rival que echarse al colmillo, Simeone penó más por las circunstancias que por las esencias. A la media hora se tuvo que ir Savic lesionado y nada más comenzar la segunda parte se retiró Godín con menos dientes de los que tenía al comenzar el partido. Neto le partió la boca, literalmente, en un intento de remate y el uruguayo abandonó el campo mareado y ensangrentado. La horrible visión del central despistó al personal, que apenas pidió el clarísimo penalti del portero valencianista.
Tuvo que recomponer Simeone su defensa completamente, pero no se notó. Además, sólo diez minutos después se hizo justicia con el golazo de Correa, un disparo desde fuera del área que se coló por la escuadra. Un derechazo impecable, de manual y hasta de museo. Un tanto de tres puntazos y quién sabe si de esperanza para que vuelva a caldearse esta Liga en la que el Atlético sigue llamando a la puerta.