Es inevitable hablar de venganza porque el Real Madrid asaltó el Palau cinco días después de perder la Copa del Rey contra el Barcelona. Sin embargo, venganza es una palabra excesiva porque para el Barça había poco en juego, ya sin opciones de clasificación en la Euroliga, y porque las bajas de Pau Ribas, Sanders y Oriola descafeinaban la revancha. Nada de lo anterior resta méritos a la espléndida victoria del Madrid, pero la matiza. A los jugadores de Pablo Laso les sobraban estímulos y atendieron a todos: a la herida reciente y a las urgencias en la Euroliga, donde no se aconsejaba un nuevo traspié para acabar entre los cuatro primeros y defender el factor cancha. Tal vez el partido se explique así. Un equipo salió con el cuchillo entre los dientes y el otro no tuvo cuchillo que morder. Por cierto, no hubo pasillo al campeón de Copa; la Euroliga no era partidaria y el subcampeón tampoco.
No dio tiempo para la intriga. El Madrid fue estableciendo diferencias incontestables (0-9, 5-15, 7-21…) y nadie en el Palau se alarmó en exceso, ni siquiera Pesic, que asistía a su primera derrota en seis partidos. El primer cuarto finalizó 13-30, con cero pérdidas de los de blanco y una abrumadora superioridad en los rebotes, 3-13. Doncic era el único madridista que no lo estaba pasando bien (cero puntos, dos asistencias).
El segundo cuarto se cerró con 17 puntos de ventaja para el Real Madrid (25-52) y Campazzo convertido en protagonista principal, bien secundado por Ayón, Randolph, Carroll y Felipe.
Nada nuevo sucedió en los cuartos que siguieron. El Madrid siguió engordando su autoestima y el Barcelona se convenció de que aquello no era importante, o no demasiado. Campazzo culminó la faena con once puntos, nueve asistencias y tres robos. Al terminar el choque, habló para Movistar: «Enviamos un mensaje. El Real Madrid siempre está con la cabeza alta, con hambre de gloria. Aquello fue un tortazo, pero demostramos que se aprende más de las derrotas que de las victorias. En el Palau impedimos que la gente se pusiera eufórica. Cuando tenemos ganas de defender marcamos una gran diferencia, sabemos donde está la llave y eso es lo que más bronca nos da».
Los 27 puntos de diferencia, aunque imponentes, quedan lejos de los 39 que consiguió el Real Madrid en la pasada temporada (63-102), en el mismo escenario e idéntica competición.
Mejor que no firme nadie el artículo… Qué manera de quitar mérito a una gran victoria en casa del eterno rival… Y para finalizar, establecer una comparación con la mayor paliza recibida para acabar de estar valor.
El que firma el artículo, (o escribe y no firma, mejor dicho) debe de ser nuevo en el país, o no entiende la historia de estos dos equipos. Un clásico no se llama clásico porque haya partidos que no importen. E incluso aceptando que los hay más importantes que otros, perder de 27 puntos (27 puntos, repito, que parece que es lo más normal del mundo ganar con esa diferencia, pero no lo es) lo convierte en un partido muy importante, de los que marcan posibles futuros enfrentamientos.
En cuanto a «el Barcelona se convenció de que aquello no era importante», además de entrar en el mundo de la suposición, es de nuevo, a mi juicio, no entender lo que supone ser jugador de uno de estos dos equipos (que le pregunten a gente como Navarro y Reyes si no es importante que el máximo rival te gane de más de 20 puntos)
Y en cuanto a las bajas y a si descafeínan la revancha, siguiendo esa lógica, la victoria del Barça del domingo pasado es descafeinada, ya que el Madrid sigue sin Llull y Kuzmic, era el primer fin de semana de Ayón en 4 meses, y Randolph no tenía aún ritmo de partidos.
Total, que o es un artículo de opinión que consiste en excusar la derrota del Barça – en cuyo caso debería estar firmado o ser un editorial – o es una crónico un tanto deafortunada.