La cosa viene así. A finales de septiembre del año pasado la Asamblea General de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) decidió que la final del Campeonato de España (Copa de Su Majestad el Rey) se disputaría el 21 de abril de 2018. ¿Por qué? Porque sí. Porque así funciona la RFEF. Hombre, será para no coincidir con otras competiciones, pensará el lector. Pues no, no debe ser eso porque que en esa misma fecha está previsto que se dispute la jornada 34 de la Liga española (el Sevilla debería jugar contra el Madrid y el Barcelona contra el Villarreal).
¿Dónde se jugará ese final? Buena pregunta. Efectivamente, la lógica parece indicar que es algo que se podría haber decidido igualmente en septiembre pero eso hubiese sido impropio de una entidad que, a este respecto, tiene a sus espaldas un interesante legado de decisiones a última hora, tomadas entre la burla y el esperpento. Que si yo no quiero que pises mi jardín, que si eso está muy lejos, que si yo me tengo que hacer los baños. Ya saben.
El caso es crear siempre un caos que quizá podría evitarse con algo más de previsión pero que sigue ocurriendo. Este año no podía ser menos. Aunque ya sabemos cuándo y quiénes disputaran la final de tan preciado sorteo (un renacido Sevilla frente al rodillo blaugrana) no sabemos todavía dónde será. Parece que es algo que oficialmente se decidirá el próximo lunes 12 de febrero pero hay malpensados que dicen que ya está todo decidido y que será en el Wanda Metropolitano. Con la RFEF de por medio, suele ser fácil acertar.
Teniendo en cuenta que no existe una campo oficial de la Federación y que ni siquiera la Selección Española tiene asignada una sede estable, la teoría nos dice que todos los estadios están potencialmente disponibles para ser elegidos. Eso sí, siempre con la salvedad, nunca bien aclarada, de que el Club propietario se preste a ello.
Si aplicásemos criterios puramente lógicos, la mejor sede sería sin duda el Santiago Bernabéu. Está a mitad de camino entre Barcelona y Sevilla, es un estadio moderno (con el aforo más alto de la capital) y además el Real Madrid tendría igualmente que aplazar su partido aunque la final no se jugase en su terreno. No parece sin embargo que sea una opción muy del agrado de los propietarios del coliseo blanco. Sus razones tendrán pero, sean las que sean, suelen estar acostumbrados a que vayan a misa. Y es más, suele ser una decisión aplaudida mayoritariamente por sus aficionados.
Es en ese momento cuando aparece en escena la dirigencia del Atlético de Madrid. Con un estadio nuevo que parece más construido para albergar finales grandilocuentes que para ser la casa de los colchoneros, la ocasión parecería perfecta sino fuese porque es un nuevo trastorno de fechas para el equipo y para sus abonados. El equipo de Simeone tenía previsto jugar en el Metropolitano ese mismo día frente al Betis pero todo apunta a que el partido tendrá que trasladarse al 9 de mayo. Es decir, entre semana, tres días antes de un partido contra el Getafe y siete días antes que una hipotética final de la Europa League. Fantástico. ¿No hay otra fecha? No parece. Antes del 21 de abril es complicado (tres días antes hay jornada de Liga) y después están todas las semanas tomadas por las semifinales de Champions y Europa League.
¿Se piensa o se tiene en cuenta a los aficionados rojiblancos al ofrecer el Metropolitano como sede de la final? Es evidente que no. Esa es al menos mi opinión a falta de que alguien me convenza de lo contrario. ¿Tiene sentido hacer algo así desde un punto de vista económico? Seguramente, pero es algo que me tengo que imaginar porque nadie en el Club me lo ha explicado. ¿Explicar a los que se sacrifican las razones de su sacrificio? ¿Para qué?
El otro día la web del Atlético de Madrid anunciaba que el Club había alcanzado la cifra de 120.000 socios. Fue en realidad una licencia poética que se tomaron desde la directiva para decir que hay 120.000 personas que pagan algún tipo de cuota para vincularse, física o emocionalmente, con el equipo. En el Atleti, desde 1992, no hay socios. Existen accionistas, abonados y simpatizantes pero desgraciadamente ya no hay socios. En cualquier caso 120.000 personas son muchas personas. Especialmente si fuesen tratadas como eso que pone en el carné. Como socios. Es algo que podría servir para construir una personalidad muy sólida o para pilotar con honestidad una vinculación más poderosa entre afición y entidad. El problema es que también existe el riesgo de usar a toda esa gente como Lemmings que sirven para subir montañas pero que luego no importa sacrificar en el precipicio. Espero que no sea el caso.
Amigo Ennio: por supuesto que estamos acostumbrados a que nuestras razones vayan a misa, faltaría más. Te recuerdo que el Bernabéu no es propiedad ni de la Federación, ni del Vaticano, ni de la OTAN, es propiedad del Real Madrid C.F. Por esa razón, si el Madrid decide que ahí no se juega, no se juega, no tiene que venir nadie a decirnos si nuestra decisión va a misa o no, es nuestra decisión, sin más. Punto y pelota.