Presumía Julio Camba, maestro del periodismo, de «mi ignorancia enciclopédica, una excusa perfecta para no alimentar mi vanidad que además me impide opinar sobre lo que desconozco porque, entre otras cosas, me interesa más bien poco».
En las últimas horas han podido leer decenas de columnas de gente opinando sobre lo ocurrido entre Piqué y la afición del Espanyol. Columnas escritas, sospecho, desde el profundo conocimiento de sus autores de la personalidad de Gerard o el espíritu de la hinchada perica. Las escritas desde Barcelona tienen la justificación de la proximidad, las firmadas desde Madrid ni siquiera tienen esa coartada.
Siento si les decepciono, pero no leerán en estas líneas un juicio sobre lo ocurrido, porque lo único que se me ocurre tiene más que ver con mis convicciones personales que con certezas periodísticas. Mi opinión tiene la misma relevancia que la del lector que pierde unos minutos leyendo esta columna. En realidad, como la de la mayoría de los citados arriba, solo que estos escriben convencidos de que su opinión es más reveladora que la de otros. Además, muchas de esas columnas llegan inspiradas por la línea editorial de su medio, cuando no por la conveniencia de un diagnóstico amable que seguramente abrirá puertas y descolgará teléfonos.
Convendrán que no ha sido edificante escuchar a la afición perica atacando a la familia de Piqué, como no lo ha sido ver cómo el jugador se cobraba revancha con sus sarcásticas respuestas sobre Cornellà, el presidente chino o el desarraigo españolista. El circo lo coronará un Comité gobernado en la sombra por Tebas, uno de esos tipos que siempre tiene una opinión sobre todo.
El domingo después del partido, en medio del tumulto generado por las opiniones de tertulianos, ex jugadores y demás opinólogos, uno de los periodistas que más y mejor conoce el Espanyol, Quique Iglesias, esperó su turno pacientemente y se limitó a… informar. 48 horas después algunos medios abren sus portadas ofreciendo la información anticipada por Quique en la COPE. Es lo que tiene manejar buena información. Por cierto, aún no sé que opina él de todo esto…
Posdata: Tampoco Gonzalo López Alba, otro periodista en el que mirarse, era amigo de opinar gratuitamente. Descanse en paz.