El argumento es el que sigue. El protagonista, permitan que lo sea, lleva a cabo una demostración inicial de su poderío. Y no hablo tanto de golpearse el pecho en modo selvático como de hacer una progresiva imposición de su superioridad. Colonizar, de algún modo. Cuando el héroe, acepten la licencia, cree vencidas sus dudas y la resistencia del adversario, el destino le arroja un yunque.
Así cayó el gol de Fornals (87’) en la derrota contra el Villarreal, tres jornadas atrás. O el del Betis (94’), hace cuatro meses, por poner las tapas al sandwich. O el de Boateng, por no irnos tan lejos. El Real Madrid completaba una primera parte excelente en el juego y en la actitud, no tanto en ocasiones de gol. Sergio Ramos había marcado a los diez minutos y los jugadores se daban lujos casi olvidados, taconazos y otras filigranas, gestos de equipo de feliz. Modric lo dominaba todo —difícil jugar mejor— y hasta Benzema parecía inspirado, calculen.
Entonces, minuto 41, llegó el empate del Levante. Keylor repelió el chut de un jinete a la carrera y en el segundo que se abrió hasta el siguiente remate dio tiempo a pensar que menos mal, que se ha terminado la mala suerte, que Keylor merece un busto. En la última milésima del segundo en cuestión, marcó el Levante. Al igual que ocurrió contra el Villarreal, el balón rechazado por Keylor no se perdió, sino que olfateó las botas de un rival que lo introdujo en la portería con singular precisión.
Como en otras ocasiones, el desplome anímico fue proporcional a la activación moral del contrario. La inercia de los ganadores es tan poderosa como la de los desdichados. Y en ese equilibrio cualquier rival planta cara al Santos de Pelé o al vigente campeón de Europa. Transcurrieron minutos en los que pudo imponerse cualquiera, bastantes, demasiados. Cuando Isco marcó (80’) pensamos que el Real Madrid se había sobrepuesto, que las brujas estaban vencidas, que los planetas se alineaban. Fue otra crueldad del destino, al menos desde la perspectiva del gigante con harapos, naturalmente en Levante lo verán muy distinto, enhorabuena a todos ellos.
Ocho minutos después, esta vez nos dio tiempo a pensar más cosas, Pazzini empató el partido; de nuevo, y por enésima vez, un tipo se plantaba solo delante de Keylor Navas, siempre ocurre de la misma manera, las brujas son mujeres de inquebrantables costumbres. El destrozo es incalculable y, sin embargo, sigo pensando que la vida tiende a compensar y el fútbol es un trozo de vida, igualmente expuesto al azar y al mérito, y lo escribo por este orden, no me lo cambien. Si me preguntan (cada vez me preguntan menos) diré que continúo creyendo que todavía es posible que la larva se transforme en mariposa, probablemente dentro de doce días, quién lo sabe, yo no apostaría en contra, porque cuántas veces hemos caído en la desesperanza y nos hemos encontrado con que el cacao estaba al final del vaso de leche, cuántas veces, anden, díganmelo.
La leche es la que nos vamos a pegar en breve…
Me sigues encantando Juanma, que grande eres, que bien escribes, que falta nos haces, que bella es la vida después de leer un artículo tuyo,dicho esto, sigo pensando que el PSG nos echará, quizá caigamos con honra,con honor, con orgullo, o quizá sean mejores que nosotros, pero nos echará, o incluso puede que no,pero … que más da, siempre podremos seguir leyéndote.
GRACIAS.