La ira de la temperamental Eunice Kathleen Waymon no fue suficiente para convertirse en la primera concertista de piano negra de Estados Unidos. El Curtis Institute of Music de Filadelfia la rechazó después de que, desde los cuatro años, le dedicase todos los minutos de su vida a un piano. No sabemos en qué medida tenemos que agradecerle a este dudoso consejo de sabios la decisión de no aceptar a la pequeña virtuosa de ébano, pero empecemos por agradecerles el nacimiento de Nina Simone tal y como la conocemos. Los clubes de Atlantic City fueron los primeros en disfrutar de sus demonios. Abandonó la senda de Beethoven y decidió seguir sus pensamientos tocando lo primero que se le ocurría desafiando a las leyes del pentagrama. No le hacían falta guías con semejante don. Poco después, le puso voz a sus fantasmas, y el resto es historia.
Jazz es un término de los blancos para definir la música negra. Yo hago música clásica negra.
“Nina tenía un modo maravilloso de abordar una obra musical. No la interpretaba, la metamorfoseaba. Nina transformaba la música en su experiencia”, cuenta en el documental What happened, Miss Simone? de Netflix, Al Shackman, el guitarrista con el que debutó sobre las tablas del Newport Jazz Festival en 1960 y el hombro que la acompañó durante años en muchísimos conciertos.
De sus experiencia alimentó y forjó su vida y su recuerdo. Cuando apenas tenía siete años, en uno de sus recitales, los organizadores pidieron a sus padres (amablemente, claro) que ocupasen las últimas filas del público. Nina, Eunice en aquél momento, respondió que no tocaría si eso ocurría. Esa fue la primera vez que Nina Simone sintió en sus carnes la opresión y la satisfacción del levantamiento en contra del racismo. A partir de ese entonces, aunque la pequeña Eunice no lo supiese, Nina le dedicaría su vida no sólo a la música, sino a la lucha por los derechos civiles.
De la furia, Simone creaba arte. Mississippi, Goddam, por ejemplo, fue una canción que lanzó tras el asesinato, en septiembre de 1963, de cuatro niñas negras en Birmingham, Alabama. Y lejos de arrodillarse ante la censura (la canción fue prohibida en radio y en televisión) Nina decidió cantarla en la histórica marcha de Selma hasta Montgomery en marzo de 1965.
“Mi madre fue una de las más grandes artistas de todos los tiempos, pero pagó un precio enorme por ello. La gente cree que cuando subía al escenario era cuando se convertía en Nina Simone, pero mi madre era Nina Simone las 24 horas del día, todos los días. Y eso era un problema. Pero cuando actuaba era brillante, la amaban”, declara su hija Lisa Simone Kelly en What happened, Miss Simone?
Te digo lo que es la libertad para mí: no tener miedo.
“¿Cómo puedes ser artista y no reflejar el tiempo en el que vives? Es mi tarea contar lo que pasa. No hay elección”. Nina sufrió en sus carnes el peso de su activismo. Era una artista diferente, combativa, iracunda y, marginada por la industria durante muchos años, nunca quiso mirar hacia otro lado. Si cerramos los ojos todavía podemos verla cruzando el cordón policial de la marcha organizada por Martin Luther King. Si abrimos los oídos, hoy, más que nunca en Estados Unidos, el movimiento #BlackLivesMatters susurra al oído del país el To be Young, gifted and black. Nina lo consiguió, su rabia, su voz y su piano la hicieron eterna.
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