Tiene que ser muy frustrante para un entrenador enfrentarse a un equipo en el que esté Leo Messi. Debe ser descorazonador preparar un partido durante la semana, convencer a tus jugadores para activar un plan potable con el que intentar meterte en la final de la Copa del Rey y que llegue el 10 y te destroce cuándo y como quiera, casi silbando
Esta vez no marcó Messi, pero, como habitúa, manejó el partido a su antojo y dejó una jugada de genio dentro del área para poner picadito un balón en la cabeza de Luis Suárez y que el uruguayo depositara en la red de Jaume el gol de la victoria, el que acerca al Barcelona a su quinta final de Copa consecutiva. Todo un dato.
Como sucediera en el partido de Liga en Mestalla, aquél en el que Iglesias Villanueva birló un gol legal al Barcelona que entró medio metro en la portería, Marcelino dispuso sobre el césped un tablero de ajedrez en el que la pelota no era ni peón. El Valencia sacó de centro, perdió el balón a los veinte segundos y no volvió a verlo, ni a quererlo, hasta la segunda parte.
Como en aquella ocasión no hubo sonrojo en la propuesta. Y como en aquel partido del mes de octubre, el Barça tomó el mando de las operaciones con una posesión descomunal, pero sin pellizco. Ningún azulgrana encaró, salvo Messi. Ningún azulgrana chutó, salvo Messi. Ninguno, salvo Messi, intentó algo que activara a un Camp Nou desangelado que apenas registró media entrada.
Estaba cantado que el Valencia diera un paso adelante al salir de los vestuarios tras el descanso y así sucedió. El guion de Marcelino, la libreta del asturiano, el plan perfecto, de nuevo, para desactivar al coloso azulgrana. Como en Liga, la versión valencianista de la segunda parte –con Maksimovic por Pereira, lesionado tras una entrada que debió costarle la expulsión a Sergi Roberto– resultó más que potable, con presión alta y aprovechando cada resquicio para soltar intimidantes contras, que animaron el partido y aventuraron sorpresas que no llegaron.
Y no lo hicieron porque apareció Messi. Si en aquel Valencia-Barcelona de la primera vuelta el argentino puso el balón en la bota de Jordi Alba para que el lateral marcara, en esta semifinal de Copa lo colocó en la cabeza de Luis Suárez para obtener el mismo rédito del gol. Queda la vuelta en Mestalla y Marcelino deberá cambiar algo el plan si quiere aspirar a superar este 1-0 y meterse en la final de Copa. Toca pensar. Debe ser muy frustrante tener que enfrentarse otra vez a Leo Messi.