He tardado un tiempecito en dar mi opinión de la crisis que sufre el Madrid en este comienzo de año. Los resultados no han sido los esperados a excepción de Mestalla, después de cómo terminó el equipo el año 2017. Según lo conseguido, las estadísticas señalaban que el pasado ejercicio había sido el mejor año en toda la historia del club. Sin embargo, en un corto espacio de tiempo la tendencia ha cambiado: la situación parece insostenible.
El horizonte resulta bastante oscuro, estando en liga a 19 puntos del líder y eliminados de la Copa del Rey, con la Champions en apenas dos semanas ante un equipo muy complicado como es el PSG y que ha reforzado a conciencia su plantilla con la intención firme y obsesiva de plantarse en la final.
¿Y por qué he querido ser prudente al expresarme ante esta crisis del Madrid? Aunque desde el principio tuve claro cuáles eran los males del equipo, prefería escuchar y ver a través de los medios de comunicación todas las expresiones de jugadores, del entrenador, de la prensa especializada, y por supuesto de los aficionados. Y debo confesar que me sorprendió el análisis que unos y otros hacían de la situación. Por lo visto, parecía cosa de meigas, esas brujas que dicen ‘haberlas haylas’. Hasta recordé la frase de un entrenador que tuvo el Real Madrid en los años 80, Vujadin Boskov: “Futbol es fútbol”.
En términos generales, la conclusión era que lo del Madrid se trataba de algo catastrófico que se repetía cíclicamente y ni se puede prever ni se puede entender. Sucede y ya está. Un análisis demasiado simplista y carente de todo fundamento.
Pues bien, ante la duda hay que acudir una vez más al Vademécum del Fútbol: la Fisiología del esfuerzo. Aquí se nos explica que el rendimiento físico de un equipo está basado en esfuerzos explosivos de 0 a 4 segundos repetidos más de 200 veces y con recuperaciones entre 15 y 20 segundos. Se define como alta intensidad. Actualmente es el parámetro donde se mide el nivel físico de jugadores y equipos. Y donde se afanan los grandes del fútbol mundial en conseguirlo, mantenerlo, y explotarlo en los momentos clave de la temporada donde se disputan los títulos más importantes.
Pero resulta que esta situación es efímera y dura entre 6 y 8 semanas. Luego se produce una caída que hay que prever hasta la próxima cima. Y es ahí donde se equivocó el Madrid. Coronó la cima de forma muy precipitada y debido a la imprevisión del mal tiempo tuvo que descender precipitadamente. Ahora está en el campamento base intentando reforzar su avituallamiento para volver a buscar la cima.
Por lo visto en Valencia, por las sensaciones que dejó, parece que el tiempo ha mejorado en el entorno del equipo y, como los guías, tiene sobrada experiencia para encontrar de nuevo el buen camino. Seguro que no cometen los mismos errores de preparación y precipitación. Ojo con la montaña del éxito. Es muy traicionera.