Unai Emery es uno de los nombres del momento. Visita con el PSG el día 14 el Bernabéu con una expectación inusitada en todo el mundo. Desde febrero de 2006 cuando Thierry Henry deleitó al mundo entero, siendo jugador del Arsenal y al lado de un imberbe Fábregas, nunca un club o futbolista francés, había despertado tanto interés en Madrid.
El París Saint Germain lo inunda todo. Se ha colado en nuestras vidas. Es casi un club más de LaLiga. Ver en directo juntos a Neymar, M’Bappé y Cavani despierta interés televisivo en el público español. Tal es así que con buen criterio se contraprograma desde España y sus partidos coinciden con el Real Madrid, el FC Barcelona o el Atlético de Madrid en los tramos horarios.
Emery está al frente de un colectivo apasionante a la hora de gestionar Recursos Humanos. Es el equipo de su vida. Modular egos de estrellas es un gran desafío. Emery es un grande, de entrada. Meticuloso, apasionado y perfeccionista. Es un tipo que cree en las energías, como concepto, como sinónimo de fe, sin entrar en la espiritualidad de las religiones. Emery mide las conexiones emocionales. Cree en la inteligencia afectiva. Su liderazgo es el del conocimiento. Desde esa atalaya sabe que se llega mucho mejor al interior del futbolista que desde el autoritarismo.
Unai, desde siempre, en el vestuario, primero llega a la persona. Luego al futbolista. Sin el primer acercamiento, no existe el segundo axioma. Antes del fútbol, Unai se interesa por sus familias, sus entornos. Por eso, su relación con Neymar es buena y fluida. Emery me cuenta a menudo que «la gente entrega tu corazón cuando cree en ti». Y por eso Unai es un entrenador ideal para este PSG emergente, con hambre, con ambición, rodeado de estrellas, que necesitan un líder donde abunden estas ideas de su método. El fútbol no es el único escenario donde la atmósfera que nos rodea influye en el individuo. Alain de Botton lo describe en La Arquitectura de la Felicidad. Nos cuenta la importancia del interior de donde vivimos o trabajamos. Las simetrías, las curvas, las armonía. Todo influye. En el fútbol, igual.
A Emery además le gustan las personas con compromiso. Siendo entrenador del Sevilla FC, un día le llegó Rakitic y le dijo: «Quiero ser capitán». Hubo energía al segundo. Emery captó que un futbolista con esa determinación es difícil que te falle. Y así fue. Rakitic triunfó. En todas las facetas. A nadie le sorprende lo bien que ha entrado en el vestuario del FC Barcelona.
No todos los futbolistas son iguales. Y hay futbolistas que te miden contínuamente, que te desafían todos los días. Como Carlos Bacca en su momento. Pero es ahí donde Unai Emery también aprende con el lenguaje de gestos y la experiencia de la dialéctica. Unai sabe que el PSG necesita esta eliminatoria para trazar una línea que coloque a su club en una nueva era. El fútbol está en la pizarra y en el campo. Pero, entretanto, Emery lanza los mensajes en francés en el vestuario. Es la manera de llegar de corazón a corazón al futbolista, como dice él. En su etapa en el Spartak de Moscú, Unai se dio cuenta de la importancia del idioma para llegar al interior del futbolista. Por eso, el perfil de los más grandes, Emery lo es también, como Zidane conecta en el idioma del club que entrenan desde el primer día. Tic-tac. Real Madrid-PSG. La eliminatoria del año. Con un Real Madrid siempre caníbal, experto en remontar adversidades y aspirante, juegue mejor o peor, a ganar la Liga de Campeones. Eso es grandeza. El escudo también es un activo. Y el PSG sueña con entrar en esa senda.