España llegaba a estas semifinales con sensaciones enfrentadas. Por un lado, la de saberse favorita en la cita. Por otro, el no haber encontrado la mejor versión de sí misma en ninguno de los partidos anteriores que la habían llevado hasta la cita frente a Kazajistán. Sobre la pista del pabellón Arena Stožice de Liubliana, La Roja afrontaba su undécima semifinal consecutiva en la Eurocopa, pero pareció un equipo mucho menor.
La primera mano de Paco Sedano no tardó en llegar. El primer susto, el aviso necesario para no desconectarse del encuentro ni un solo segundo. Kazajistán le buscaba la espalda al combinado nacional y a España le hacía falta subir un poquito la línea de presión para poder ahogar a los kazajos en la salida. Sin embargo, España ha parecido obcecada durante todo el campeonato en asumir riesgos innecesarios. En esa tesitura, un error garrafal en la salida de balón le costó el primer gol en contra (1-0). Un Douglas Junior impecable y generoso le servía el balón en bandeja a Taynan, para que empujase a placer ante Paco Sedano. Y a remar.
Cuando se acercaban los últimos minutos de la primera parte, empezó a dar la sensación de que España sólo podría empatar mediante una imprecisión de Kazajistán o alguna genialidad individual. Y así fue, nos encontramos, sin quererlo, con un gol en propia puerta de Yesenamarov tras un saque de córner de Bebe (1-1). Antes del descanso, y más por inercia que por juego, la pizarra de José Venancio López volvió a dar sus frutos y Malc Tolrá enganchó una pelota de primeras que, en ese momento, nos relajaba. Y a rezar.
⚽ ¡DESCANSO EN LIUBLIANA! La @SeFutbol sala le ha dado la vuelta al marcador y ahora mismo estaría en la finalísima de la Eurocopa. #KAZESP ??-?? | 20´ | 1-2 #FutsalEURO #APorLaOctava pic.twitter.com/YE5MBepeuq
— Selección Española de Fútbol (@SeFutbol) 8 de febrero de 2018
La segunda parte arrancó como todo el campeonato. Con dudas. Con sufrimiento. Casi con indolencia. España todavía se estaba secando las gotas de sudor con la toalla del vestuario cuando Higuita, el guardameta de Kazajistán, fusilaba la escuadra de Paco Sedano sin piedad (2-2). Prácticamente sin recuperarnos del bofetón, los kazajos apuntaban a la mandíbula y Taku ejecutaba la remontada con dos goles en un minuto (3-2).
España encontró aire, de nuevo, a balón parado, cuando Bebe en un saque de banda le regalaba un pase medido a Joselito para subir el empate al marcador (3-3). El gol enchufó a España que gozó de varias ocasiones y se lavó la cara en los minutos siguientes para mantenerse ordenada, seria y segura atrás. La Roja presionaba y gracias a esa mordiente, Pola, pichichi nacional, robó el balón a un metro del área y en medio de la soledad no se puso nervioso. Solventó el mano a mano con Higuita con la puntera (como mandan los cánones) y acercó a España a la meta (3-4).
Pero la vida son instantes, y cuando tocábamos la final con los dedos, Douglas Junior nos mandó a la prórroga (4-4). El intercambio se volvió insufrible para los corazones calientes y aunque Miguelín decidió apostar por tener la cabeza fría, se echó al equipo sobre las espinillas y en una maravillosa jugada personal, puso el 4-5 en el marcador; Kazajistán volvería a empatar (5-5) y el pase a la final se decidiría en los penaltis. De nuevo, otro cúmulo de instantes decisivos. Y entonces pasaron muchas cosas. Paco Sedano se hizo grande. Miguelín fue Miguelón. Y Lin, como si nada, mandó a España a la final. De repente, sentimos que podemos volver a ser los reyes y decidimos no acordarnos de que cualquier pasado fue mejor. Porque, al fin y al cabo, en el presente jugaremos otra final. Contra Portugal. Contra Ricardinho. Y a volar.