Hay pocas cosas en Estados Unidos que se valoren más que honrar a un soldado caído. La muestra de respeto es todavía más aplaudida si el deporte es su escaparate. Entre debates sobre hincar la rodilla o levantar la mirada al cielo, la sociedad norteamericana, tan resquebrajada actualmente por el insaciable Donald Trump, apenas necesita un gesto semejante para poner a Dios por testigo de que su sentimiento patriótico es el pegamento y el remedio ante cualquier enfermedad. Uno de esos momentos fue protagonizado el pasado viernes por el golfista Jon Rahm, cuando en el tee 16 del Phoenix Open, el español se puso la camiseta del equipo de fútbol de su universidad, Arizona State, con el nombre de Pat Tillman a la espalda, un gesto que ya había repetido los dos años anteriores. La ovación, cerrada, se dividió entre la reverencia al suelo donde pisaba Rahm y el recuerdo al héroe caído en Afganistán.
Former ASU golfer Jon Rahm wears a Pat Tillman jersey on the 16th tee pic.twitter.com/df4MgZJXdk
— CJ Fogler (@cjzero) 2 de febrero de 2018
¿Pero quién fue Pat Tillman? Nacido en San José, California, un 6 de noviembre de 1976, Tillman no solo fue un jugador de fútbol americano, sino que llegó a convertirse en todo un icono cultural y héroe nacional. Tras ser considerado un referente de la Universidad Estatal de Arizona, llegó a jugar en los Arizona Cardinals hasta que después de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, decidió alistarse en el ejército de los EEUU. Se unió a los denominados Rangers y se preparó para el combate como uno más.
El 22 de abril de 2004, Tillman moría instantáneamente con tres balas en la frente, víctima del fuego amigo. Según el reportaje publicado en ESPN Enduring Guilt, Sayed Farhad, un soldado afgano afincado a 10 metros del hombro izquierdo de Tillman, fue asesinado por una ráfaga inicial de disparos. Bryan O’Neal, un compañero de Pat acurrucado cerca de una roca, sobrevivió. Más tarde se le vio caminando por una colina traumatizado y cubierto por la sangre todavía caliente de Tillman. Esta es la versión oficial de una historia de esas que suenan a conspiración, a barrer los daños colaterales y los rostros de miles de soldados debajo de una manta bélica que tantas vidas se lleva por delante sin motivo aparente.
Un sospechoso fratricidio que se le ocultó a la familia de Tillman durante más de un mes hasta que los líderes militares redactaron una declaración (más propia de una obra de teatro) ensalzando la hazaña como un acto de heroísmo y valentía de Tillman en contra del tirano enemigo. Casi quince años más tarde, la culpa y la angustia mental de un evento semejante no sólo resuenan en la conciencia de los culpables, sino también en la cabeza de O’Neal, quien salió ileso físicamente, pero atormentado para el resto de su vida. Las historias de los tiradores, los supervivientes y de Pat Tillman permanecerán en la memoria, pero ocultas bajo el secreto de sumario de una causa siniestra.
One former Sun Devil remembers another at 16. Jon Rahm with the nod to Pat Tillman. pic.twitter.com/jfamSg4Ctl
— Damien Alameda (@DAlamedaKOLD) 2 de febrero de 2018
La leyenda de Pat Tillman volvió a resurgir de las cenizas para estrellarse de bruces con la realidad y la historia de un país que ha justificado guerras imposibles y a día de hoy parece encontrarse al borde de otra de la que no quiere escapar.
Si Tillman levantase la cabeza, quizá tendría algo que decir al respecto. Por ahora, su camiseta, como la bandera a la que honró hasta sus últimas consecuencias, siempre será venerada por encima del bien y del mal.