Un tiro a puerta. Un gol. Tres puntos. La aventura del Atlético en La Rosaleda se acabó a los 39 segundos. Resulta paradójico que el gol de un equipo traiga consigo el final de la aventura, la muerte de la emoción, pero así vive este equipo de Diego Pablo Simeone marque en el uno, en el treinta o en el noventa. Es su carácter, que diría el escorpión. Una forma de ser y de jugar que desespera a buena parte de la afición, pero que sigue dando réditos provechosos.
No se despiste nadie. El Atlético de Madrid, este Atlético de Madrid de Simeone sólo ha perdido un partido en esta Liga, hace mes y medio frente al Espanyol. El Atlético de Madrid, este Atlético de Madrid de Diego Pablo Simone anda segundo en el campeonato a seis puntos del Barcelona como única alternativa posible al dominio azulgrana. Está complicada la cosa, sí, pero si se diera el caso y el Atlético gana la Liga ni uno solo de los que ahora claman por otro tipo de juego se quedará en casa renegando por haber ganado de aquesta manera.
Una manera que es la suya y en la que se siente feliz. El Atlético tiró una vez a puerta en todo el encuentro. Fue a los 39 segundos y fue gol, un tanto de puro aroma rojiblanco. Marcó Griezmann en una jugada en la que todos los implicados patearon balones en Majadahonda. Tanto Saúl, autor del primer disparo, como Roberto, el portero que no atajó el disparo del francés, pasando por Keko, el malaguista que rechazó el balón y que despuntaba hace años en el Atlético de Quique Sánchez Flores junto a Koke, 350 rojiblancas puestas ya con esta de Málaga. Pura cantera. Para que luego digan.
El tempranero gol activó el Sistema Rojiblanco de Retención Futbolera. Este consiste, ya es sabido, en no querer el balón. Ni siquiera aprovechar los regalos de un Málaga aturdido para terminar de cerrar el resultado y dedicarse a otras cosas. Impasible el ademán, no hay fisuras en el método.
Así, el peligro del Málaga llegó gracias a Vitolo. El canario, titular por primera vez desde que llegó en enero, no está fino ni mucho menos. Fuera de forma, anda perdido por el campo más pendiente de encontrar su sitio que de jugar el fútbol que se le supone. No termina de asimilar los automatismos de un bloque tan ajedrecístico como el de Simeone y eso lo padece el Atlético.
Y como siempre llega tarde a todos sitios, Vitolo se convierte en un lastre para los suyos. El Málaga basculó hacia su banda y encontró aliento en sus numerosas, absurdas y peligrosas faltas (seis en 50 minutos). En dos de ellas pudo marcar el Málaga. Una en la primera parte gracias a un remate de Ideye que se marchó rozando el poste. Otra en el segundo tiempo, cuando Oblak activó su modo-mejor-portero-del-mundo para sacar de la misma escuadra un disparo desde 30 metros e Rosales.
Esa acción terminó con la paciencia de Simeone, que alteró su costumbre de esperar al minuto 60 para comenzar a hacer cambios y sacó del verde al desorientado Vitolo para dar entrada a Correa, no en busca de activar a su equipo sino de seguir manteniendo la compostura pétrea con soldados más atentos. Volvió a salir bien el envite, pese a que un Málaga crecido alteró por momentos los biorritmos del partido. No los del Atlético, ni mucho menos los de Simeone, escorpión en jefe del Atlético, Es el carácter y a eso no se renuncia nunca.