Antes que la (prevista y no aprobada) defenestración formal de la Copa Davis propuesta por el Grupo Inversor Kosmos, de Gerard Piqué, asociado con Rakuten Inc, el gigante japonés del comercio online que preside el magnate nipón Hiroshi Mikitani, el tenis mundial asistió al crecimiento y decadencia de dos competiciones por equipos que recuerdan, ambas, al Experimento Piqué. Fueron la Copa Mundial por Equipos (WTC, Copa de las Naciones), que se disputó entre 1978 y 2012 en el Rochusclub de Düsseldorf, sobre tierra batida… y la extraña, peculiar y raramente recordada Copa del Rey de Suecia o King’s Cup, que existió desde 1936 a 1951 como una Copa Davis invernal para países europeos. El inspirador y fautor de la King’s Cup fue el también peculiar Rey Gustavo V de Suecia (fallecido en 1950), un apasionado del tenis del que adjuntamos antiguas grabaciones que atestiguan su pasión por la raqueta.
España conquistó en la arcilla de Düsseldorf cuatro Campeonatos de la WTC (1978, 83, 92 y 97), uno sólo por debajo de Alemania, plusmarquista con cinco títulos… y en empate a cuatro con Argentina, EE UU y Suecia. En el Rochusclub y en las mismísimas vísperas de Roland Garros, competían cada año ocho países: nominados por la suma de puntos ATP de sus dos mejores jugadores en el año anterior. Los ocho equipos se dividían en dos grupos de cuatro. Los enfrentamientos eran al mejor de tres partidos, dos individuales y un doble. Los campeones de cada Grupo (Azul y Rojo) se medían en la final. La proximidad de Roland Garros hacía de la competición un buen test para el gran evento parisino en el Bosque de Bolonia.
Mientras, crece la polémica sobre el planeado final de la Copa Davis, con el relevo de esta teórica Copa Mundial en puertas (a cambio de 2.450 millones de euros por 25 años a partir de 2019; la medida ha de ser aprobada por mayoría de dos tercios en la Asamblea de la Federación Internacional, ITF, del 13 al 16 del próximo agosto, en Orlando). Y no está de más recordar algunas reacciones. ‘Copa Davis… Fin de la historia’, ha titulado L’Equipe. «Entiendo que lo la gente quería era un cambio de formato en la Copa Davis… y ellos han salido con una sentencia de muerte para la competición… con este evento de una semana en noviembre el espíritu de la Copa Davis se habrá ido para siempre», reseña Amélie Mauresmo, campeona de Wimbledon y después entrenadora de Andy Murray. El técnico federativo Tomás Carbonell se refiere a que «cuesta creer que esta nueva Copa Mundial pueda atraer a los jugadores». Por su parte, Rafael Nadal Parera —que esta madrugada renunciaba a jugar en el Abierto mexicano de Acapulco por una recaída de su lesión en el psoas iliaco— ha hecho saber que «cuando una cosa no funciona la perfección se han de buscar soluciones, y en relación a la Davis hace ya años que esto es así. Creo que son buenos los cambios y que es una iniciativa que puede funcionar».
Hubo otro trofeo añejo que recuerda al Experimento Piqué, que ya no entrará más en ninguna vitrina y sólo llegó una vez a manos españolas: la extinta Copa del Rey de Suecia, que en los países anglosajones se conocía simplemente como King’s Cup: la Copa del Rey. El torneo, creado por idea, patrocinio e inspiración del singular Rey Gustavo V de Suecia, se extendió desde 1936 hasta 1985. Por la II Guerra Mundial no se disputó entre 1939 y 1951. Era una versión invernal de la Copa Davis, reducida a países europeos. Desde su inicio, la participación osciló entre 12 y 16 equipos masculinos. Lástima que Gerard Piqué no hubiera conocido a Gustavo V.
El palmarés de la King’s Cup inscribió diez títulos para Suecia, seis para Dinamarca y cuatro para Alemania, Gran Bretaña y Checoslovaquia. Después llegan Francia (tres) y, con sólo un trofeo, España, la extinta Yugoslavia (1969) y Hungría. En sí mismo, ese palmarés es como una reliquia de tiempos remotos: ya no existen Checoslovaquia y Yugoslavia, como tales países, y de los cuatro títulos germanos, tres fueron ganados por el equipo de la que se denominaba República Federal de Alemania: antes de la reunificación germana.
“El torneo se considera como una auténtica Copa Davis de invierno para los equipos europeos. Se juega en pistas cubiertas y sobre superficies generalmente muy rápidas, interviniendo alrededor de la quincena de participantes, de los que el conjunto representativo del país organizador queda clasificado de oficio para la fase final”, escribía un especialista tan señalado como Ramón Sánchez, en noviembre de 1971.
Inicialmente, la fórmula de cada eliminatoria era clavada a la actual de la Fed Cup femenina, con cinco partidos distribuidos en dos días: dos individuales al mejor de tres sets y un turno de dobles, al mejor de cinco. Hasta 1952, la fase final del torneo se disputó siempre en Suecia, para después ir rotando, por imposición de la Federación Europea, hacia el terreno del equipo campeón de cada año, como en la ancestral Challenge Round de la Copa Davis. Más adelante, a partir de los años 70, también se flexibilizó la regla obligatoria de que el campeón jugara en su terreno y los derechos de organización pasaron a negociarse.
España no despreciaba el título de la King’s Cup; de hecho siempre se mandaron buenos equipos… a partir de 1967, año del debut español en la competición que había comenzado (con victoria inicial de la Francia de Borotra y Brugnon) el mismo año que arrancó la Guerra Civil española: 1936. Empero, y pese a Santana, Orantes y Gisbert, el hándicap de jugar en pistas cubiertas (incluso de madera) lastraba las intentonas españolas. “En esos tiempos resultaba extrañísimo irte a jugar a Estocolmo en diciembre, con un frío de mil demonios y a unas pistas ultrarrápidas y de bote bajo, cuando en España te estabas entrenando en Barcelona o Marbella. Entonces, en España, en los años 60 y 70, el tenis en pista cubierta era algo prácticamente desconocido”, describía en su momento Manolo Santana.
Así, en aquel debut de diciembre de 1967, una España con Santana, Gisbert, Orantes y Lis Arilla que ponía rumbo a la final de la Davis en Australia (Brisbane)… cayó en la semifinal de la King’s Cup, en Estocolmo, ante una Gran Bretaña teóricamente menor. Roger Taylor venció a Santana por 11-9 y 6-2. Gisbert se inclinó ante Bobby Wilson: 4-6, 6-4 y 6-2. Santana y Arilla triunfaron en dobles ante Taylor-Cox (4-6, 6-3, 6-4)… y España quedó relegada a la lucha por el tercer puesto, ante Checoslovaquia, mientras los británicos se imponían en la final a una Suecia (Ove Bengtsson, Matias Carlstein…) donde ya crecía un tal Bjorn Borg. Aquel 1967, Checoslovaquia (Kodes, Holecek…) firmó el tercer puesto ante España después de un tremendo duelo entre Jan Kodes y Santana que el gran mito checo dominó por un doble 8-6. Checoslovaquia se adjudicó por 3-0 esta consolación y los jugadores de España continuaron viaje hacia Brisbane, donde cederían la final de la Davis ante Australia (4-1), en las pistas de hierba de Milton Courts. Allí, Santana perdió con Roy Emerson pero venció a John Newcombe: y Manolo Orantes, aún Manolito, le arrebató un set al mismísimo Emerson.
En 1971, España (ya sin Santana, retirado formalmente de la alta competición tras el choque frontal con el Marqués de Cabanes, presidente de la Federación Española)… volvía a plantearse el asalto a una nueva edición del torneo del Rey de Suecia, cuya fase final de aquel año tenía sede en Italia: Ancona. El 13 y 14 de noviembre de 1971, en el Club Vasas de Budapest, España apartó a Hungría de la fase final con éxitos decisivos de Orantes sobre Szabolcs Baranyi y de Gisbert sobre el zurdo Szoke. Antonio Muñoz sentenció el tercer punto con un buen triunfo ante Balazs Taroczy, entonces un chico de 17 años.
Dos semanas después de vencer en Budapest, aquella España de Gisbert y Orantes viajó a Estocolmo, donde aparecía una Suecia llena de jóvenes promesas. Hubo cierta controversia al debatirse cómo España enviaba sus mejores jugadores, con apariencia de «ogros comeniños» ante los semiadolescentes suecos: eso, cuando los mejores jugadores del circuito mundial se reunían en el torneo de Buenos Aires. La Federación Española de Tenis, ya con Pablo Lloréns al frente tras la crisis entre Santana y Cabanes, quería con todas sus fuerzas firmar su primer título de la prestigiosa King’s Cup… y los suecos, los patrones de la Copa, presentaban como titulares a los hermanos Kjell y Leif Johansson, de 20 y 19 años respectivamente: ese mismo 1971, los hermanos Johansson habían conquistado para Suecia la Copa Galea, otra pequeña Davis pero de equipos Sub 20.
Y en la Küngliga Hallen, los jóvenes hermanos Johansson (Kjell había sido también internacional en tenis de mesa) no fueron rivales para el sólido y veterano equipo español, que dictó el 3-0 en los tres primeros individuales con dos triunfos de Gisbert y uno de Orantes. Luego, Leif Johansson batió a Muñoz, reserva español. En el turno de dobles, no mucho más que decorativo, los suecos, con su equipito juvenil de la Galea, iban a rebajar su derrota hasta un mínimo 3-2.
Pero la historia del tenis iba a oscurecer el esperado triunfo de los veteranos españoles al paso que agrandaría el significado de ese partido de dobles perdido en la noche de los tiempos y entre el sombrío parquet de la Küngliga: el domingo 28 de noviembre de 1971, los suecos lograron su segundo e inservible punto de aquella semifinal de aquel extraño torneo ante una insólita pareja española, Guerrero-Muñoz. Pero ese día, en el juvenil equipo sueco de dobles formó pareja con Tonny Svensson un chavalín preadolescente con angelical melena rubia, extraño revés a dos manos, derecha alta y celestial movilidad de liebre de Laponia. Sobre las tablas, los suecos laminaron por 6-3 y 6-2 a Guerrero y Muñoz.
Y, en su aurora boreal, el querubín tiraba unos liftados altísimos y volaba sobre la pista como lo haría a lomos de ánsares, a través de Suecia, aquel Nils Holgersson de la Premio Nobel Selma Lagerlöf: el rubio ‘teenager’ se estrenaba como internacional absoluto con Suecia, se llamaba Bjorn Rune Borg, tenía 14 años y en sólo diez años más iba a levantar un total de 11 títulos de Grand Slam en Roland Garros y Wimbledon. El gurú estadounidense Bud Collins colocaría de inmediato al nuevo Holgersson, al mito Borg que llegaba, ese rubio querubín, un digno apodo: ‘El Asesino con Cara de Ángel’.
Tras despachar a Suecia, España siguió viaje a Ancona donde se celebraba la fase final del 10 al 12 de diciembre de 1971, con sorpresiva reducción de la competición: cada eliminatoria de esta fase final se disputaría al mejor de tres puntos totales, exactamente como el nuevo proyecto de Piqué y Rakuten. En la semifinal, Gisbert y Orantes dieron cuenta de la Alemania -la República Federal, Alemania Occidental- de Engert y Pohmann, que sustituían a Kuhnke y Bungert, dedicados al circuito. Y cuando el título de la Copa del Rey de Suecia parecía más cerca que nunca de aterrizar en España por primera vez, después de que Manolo Orantes hubiese batido a Adriano Panatta (6-3, 6-2) llegó el fracaso más inesperado: a sus 38 años, Nicola Pietrangeli, abatió a Juan Gisbert en una batalla de dos horas y ocho minutos: 7-9, 8-6 y 6-4.
Los españoles, que ya habían hecho preparativos para embarcar la King’s Cup en el avión desde Milán, se vieron abocados a un decisivo punto de dobles: con Gisbert hundido, Panatta y Pietrangeli dejaron en Italia la Copa del Rey de Suecia después de dos horas de hispánica y atrabiliaria desesperación: 4-6, 8-6, 6-3 y 6-4. Ese 2-1 final para Italia, el 12 de diciembre de 1971, el mismo día en que Ilie Nastase ganaba el Masters de la ATP a Stan Smith, abrió una crisis brutal en el tenis español de competición internacional por equipos, que acababa de perder a Santana. La fiabilidad y prestigio de Gisbert quedaron marcados por la fatídica derrota ante el semijubilado Pietrangeli. Ese 1971 había sido bien conflictivo para el deporte español, con algún duro escándalo como el de Santiago Esteva en la Copa de Europa de natación… y sin podios que llevarse al palmarés; el tenis y ese deporte español del tardofranquismo necesitaban algún título a toda costa. La Copa del Rey de Suecia se había convertido en un gran objetivo. El fracaso de Ancona trajo fuerte algarabía y el alejamiento provisional de Gisbert.
Un año después, en Madrid, iba a sonar la hora de la verdad. España se había rearmado en Copa Davis nada menos que con el regreso de Andrés Gimeno… que aquel mismo año 1972 se coronó campeón de Roland Garros ante Patrick Proisy. La Era Open alboreó para España con la recalificación de Gimeno, tras su paso por la ‘troupe’ profesional de Jack Kramer en EE UU: y España, como país organizador, pudo ingresar directamente en la fase final de la King’s Cup, del 8 al 12 de diciembre de 1972, en el Polideportivo Ramón Magariños: Serrano, 127; la cancha del Estudiantes en el Ramiro de Maeztu madrileño.
Con Orantes (semifinalista de Roland Garros) en acción, más Gimeno, España podría haber presentado un equipo técnicamente imbatible. Pero una severa lesión de espalda de Orantes, en el Masters de Barcelona, la semana anterior, impidió su presencia en la fase final de la Copa del Rey de Suecia… lo que dio oportunidad a Gisbert de reconciliarse con la Federación Española y lavar aquel honor mancillado en Ancona: así, el 8-12-1972, en la semifinal ante Alemania (todavía sólo Occidental), Gimeno y Gisbert derrotaron sin perder un set a los teutones Fassbender y Engert. Fue ante más de 2.000 espectadores que abarrotaban el entonces flamante Magariños. Entre los jueces de línea se hallaba, según su propio relato, el actual comentarista televisivo Manuel Poyán, entonces apenas un quinceañero que , ‘asombrado’, vivía un sueño al compartir pista con a Gimeno, Gisbert y compañía. Con la final asegurada por el 2-0, el ancestral capitán Jaume Bartrolí dio paso a Antonio Muñoz y Herrera en un punto de dobles que se perdió ante Fassbender-Pohmann, no sin dura lucha: 10-8 y 6-4.
En la final, el domingo 10-12-1972, Gimeno y Gisbert se midieron a la Hungría de Baranyi y Taroczy, que en semifinales había frenado a la Italia de Panatta. A día de hoy, 40 años después, aún sorprende que TVE emitiera ese mismo día… la final ‘enlatada’ del Masters que se había disputado en Barcelona una semana atrás y que había registrado una nueva victoria de Nastase sobre Stan Smith. Aquella fue una final fantástica, con cinco sets de fábula… pero no tenía mucho sentido su retransmisión cuando España, con Gimeno y Gisbert, encaraba la final de un gran y anhelado título por equipos. ‘Increíble humillación’ comentó el diario ‘ABC’, a propósito del asunto. Ya se ve que, a pesar de que los años pasan, no hay mucho nuevo bajo el sol.
Al fin y a la postre, aquel domingo decembrino del 72 en el Magariños, el gran Gimeno -que sí dominaba el servicio ganador y el juego de ataque en pistas cubiertas, desde su etapa en los profesionales americanos de Jack Kramer- se deshizo de Baranyi (10-8, 6-2)… y Gisbert, en un buen canto de cisne, dio cuenta del aún jovencito Balazs Taroczy, con la emoción de ‘thriller’ que él tan bien manejaba: 6-1, 7-9 y 6-3. España amarró incluso el punto de dobles con Muñoz y Herrera ante Taroczy y Machan (6-4, 3-6, 7-5), para sellar el 3-0 y conquistar su primer y único título de la King’s Cup.
Bajo un sistema de liguilla y un formato cada vez más reducidos, la Copa del Rey Gustavo V de Suecia, la ‘Davis’ de invierno, fue languideciendo rumbo a una versión testimonial, hasta su extinción en 1985. A finales de los 70 eclosionaron los nuevos moldes del tenis moderno con la consolidación de la ATP y los grandes premios económicos en el circuito del Grand Prix. Cada vez se hacía más difícil (como ya lo ha sido en estos tiempos para la Copa Davis) reunir a los mejores jugadores, además de los buenos patrocinadores, para este tipo de eventos: todos, acogotados contra la pared del calendario. De la Copa del Rey Gustavo V de Suecia nos quedan algunas viejas fotografías y películas en blanco y negro de antañones partidos entre Jaroslav Drobny y Lennart ‘Laban’ Bergelin -entrenador legendario de Borg- o de Gustavo V, aquel viejo rey sueco haciendo tenis de salón (como aprendió en Inglaterra), en la Küngliga Hallen de Estocolmo y en la Sala Alvik.
Curiosamente, el alias de ‘Laban’ o ‘Labbe’ que Borg aplicaba al imperturbable, glacial Bergelin quiere decir en sueco ‘monito’ o ‘payaso’. Y a su vez, Gustavo V, que había jugado al tenis con el alias de ‘Mr. G’, era un hombre muy peculiar y expuesto para sus tiempos: anticomunista, pronazi, homosexual y activista en la sombra a favor de los derechos homosexuales… intercedió ante Hitler para la liberación de dos estrellas del tenis, Jean Borotra y Gottfried Von Cramm, ambos encarcelados por el régimen nazi. Gracias a aquel rey tenista, su inspiración y originalidad, la afición de Madrid y Poyán pudieron disfrutar del éxito de Gimeno y Gisbert en aquella mañanita gloriosa de diciembre de 1972 en el Magariños. Pero lo que se televisó, y ‘enlatado’… fue aquella otra final Nastase-Smith del Masters de Barcelona. Al fin, tanto no nos ha cambiado la vida. Con o sin Piqué.