Es posible que cuando las luces del U.S. Bank Stadium de Minneapolis se apaguen este domingo, los Patriots tengan en su poder su sexta Super Bowl, todas conseguidas en este siglo bajo un triunvirato de leyenda formado por Robert Kraft, propietario de la franquicia, Bill Belichick, entrenador jefe, y Tom Brady, quarterback y megaestrella.
Eso es posible. Lo que es seguro es que cuando acabe el partido frente a los Eagles de Philadelphia, New England habrá cerrado su temporada más turbia con enfrentamientos entre los tres popes, un juego de tronos que puede dinamitar la dinastía más grande del deporte estadounidense.
La exitosa historia de New England no puede entenderse sin su dueño, Robert Kraft, hincha furibundo del equipo y propietario también del Gillette Stadium, Home of the Patriots desde 2002. Con su irrupción en 1994 –Kraft se hizo con la franquicia por 172 millones de dólares- llegaron los triunfos.
New England disputó la Super Bowl de 1997 –la segunda de su historia tras la de 1986 y perdida frente a Green Bay- y con el cambio de siglo Robert Kraft tomó una de las decisiones más importantes de la historia de la NFL: fichar como entrenador jefe a un antiguo asistente que se había ido a los Jets junto a Bill Parcels, el antiguo head coach de los de Foxborough. Su nombre, Bill Belichick.
Para hacerse cargo de la magnitud de Belichick sólo hay que decir que desde que aterrizó en la banda de New England hace 17 temporadas, los Patriots han conseguido cinco Super Bowl (2002, 2004, 2005, 2013 y 2017), ocho títulos de la Conferencia Americana y 14 campeonatos divisionales (AFC Este).
Si decisiva fue la contratación de Belichick, no menos histórica fue la decisión de éste al seleccionar en el puesto 199 del draft de 2000 a un chico llamado Tom Brady, de la Universidad de Michigan. El muchacho, admirador confeso de Joe Montana, entró en el roster como cuarto quarterback por detrás de Drew Bledsoe, John Friesz y Michael Bishop y apenas jugó ese curso.
En la temporada 2001, Belichick le confió la titularidad tras una lesión de Bledsoe en el segundo partido, los Patriots se hicieron con su primera Super Bowl y no volvieron a ver una temporada con balance negativo victorias-derrotas. El resto es historia, una historia amenazada ahora por el juego de tronos interpretado por Kraft, Belichick y Brady, los protagonistas de la dinastía más importante de la historia de la NFL.
Joint statement from Patriots Chairman and CEO Robert Kraft, Head Coach Bill Belichick and quarterback Tom Brady: pic.twitter.com/i555gWZIi6
— New England Patriots (@Patriots) 5 de enero de 2018
El enfrentamiento del trío Kraft-Belichick-Brady, según desveló Seth Wickersham en un completísimo artículo en ESPN, pivota sobre las figuras de Álex Guerrero y de Jimmy Garoppolo. El primero es un gurú médico, entrenador personal, socio del quarterback californiano y hasta padrino de uno de sus hijos. El segundo era el designado por Bill Belichick para suceder a Brady, ya con 40 años.
Guerrero no era una figura extraña en New England. Desde 2005 trabajaba personalmente con Brady y recibía a algunos otros para tratarlos en su clínica TB12 Sports Therapy Center. A la vera del quarterback, su figura fue adquiriendo presencia en la franquicia hasta tal punto que el propio Belichick, en 2013, le abrió las puertas de los Patriots como un miembro más de la organización y con acceso a todos los jugadores.
Los conflictos entre los médicos del equipo y Guerrero y sus métodos no tardaron en surgir y un año después el head coach le retiró el acceso al equipo, aunque le permitió mantenerse como consultor externo para los jugadores que así lo quisieran. Entonces, Guerrero se unió más a Brady hasta convencerlo para escribir un libro, su primer libro, sobre su metodología The TB12 Method, presentado el pasado mes de septiembre y que terminó con la paciencia de Belichick, que expulsó a Álex Guerrero de la banda y le prohibió cualquier contacto con la franquicia de Foxborough.
Eso, y una presunta negativa del gurú a tratar, como hacía con el resto de jugadores, a Jimmy Garoppolo. Y es aquí donde se abre la segunda línea argumental del enfrentamiento que puede dinamitar la actual estructura de los Patriots. Garoppolo fue reclutado por New England en el draft de 2014 y Belichick veía en él la extensión de Brady cuando éste comenzara su declive.
El problema es que Brady no estaba por la labor y en septiembre comenzó a hablar con el propietario, Robert Kraft, sobre una extensión de contrato para varios años más, algo que desconcertó a Belichick, partidario de una sucesión tranquila con Garoppolo a partir de este 2018. Los Patriots rechazaron suculentas ofertas de otras franquicias por él y sí le ofrecieron jugosas extensiones de un contrato que se incrementaría tras suceder a Brady. Unas ofertas que fueron sucesivamente rechazadas por su agente, Don Yee, representante a su vez de Brady.
La situación hizo que Belichick se reuniera con el propietario para aclarar conceptos, pero salió trasquilado de la cita y con un mandato claro de Robert Kraft: tenía que vender de inmediato a Garoppolo. Así las cosas, el llamado a ser el sucesor del mejor quarterback de la historia era despachado a mitad de temporada a los San Francisco 49ers. a cambio de apenas una segunda ronda del draft. El cisma estaba sobre la mesa y la relación entre Robert Kraft, Bill Belichick y Tom Brady –con Álex Guerrero y Jimmy Garppolo al fondo- completamente rota en vísperas de una Super Bowl que puede coronar a estos Patriots como la mejor franquicia de siempre en la NFL con el triunfo más amargo de su historia.
Con ganas de ver al trío ganar otra vez más. Digan lo que digan, hagan lo que hagan pasarán a la historia. Go Pats