En los finales con beso se da por hecho que los amantes vivirán juntos toda la vida, inmunes al virus de la repetición y el aburrimiento. En los finales abiertos se insinúa cualquier posibilidad y el espectador es muy libre de escoger la que más se le acomode. Lo que se vio en el Bernabéu fue, indudablemente, una conclusión con beso apasionado o ventosa bilabial. El gol de Benzema en el minuto 88 tiene ese valor, pues culmina un partido excelente que hay que entender como un acto de desagravio, algo similar a una disculpa con flores.
Sin embargo, si me lo permiten, yo hubiera escogido el final abierto. Para ello habría prescindido del gol, casi un elemento de distorsión. Antes de marcar de penalti, Benzema había organizado el ataque desde cualquier ángulo de la delantera, había desatascado el partido con un taconazo y no había sido menos exquisito en su segunda asistencia. Hacía tiempo que no se le recordaba una actividad semejante y hay quien asegura que también se le distinguieron un par de sonrisas sinceras, quizá tres.
Quisiera saber si todo lo anterior hubiera resultado suficiente para sus críticos en caso de no haber marcado. Me pregunto si el gol de penalti, generosamente regalado por Cristiano, tiene tanto valor. Yo no lo creo, no debería tenerlo. Lo que mostró Benzema contra el Alavés es todo de lo que es capaz sin marcar goles. Y es mucho. Y debatir si compensa disponer de un delantero así es un ejercicio más sano que concentrarnos en su capacidad goleadora. Lo dijo Rafa Vivas en A LA CONTRA: no le juzguemos por el nueve que lleva en la espalda y sí por el diez que debería llevar.
? FP: #RealMadrid 4-0 @Alaves (@Cristiano 44′, 61′, @GarethBale11 46′, @Benzema 89′ (p)).#Emirates pic.twitter.com/pg8541gGpu
— Real Madrid C.F. (@realmadrid) February 24, 2018
De los cuatro goles que le hizo el Real Madrid al Alavés, a Benzema le corresponde mucho más que un penalti limosnero. Bajo el mismo criterio, sería de justicia incluir a Lucas Vázquez entre los artilleros a pesar de no haber marcado. Si Benzema fue la central de operaciones, Lucas se comportó como el comando especial en territorio enemigo. Con él sobre el campo, la profundidad deja de ser una asignatura pendiente. No sé si carece de complejos, y nada le impresiona, o si mantiene la ilusión de un niño, las inagotables ganas de jugar, probablemente ambas cosas.
Al margen de la última escena, beso succionador o paseo bajo la lluvia, hay que reconocer que el Real Madrid tiene una innata facilidad para producir finales felices, desgraciadísimos si no vistes de blanco. Lo que parecía una temporada abocada al desastre se va corrigiendo poco a poco según se aproxima la hora de la verdad. Dábamos por desintegrada la BBC y la BBC se reivindica de pronto con goles y juego. Dimos por jubilado a Cristiano y ya suma catorce goles en la Liga, once en Champions; les recuerdo que Juanito fue Pichichi con 17. Se anuncia la venta de Bale y regresa el centauro. Tampoco Zidane es cadáver. Y Benzema ha enseñado sus dientes torcidos con una sonrisa que obliga a perdonarle antes de que sea él quien tenga que perdonarnos a nosotros.
…snif…