Yo prefiero encajar un gol a la contra que encerrarme atrás. Vamos a llevar las riendas del partido, a imponer nuestro juego. Vamos a tener que darlo todo, sin miedos”. Aunque no lo crean, las palabras son de Antonio Conte, entonces seleccionador de Italia, unos meses antes de la Euro 2016 que terminaría ganando Portugal. Oír semejante declaración de principios de un entrenador que hoy defiende con siete jugadores en la liga inglesa es, cuanto menos, sorprendente. Pero así era Conte.
La temporada pasada, su Chelsea fue campeón en gran medida por su talento táctico. A inicios de ese curso, después de empatar con el Swansea y perder con el Liverpool, el equipo azul se hallaba 0-3 abajo frente al Arsenal, y el italiano decidió cambiar de formación. Pasó a defender con tres, una línea de cuatro al medio, dos aleros y un delantero centro. Un 3-4-3 que llevó a su equipo a lo más alto —ganó la liga—, planteando un juego dinámico y atractivo, basado en la inventiva de Hazard, la omnipresencia de Kanté y la potencia de Diego Costa. Esos días, igual que los de la declaración que abre este texto, han quedado muy, muy atrás.
El verano que precedió el inicio de esta temporada fue complicado para Conte. Por algún misterioso motivo, el italiano decidió prescindir de Diego Costa, un delantero diseñado para la Premier, y de Nemanja Matic, un mediocampista todoterreno que había sido una de las figuras del equipo. Para reemplazar al español, Conte pidió a Lukaku, un jugador con características similares, pero terminó yéndose al Manchester United, un rival directo, al igual que Matic. Es cierto que llegaron Bakayoko y Morata, pero no llegaron a estar a la altura de sus antecesores. Pero ese no fue el único problema que enfrentó el entrenador.
Más que la poca pericia de Abramovich a la hora de fichar, el enemigo de Conte ha sido —y es— él mismo. Inexplicablemente, el técnico que prefería encajar un gol a la contra que encerrarse atrás en la Juventus y en la selección italiana se ha vuelto un tipo conservador, que vive a la defensiva. No hablo sólo de su mal humor y estilo mourinhesco con la prensa, ni tampoco de sus intercambios pueriles con el entrenador portugués a través de los periódicos, sino de su manera de ver el fútbol. Hoy el Chelsea empieza los partidos con siete jugadores defensivos, confiando en que Hazard hará todo por su cuenta. Lo cual no es necesariamente falso, debido a que el belga es un pequeño genio, pero sí, cuanto menos, un poco limitado.
Esta semana, el equipo de Londres perdió 0-3 en casa ante el Bournemouth y en la pasada jornada, en lo que fue una de las peores actuaciones que se recuerden desde que llegó el dinero de Rusia, cayó goleado por 4-1 en Watford. Es cierto que el árbitro expulsó mal a uno de sus jugadores, pero también es verdad que el Chelsea no podía hacer dos pases seguidos. Y todo eso con Fabregas en el banquillo. Digamos que la paradoja se explica sola.
Recomiendo encarecidamente repasar el Twitter oficial del Chelsea, y particularmente los comentarios que le hacen los hinchas al anuncio de la derrota en Watford. No sólo se trata de aficionados deprimidos y enfurecidos pidiendo el despido del italiano, sino también de finos análisis tácticos de su estilo: “Conte juega con siete defensores y ninguno sabe defender”. Muchos piden la vuelta de Guus Hiddink, el Winston Wolfe de Stamford Bridge que, como Harvey Keitel en Pulp Fiction, llega en los momentos de más apremio, resuelve todo, cobra, y se va sin cambiar su gesto.
En el horizonte del Chelsea está el Barcelona, posiblemente el equipo más sólido del mundo, y todo parece indicar que serán los últimos dos partidos de Conte en el banquillo azul. Todo puede suceder, es cierto, y esa aproximación ultradefensiva del italiano puede servir frente a equipos como el azulgrana, pero no da la impresión de que Messi y compañía tendrán problema para superar a Cahill o el desordenado David Luiz. Antonio debe estar pensando ya en el futuro, en sus vacaciones en Liguria o, quién sabe, en un regreso a la selección de su país.
Ese azul brilla más que el de Londres, eso seguro.