Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Por ejemplo, el nacimiento del trigésimo noveno hijo a partir del espermatozoide Blade Runner. En Altered Carbon no aparecen ataques a naves en llamas más allá de Orión. Tampoco rayos C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhauser. Todos esos momentos se han perdido en el tiempo y en otro apéndice estético del universo cyberpunk. Tampoco deslumbra por su originalidad, pero sí es cierto que entretiene.
Altered Carbon está basada en la novela homónima de Richard K. Morgan publicada en 2002, donde se describe otro universo sumamente complejo que a Netflix le ha costado reconstruir en la pantalla sin tener que verbalizarlo. Se abusa de las explicaciones, de la descripción, con lo cual, mientras se nos exige la admiración por el mundo que se nos presenta delante de nuestros ojos, también tenemos que prestarle atención a una trama que avanza a saltos y que cuesta hilar. Eso sí, quizá la respuesta esté (como casi siempre en la vida) en tener paciencia con ella. Si uno es fan de la ciencia ficción y asume esa espera, la serie redobla la apuesta.
Nos encontramos con un protagonista de rasgos asiáticos, Takeshi Kovacs (Will Yun Lee), un guerrero de las Brigadas que plantaban cara al Protectorado, que de repente adquiere la forma de un hombre blanco (Joel Kinnaman). ¿Cómo es posible? Pues porque la conciencia de los seres humanos en este nuevo universo se encuentra embotellada en un dispositivo que puede implantarse en la nuca de cualquier funda o cuerpo humano nuevo. Vamos, en cristiano, imagínense cambiar la carcasa del móvil. Pues eso. Kovacs es «resucitado» 250 años después de su perecimiento para ser contratado por Laurens Bancroft, un millonario obsesionado con resolver un homicidio. Y no cualquiera, sino su propio asesinato.
El crimen es, supuestamente, el eje central de la serie. Y digo supuestamente, porque se termina nunca de profundizar en él ni en las relaciones que surgen de ello. Por ejemplo, ¿qué une a la inspectora de policía Kristin Ortega con Takeshi Kovacs?
La verdad no es un acto de rebelión, es una revolución. La verdad es un arma.
Ya hemos comentado que irremediablemente la serie abraza a Blade Runner como madrina, sin embargo también podemos encontrar referencias o parecidos con Ghost in the shell o Dollhouse. No me gusta nada que, salvo la idealista Kristin Ortega y su abuela, el resto de las mujeres que aparecen en Altered Carbon sean usadas como meros objetos sexuales. Eso sí, es posible que los pectorales de Joel Kinnaman nos distraigan un poco a la par que nos sirvan de guía por este mundo tan complejo. Entre la lluvia, unos efectos especiales notables y tanto ser atormentado, la serie se hace más amena cuando interviene el humor y a medida que pasan los capítulos y la verborrea ocupa menos espacio, esta ficción futurista despega del todo, aunque personalmente me haya dejado un poco con la miel en los labios.