Nació en una colonia productora de talentosos futbolistas en Colombia, se hizo en la capital. Un central de la altura del Barcelona. Ha sido una trepada impresionante, una escalada tipo Bahamontes, de una velocidad abismal. Yerry Mina, de 23 años, debutó como profesional hace apenas cuatro y ya es el nuevo cenral el Barcelona en una operación de 11,8 millones. Su cláusula será de 100 millones y firma hasta junio de 2023. El sueño de todo chico.
Su acento desvela un origen caucano, de esos que confunden las enes con las emes y pegan los finales con los comienzos. Es de un pequeño y nuevo pueblo llamando Guachené. Nuevo, porque hasta antes de 2006 no existía ni figuraba en un mapa. La palabra Guachené hace referencia al cacique de una tribu indígena que habitaba la zona antes de la colonización española. Estaba en proceso de dominar toda la zona del Cauca colombiano, de no haber sido porque llegaron de un mundo más viejo y desconocido otros conquistadores con más poder de dominio. Quizás sea muy místico pensarlo, pero tal vez de allí viene una parte de la ambición de este hombre por comerse el mundo… o por devolver el favor y conquistar España.
La otra parte viene del hambre, literalmente hablando. Como varias en América Latina, la de Yerry es una carrera forjada a pulso y sudor, y caracterizada por la necesidad y las ganas. El Deportivo Cali no vio en él lo suficiente. Probó suerte en el América y tocó las puertas en Millonarios, y nada. Fue el más humilde Deportivo Pasto el que dio el empujón que hoy lo tiene haciendo viajes transatlánticos.
En Independiente Santa Fe se erigió como estandarte del equipo, del país, y después del continente. Fue pieza clave para el título de Liga en 2014, la Superliga que le siguió y la Copa Sudamericana en 2015. Reconocido como mejor jugador joven de la Sudamericana, integró el once ideal de esa edición y del torneo colombiano. Llegó a la Selección, llamó la atención en este lado del planeta, y en ese de allá. Fue a Palmeiras pero Barcelona lo tenía en la mira desde hace un buen tiempo.
Sus casi dos metros son engañosos. Muchos cayeron en la trampa de creer que lo hacían torpe o parsimonioso en sus movimientos, pero la ironía de su rapidez y precisión acabaron con todo tipo de duda. Al oírlo hablar era cuando se descubría su juventud, pero al verlo jugar, desde lo lejos de la tribuna, lucía como un veterano experimentado, de esos que emanan serenidad aún en los momentos de mayor tensión. A la hora de defender no le temblaba un centímetro. No temía en atacar o cabecear, y sí que era certero en eso.
Y bueno, aún lo sigue siendo. No necesita más credenciales que su talento y algunos de sus pasos de salsa choque. Nunca sufrió de miedo y tampoco lo hará ahora. Mina parece ser el reemplazo que el Barça estaba necesitando, y el Barça parece ser todo eso que Mina siempre necesitó.