Llevaba días husmeando sobre la situación actual de Colin Kaepernick, el quaterback de los 49ers que se quedó sin equipo tras plantarse de rodillas como protesta contra la violencia policial y el racismo existente en Estados Unidos. Y como una cosa lleva a la otra, había terminado indagando sobre la figura de una de las jóvenes estrellas de la NBA más inspiradoras, concretamente el jugador de los Boston Celtics, Jaylen Brown.
Un tipo considerado «demasiado inteligente para ser jugador de baloncesto» y demasiado afroamericano para acudir a clases de ajedrez o piano en la Universidad de Berkeley. Brown es un chico de 21 años que habla español, lee a Einstein y toca la guitarra acústica en sus ratos libres. Un joven con una acusada conciencia social que lee a Luther King y ensalza la figura de Kaepernick: «El gesto de Colin fue pacífico y exitoso. Hizo a la gente pensar y enojarse. Hizo que la gente quisiera hablar. A menudo todos se sienten cómodos con su papel en la vida y se olvidan de las personas que se sienten incómodas. Pero Colin decidió arriesgar su carrera y sacrificarse por ellos. Fue increíble. No me ha sorprendido que no haya encontrado equipo luego. Ha tratado de regresar a la NFL y encontrar otro equipo, pero sabía que todo había terminado. Sabía que no iban a dejarlo regresar. Nadie quiere asumir la atención de los medios al ficharlo o tomar el riesgo de que pueda pronunciarse de nuevo».
Brown, de 21 años, va más allá y advierte que «el deporte es en realidad un mecanismo de control. Si las personas no tuvieran deportes, estarían mucho más frustradas con su papel en la sociedad. Habría mucha más beligerancia y estrés respecto a la injusticia de la pobreza y el hambre. El deporte es una forma de canalizar nuestra energía hacia algo positivo y distraer esa frustración. Sin deportes, ¿quién sabe qué harían la mitad de estos niños?». Para el número 3 del draft de 2016 «indudablemente el racismo sigue existiendo en Estados Unidos hoy. Por supuesto, ha cambiado mucho y mis oportunidades son mucho mayores de las que hubiera tenido hace 50 años, pero sigue escondido en lugares más estratégicos. Trump ha logrado que sea más normal que los racistas expresen lo que piensan».
Hace unos meses Jaylen comenzó a estudiar árabe. No mucho después de perder a su mejor amigo del instituto, Trevin Steede, que se suicidó trágicamente. La noche que recibió la noticia, pensó en no jugar ante los Warriors, pero la madre de Steede le pidió que lo hiciera «porque a Trevin le hubiera gustado que jugase». Brown fue decisivo en la victoria de los Celtics y al finalizar el choque Kyrie Irving hizo algo que nunca olvidará: «Me abrazó, me dio la pelota y me dijo ‘esta va por Trevin».
That one was for you bro !! #RIP pic.twitter.com/Rnvy54Wsh2
— Jaylen Brown (@FCHWPO) 17 de noviembre de 2017
Brwon no solo tiene una inquietud intelectual poco habitual, también tiene una ética de trabajo que afirma haber aprendido de otro de sus ídolos: Kobe Bryant. Durante su etapa en la Universidad, Brown se despertaba cada día a las 4:26 de la mañana para entrenarse. «Escuché historias de que Kobe se despertaba entre las 4 y las 5 y que estaba en el gimnasio a las 5:30. A las 6:30 ya estaba empapado en sudor, a las 8 dejaba las pesas y luego comenzaba a practicar su tiro. Kobe nos enseñó el camino y pasa por una ética de trabajo implacable». Además, lo complementaba con el trabajo con el entrenador de habilidades mentales Graham Betchart, para superar la descomunal presión que se pone a sí mismo. «En la escuela secundaria, cuando no jugaba bien, no comía por el enfado», confesó a su llegada a la NBA.
Su abuelo le enseñó a jugar al ajedrez cuando era niño, «un juego que se puede comparar con la vida real», y desde entonces nunca ha dejado de hacerlo. Hasta el punto de llegar a ser capitán del equipo en su instituto. Hoy Brown gana protagonismo en los Celtics, el equipo que más ha crecido en los últimos tiempos, mientras lee a Martin Luther King y elogia a Kaepernick en cada entrevista. Andaba rematando el artículo cuando New Yorker publicaba su nueva portada, obra de Mark Ulriksen. En ella aparece Martin Luther King de rodillas entre Colin Kaepernick y Michael Bennet, el defensive end de los Seattle Seahawks. Al verla pensé: ‘Esta historia habría quedado redonda si en lugar de Bennet hubiese aparecido Jaylen Brown’. «Tres hombres, no tres negros», que diría Luther King.