jueves, enero 23, 2025
Google search engine
InicioDeportesNataciónPhelps, suicidio y gloria

Phelps, suicidio y gloria

En una piscina de Río de Janeiro, en la noche del 7 de agosto de 2016, Michael Phelps supo que todo iba a ir bien. Era la prueba de relevos 4×100 metros libres, la primera de las seis carreras en las que el nadador estadounidense iba a participar en sus quintos Juegos Olímpicos. El máximo medallista olímpico de la historia realizaba la segunda posta y, tras recibir el relevo en segunda posición y luchar con sus rivales en sus primeros 50 metros, Phelps se sumergió en el agua en el giro y buceó durante más de seis segundos hasta que apareció, totémico, en la superficie sacando más de la mitad de un cuerpo de distancia a su más inmediato perseguidor. “Honestamente, justo allí, en medio de la carrera, empecé a sonreír. Pensé: ‘OK. Vamos a tener una semana divertida”, le relató el propio Phelps al periodista Tim Layden en un reportaje en la revista Sports Illustrated en diciembre de ese mismo año. Y así fue: apenas unos días después, el deportista de Baltimore cerró su participación en Brasil con cinco medallas de oro y una medalla de plata más para situar en 28 metales (23 oros, 3 platas y 2 bronces) su balance en las Olimpiadas. Unos números a los que nadie se acerca. Ni de lejos (la exgimnasta Larisa Latynina es la siguiente en la lista con 18 metales, 9 de ellos de oro).»

Phelps, en su esplendor.
Phelps, en su esplendor.

Ese recuerdo es el del Phelps más alegre y sereno, el de su mujer Nicole y su hijo Boomer disfrutando de sus hazañas en la grada, el del ídolo de la natación que se sienta con sus jóvenes compañeros en la Villa Olímpica para que vean la inspiradora película Hoosiers, el del devorador de premios y distinciones caminando hacia la retirada (la segunda y parece que la definitiva de su carrera) desde lo alto del cajón del podio y con el reconocimiento de todos.

Pero no siempre fue así.

Londres 2012. Phelps gana otras seis medallas olímpicas (4 de oro y 2 de plata), aunque no disfruta ninguno de esos logros. Está gravemente enfermo de una enfermedad de la que tardaría años en curarse, si es que ha conseguido curarse del todo de ella (él asegura que sí, por suerte). La catarsis habría que situarla un par de años después, en otoño de 2014. Primero, su arresto por conducir bajo los efectos del alcohol en la noche del 29 de septiembre. Después, la humillación ante los demás y la rabia hacia sí mismo. Por último, los 45 días en tratamiento que pasó en The Meadows, un centro de rehabilitación situado en Wickenburg (Arizona).

Allí, entre esas paredes, supo que sus años de apuestas, fiestas, fotografías fumando en una cachimba, borracheras y malas compañías tenían una explicación más o menos lógica.

Allí se dio cuenta de que él no era el único al que le ocurría y que no estaba solo.

Allí encontró las palabras para nombrar a la enfermedad que le atormentaba desde hacía demasiado tiempo.

Ansiedad.

Depresión.

“Yo era un gran gilipollas”, resumió Phelps su época más oscura en el citado reportaje de Sports Illustrated.

Había llegado el momento de dar la cara.

“Contemplé el suicidio”, respondió Phelps la semana pasada en Chicago a preguntas de David Axelrod en una conferencia del Kennedy Forum sobre salud mental, tal y como recogen muchos periodistas, entre ellos, Susan Scutti para la CNN. Y añadió: “La parte de convertirse en un campeón es bastante fácil. Se trata de trabajar duramente, tener dedicación y no rendirse”. Lo difícil, en cambio, es vivir cuando no se tienen fuerzas ni ganas para seguir viviendo. “En realidad, creo que caí en un gran estado de depresión después de cada Olimpiada”, recordó. Y añadió: “Diría que 2004 fue el año en el que tuve mi primera depresión”.

Depresión. Hay que decirlo más. En voz alta. Se trata de una enfermedad mental a la que le da igual si eres un desempleado de larga duración o un deportista de élite.

“Solía automedicarme, básicamente a diario, para tratar de arreglar eso de lo que estaba tratando de huir”, prosiguió Phelps, que reconoció que a partir de otoño de 2012 todo fue a peor. “No quería estar en el deporte nunca más. No quería estar vivo nunca más”, explicó. Y, de tal modo, llegaron las semanas enteras sin salir de su habitación, sin comer y sin apenas dormir, con la única sensación de tener muy claro que “no quería estar vivo”.

La depresión ganaba y Phelps perdía. Algo tenía que hacer. La rehabilitación fue su solución.

“La enfermedad mental tiene un estigma a su alrededor y eso es algo a lo que nos enfrentamos cada día”, analizó en la conferencia de la semana pasada en Chicago el nadador estadounidense, que mantuvo también que ahora entiende que “está bien no estar bien”. “Esa es la razón por la que las tasas de suicidio están en aumento: las personas tienen miedo de hablar y abrirse”, razonó. Y concluyó: “Creo que la gente por fin entiende que esto es real. La gente está hablando sobre esto y es la única forma con la que se puede cambiar”.

Entonces, hablemos. Entonces, abrámonos.

Que alguien como Michael Phelps, el deportista más importante de la historia de los Juegos Olímpicos, cuente públicamente su batalla contra la ansiedad, contra la depresión, contra los pensamientos suicidas, contra la automedicación, es extremadamente importante para el mundo, para Estados Unidos. Sin duda. Pero ¿por qué?

Porque, en la actualidad, los desórdenes de ansiedad afectan cada año a 40 millones de adultos en Estados Unidos, el 18% de la población mayor de 18 años, según recoge en su página web la Anxiety and Depression Association of America (ADAA).

Porque, en la actualidad, tal y como informó Benoit Denizet-Lewis en un amplio reportaje en The New York Times Magazine el pasado mes de octubre, Estados Unidos sufre los mayores casos de ansiedad severa en adolescentes de toda su historia.

Porque, en la actualidad, Estados Unidos, un país en el que sus habitantes recurren ampliamente a la automedicación (según un estudio aparecido en The New York Times, 12 millones de personas tomaron analgésicos sin receta en 2015), está viviendo una gravísima epidemia de sobredosis de opiáceos (el presidente Donald Trump la declaró como “emergencia nacional” el pasado mes de agosto después de que se convirtiera en la primera causa de muerte en el país en menores de 50 años y de que, en 2016, las sobredosis mataran a más personas que las armas de fuego o los accidentes de tráfico), marcada por el uso indiscriminado del fentanilo, un narcótico analgésico mucho más potente que la morfina y que la heroína.

Porque, en la actualidad, según la encuesta anual de la American College Health Association (ACHA), el 62% de los estudiantes de Estados Unidos reconocieron tener “ansiedad abrumadora” en el año 2016.

Porque, en la actualidad, según datos de la American Academy of Pediatrics (AAP), el número de admisiones hospitalarias para adolescentes con tendencias suicidas en Estados Unidos se ha doblado en los últimos 10 años.

Porque, en la actualidad, en el pasado y por siempre, hacer visibles las enfermedades mentales es extremadamente importante. Ansiedad. Depresión. Hay que decirlo más.

“De repente no podía hacer nada. Tenía tanto miedo. ¿Conoces esa sensación en la que a una persona normal le da un vuelco el estómago cuando entra a clase y hay un examen sorpresa? Bueno, básicamente yo empecé a tener esa sensación todo el tiempo”, describió en el reportaje de The New York Times Magazine su enfermedad Jake, un adolescente de Carolina del Norte que se negó a ir al colegio y que trató de ahogarse en la bañera.

“Sientes un peso en el pecho y tienes la sensación de que hay 16 personas sentadas una encima de la otra sobre tu pecho. Tan pronto como me despertaba, sentía un pavor absoluto”, aseguró en el mismo texto Jillian, una chica de Florida de tan sólo 16 años.

Ansiedad. Pensamientos suicidas. Depresión. Hay que decirlo más.

Al igual que Michael Phelps, The Star-Spangled Banner, el himno nacional de Estados Unidos, nació en Baltimore: tras presenciar el bombardeo del fuerte McHenry por parte de las naves británicas en la bahía de Chesapeake, Francis Scott Key, abogado y poeta aficionado, escribió su letra en septiembre de 1814 inspirado por una gran bandera estadounidense de 15 barras y 15 estrellas que ondeaba sobre el victorioso fuerte al amanecer después de una noche lluviosa. Pero, sin embargo, hay una estrofa de la canción Gloomy sunday (Domingo sombrío), popularizada al principio de la década de los cuarenta por la incomparable Billie Holiday, otra ilustre exhabitante de la ciudad baltimoriana, que transmite mejor el sonido constante de la ansiedad y de la depresión, la necesidad de dar visibilidad a estas enfermedades mentales en una sociedad (global) que las ha ocultado durante décadas bajo una montaña de opiáceos, de vergüenza y de incomprensión. La letra dice así:

“Gloomy is sunday

with shadows I spend it all

My heart and I

have decided to end it all”.

“El domingo es sombrío/Vivo entre sombras/Mi corazón y yo/hemos decidido dejarlo todo”, cantaba Holiday en esa canción con su sugerente, triste y sofisticada voz antes de que su adicción a la heroína la consumiera definitivamente a los 44 años, víctima de una cirrosis hepática.

Phelps, por el contrario, sigue entre nosotros. Aunque hubo un tiempo en el que ni él mismo habría apostado por conseguirlo. “Estoy extremadamente agradecido por no haberme quitado la vida”, sentenció en Chicago el máximo medallista olímpico de la historia.

Seguramente, ni siquiera hay que preguntárselo, ese objetivo es el más importante y el más complicado de todos los que ha logrado a lo largo de su laureada trayectoria.  

RELATED ARTICLES

7 COMENTARIOS

  1. […] – Final 100 metros Juegos Olímpicos: Dura 10 segundos, pero se disfruta durante muchísimo tiempo, quizá toda una vida. Si no, piensen en Jesse Owens delante de Hitler en Berlín 1936, en Carl Lewis en la década de los ochenta o en Linford Christie en Barcelona 1992, los Juegos Olímpicos que lo cambiaron todo. Si no, piensen en Usain Bolt en Pekín, en Londres y en Río de Janeiro. Probablemente, esos 9,69, 9,63 y 9,81 segundos del atleta jamaicano son de los mejores recuerdos que el deporte les haya regalado nunca. Porque, de hecho, no hay absolutamente nada en el deporte mejor que unos Juegos Olímpicos. […]

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisment -
Google search engine

Most Popular

Recent Comments

Perikorro en Con contundencia
Alberto Patiño Varela en Los antimadridistas
Xavi Verger en Vinicius saca el cañón
Perikorro en Vivos con Fati-ga
Diego en Los sufridores
Diego en Viva el rey
Juan De Dios Luna Cijanes en La posesión y los tulipanes
Perikorro en Minority Report
Dr en Las viudas
Diego en Las viudas
Perikorro en Las viudas
Perikorro en Gaspartismo Reloaded
Diego en Viva la Vuelta
Dr en Viva Irlanda
Diego en Viva Irlanda
Diego en Decíamos ayer
Diego en Paz y amor
Dr en Paz y amor
Diego en Paz y amor
Diego en Vuela Supermán
Diego en Vuela Supermán
Diego en El trampolín
Perikorro en Salvar a Barrabás
Coral en Truman
Jose Avellaneda Perez en Los ídolos
María en Calles vacías
Amiguel en El pendejo de turno
Silvia Nebreda en Palabras y lágrimas
Manitu69 en This is Atleti
Alejandro Rincón Rubio en ¿Es Jovic un mediapunta?
Diego A. en Elogio de la locura
Juan De Dios Luna Cijanes en Efectividad máxima
Alfrez en Oda al populismo
Alfrez en Oda al populismo
Diego en Oda al populismo
Manitu69 en Oda al populismo
Fiodor Dostoievski en ¿Suerte o talento?
EUGENIO JORDAN en El cisne blanco
Frank Terraces en Historia del segundo Atleti
Hassandudeim en Historia del segundo Atleti
Perikorro en Aquí un Zidanista
Hassansudeim en Fichar a Descartes
Frank Terraces en Fichar a Descartes
Michael en Nacho y la tristeza
Irene García en Entre cero y nada
Roberto Gómez González en Entre cero y nada
Hassansudeim en Primeras impresiones
Rafael Sánchez Sánchez en Correa, Oblak y feliz año nuevo
Juanma Jiménez en Sólo fútbol
Jules en Sólo fútbol
Che en Trigo limpio
Gracias Faubert en Trigo limpio
Hassansudeim en Trigo limpio
Xabier en Trigo limpio
Juan carlos en Trigo limpio
Óscar Laguna en Ansiedad
Juan De Dios Luna Cijanes en El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos
Joan Del Valle en El tamaño importa (y mucho)
Jose Carlos Torrenova Lozano en Mucho más importante que todo eso
Pascual Vicente Martínez Gimeno en Dos años A La Contra
Vicente Martin-Pozuelo Cantos en Good Bye, Lenin!
yerry en Don Cenizo
IGWT en Relatividad
Manitu69 en Hacerse viejo
Tony en Don Cenizo
Juan De Dios Luna Cijanes en Grandes éxitos de ayer y hoy
Esuardo en Don Cenizo
Juan De Dios Luna Cijanes en Victoria sin identidad
Frank Terraces en Bendita normalidad
Francisco en Victoria sin identidad
Julián Martín Fernández en Rodrygo hace viejo a Vinicius
J. J. Creamer en Los héroes de Bowie
Joselito en Éxito sin cimientos
Juan de Dios Luna Cijanes en Ansufatización
Juan De Dios Luna Cijanes en El ciclismo se ablanda
Frank Terraces en Desapego
Juan De Dios Luna Cijanes en Movistar no se rinde
Juan de Dios Luna Cijanes en Queremos tanto a Roglic
Frank Terraces en Hace dos meses
Juan De Dios Luna Cijanes en Nada por aquí, Neymar por allá
Juan De Dios Luna Cijanes en Hoy me he acordado de Lucho Herrera
Juan De Dios Luna Cijanes en Un colombiano en la luna
Juan De Dios Luna Cijanes en El Tour se achica ante Bernal
Juan de Dios Luna Cijanes en Bernal rompe el cielo
Juan De Dios Luna Cijanes en Bernal quiere el Tour
Eberhard Torres Calderón en Cuarenta años de La vida de Brian
Juan De Dios Luna Cijanes en Pinot quiere el Tour y Mikel Landa no se rinde
Frank Terraces en El Atlético más merengue
Juan De Dios Luna Cijanes en La suerte dispara contra Landa
Diego en El fugitivo
Diego en Sopor de France
Juan De Dios Luna Cijanes en El Talento Desperdiciado I: George Best
Juan De Dios Luna Cijanes en Friedenreich: Pelé antes de Pelé
Frank Terraces en La Feria de la Carne
Frank Terraces en El altar de Pérgamo
Juan De Dios Luna Cijanes en Ni cinco de bola
José Antonio Gutiérrez en No cambies tus sueños, cambia el mundo
Antonio Lopez Lobeto en Los doce trabajos de Hércules
Francisco Pedrajas Raya en Ramos-Florentino: Pimpinela en el Madrid
Antonio Lopez Lobeto en Mi pájaro es mejor que el tuyo
Stockton en Bon voyage
Juan De Dios Luna Cijanes en El problema del Barça es el relato
Perikorro en Tantas mareas, marean
Perikorro en No me gusta el cricket
Carmelo en La venda ya cayó
Antonio Jesús Zarza Moreno en ¿Marino o submarino?
Lorenzo Dominguez Sanchez en Gracias, Florentino
Joaquín en Camino a Vitoria
Robert Lee en El que se va, ya no es
victor martín marron en Quiten de ahí a esa loca
Martín Vallejo platero en El borde de la piscina
Diego en Gracias, Johan
jose antonio medrano en Gracias, Johan
Jorge Florido en Gracias, Johan
Javier en Gracias, Johan
Esteban en Gracias, Johan
Fran en Gracias, Johan
5contraelcalvo en Esperando a Zidane
Perikorro en Esperando a Zidane
Elaine Cristina en Casillas, el homenaje pendiente
Tomás Luis de Victoria en No, lo ponemos todo al centro
Tomás Luís de Victoria en Casillas, el homenaje pendiente
Lucas en Benzema FC
Carlos Antonio Suárez fornelino en Jugarse «nada»
Antonio Lopez Lobeto en Siete equipos para tres descensos
Víctor Raúl Valladares en El Real Madrid se queda solo
IÑAKI ASENSIO CALATAYUD en Ter Stegen, el portero de la T-10
José Ramón García en Ilusión en el nuevo White Hart Lane
JOSE ANTONIO FERNANDEZ PLAZA en Héctor del Mar, tal como éramos
Lucas en Oh, capitán
José Luis Heras en Usted tiene el faro roto
Juan J Rodriguez en Usted tiene el faro roto
Jairo Castillo en El Madrid de la triste figura
Rod en Au revoir
Cristian Galván en Motociclismo e hipocresía
Hassansudeim en La trampa perfecta
Juan De Dios Luna Cijanes en La trampa perfecta
Antonio Lopez Lobeto en Cuestión de fe
Martín Vallejo platero en Marcó Isco, ganó Zidane
Eliseo en Vuelve Zidane
Juan De Dios Luna Cijanes en La esperanza
Juan de Dios Luna Cijanes en La muerte del emperador
Maria Jose en Tropismo
María Jesús en Tropismo
Antonio Lopez Lobeto en El amor no siempre gana
SanEmeterio For Atle en Bienvenidos al espectáculo de minstrel
Elaine Cristina en El empate perfecto
Sergio Alberruche en Bienvenidos al mágico mundo de Oz
Sergio Alberruche en Bienvenidos al mágico mundo de Oz
Sergio Alberruche en La revancha perpetua
Antonio Lopez Lobeto en Al límite de la filosofía
Juan de Dios Luna Cijanes en La ley del mínimo esfuerzo
Antonio Lopez Lobeto en Milagro Kvitova
Carlos Leo Castellanos en Cristiano ya no va de farol
Marcos Da Silva en El tamaño importa (y mucho)
Antonio Lopez Lobeto en Promesas que todavía lo son
Gustavo Del río manzano en Quince años sin el mejor: Chava Jiménez
ROSA MARIA cuesta guerrero en A propósito de Laura
Irene García en Vidrio roto
AA - Rod en Vidrio roto
Juan Luna Cijanes en Solari y la teoría del melón
Antonio Lopez Lobeto en El valor de las palabras
Raúl Ávila en El traje de toda la vida
Miguel Morán en Godín es El Cid Campeador
Ricardo Moreno Castillo en La adolescencia duele
Aminie Filippi en La adolescencia duele
Miguel Angel Hidalgo Mena en Historia de un superviviente
Alfrez en Por los cojones
Paulino en Por los cojones
ROSA MARIA cuesta guerrero en La adolescencia duele
Luis Miguel en Y el presidente, ¿qué?
Oscar Redondo Callado en Tour 2019: Un espanto de recorrido
Santiago Peraza en A LA CONTRA, primer aniversario
Teddy Sagarrasantos@hotmail.com en Bienvenidos al mágico mundo de Oz
Conchita Minguez en Cinco apuntes para seis carreras