Los madridistas llevamos media Liga preguntándonos si la última victoria será el comienzo de una nueva vida. Sucedió con el Sevilla, luego con el Deportivo y por último este fin de semana con el Valencia. Es algo mágico, una vuelta a la naturaleza infantil, esa que defendía Rilke como nuestra única patria. Pensamos que una victoria contundente, cargada de goles, romperá la trayectoria pusilánime que arrastramos desde septiembre y provocará un hecho extraordinario… la vuelta a las tardes de gloria de la temporada anterior. Así pasamos muchos las semanas, somos hombres de mediana edad que, cuando nos para la policía un sábado a las dos de la madrugada, solo damos positivo por superar los niveles permitidos de melancolía. Ser del Madrid y perder de vista al Barcelona es tan doloroso como para un torero puede ser ver a su hija colando en los buzones propaganda del Partido Animalista.
Recuerdo una película hermosísima, Kiseki, una palabra que traducida al español significa “Milagro”. Es la historia de dos hermanos de 10 años de edad que viven separados en Japón. Sus padres están divorciados, de modo que uno de los niños vive con su padre y el otro vive con su madre. Todas las tardes se llaman por teléfono, siguen teniendo la costumbre de hablar de sus cosas mientras buscan algún tema divertido sobre el que poder divagar. Es en una de esas conversaciones cuando se dan cuenta que está a punto de finalizar la nueva línea de tren de alta velocidad que unirá las dos ciudades. Los dos hermanos, en su deseo de buscar algún acontecimiento que provoque un hecho sobrenatural, coinciden en creer que cuando se crucen los trenes por primera vez, en el punto exacto en el que lo hagan, se podrá pedir un deseo y ese deseo será cumplido. Los niños quieren que sus padres vuelvan a amarse.
Y ese es el tipo de milagro que esperamos una y otra vez, pero ya no somos niños, no tenemos diez años. De hecho, utilizando una de las paradojas de Chesterton, creemos que el único milagro sería que existieran personas que siguieran creyendo en los milagros.
“Volver a ser un niño”, cantaban Los Secretos en los años 80. Mucho antes que ellos, un recaudador de impuestos frustrado, llamado Mateo, puso en boca de Jesús esta frase: “En verdad os digo, que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos”.
Comenzamos semana, la de la enésima promesa de una nueva vida. La victoria en Mestalla se podrá convertir en un milagro si recuperamos nuestra condición de niños, si creemos con todas nuestras fuerzas que los milagros existen, si pensamos que aún es posible levantar la Copa el 26 de mayo en el Estadio Olímpico de Kiev.